(fractal 09) Conoce a: Lucius Shepard

Armé un rompecabezas. Las fichas (entrevistas) estaban regadas por todas partes. Las uní, las ensamblé y se formó la figura de un hombre: Lucius Shepard, uno de los escritores más importantes del género fantástico norteamericano, contando la historia de su vida antes de venir a Colombia para el Encuentro Fractal’09. 

Yo estaba en una banda de rock que había desintegrado por circunstancias devastadoras. Tenía 35 años, miré a mi alrededor y dije, mierda, mejor encuentro otra forma de ganarme la vida. No quería terminar en un bar de mala muerte tocando “Melancholy Baby” en la harmónica a una cantidad de borrachos que me reconocerían porque solía ser una celebridad local y sólo irían a verme para recordar viejos tiempos. No tenía habilidades, excepto cierta facilidad con el inglés, así que escribí un cuento incompleto, una fantasía basada en un anciano que había conocido en San Cristobal de las Casas, México. No me gustó y me rendí. Yo era un desastre. Depresivo, bebiendo mucho, viendo porquería en televisión. Un día vi a un predicador que invitó a los televidentes a que pusieran las manos en la pantalla y le pidieran a Jesús que entrara en sus corazones. Bueno, me sentía victimizado, ¿cómo no iba a poner mis manos en el televisor? Estaba a punto de cerrar los ojos y concentrarme y pedirle a Jesús que me ayudara, cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo y quité las manos. Me salvé por un pelo. Pude haber sentido una descarga de estática y confundirla con una intervención divina. Así de mal estaba. Le conté a mi esposa lo que había hecho y al otro día ella envió el cuento incompleto al taller de escritores Clarion, sin que yo supiera. Recuerdo el día que recibí la carta de aceptación. Mi horóscopo en el Detroit Free Press decía: “Recibirás buenas noticias sobre un manuscrito”. ¿No es algo raro? Cuando leí la carta, bueno, sabía que Jesús no podría haber sido el responsable, pero creí a medias que el tipo grande y rojo estaba involucrado. 

Fui educado para ser escritor. Mi papá empezó a enseñarme a leer cuando yo tenía tres años. Cuando le demostré que podía imitar palabras, me hizo memorizar largos pasajes de Shakespeare, los poetas románticos, las obras de Yeats y Thomas. Estos escritores, con sus líneas rítmicas y ornamentadas fueron extremadamente influyentes en mi propio trabajo, así como lo fueron también Jane Austen, the Brontes, Thomas Hardy, etc. Mi papá había ido a la universidad Trinity en Dublin, y admiraba a los escritores británicos e ingleses. Él mismo había sido escritor y amigo de escritores cuando era joven. Una de mis posesiones más valiosas es una carta escrita por William Carlos Williams felicitándolo por mi nacimiento. No tengo idea de por qué mi papá dejó de escribir cuando parecía que estaba empezando una carrera; era un hombre extremadamente privado (o tal vez “cerrado” lo describa mejor) y nunca logré entenderlo. Él estaba decidido a que si no podía ser escritor, yo sí podría, y así fue como me educaron en mi casa. Él procedió a dirigirme por ese camino con más fuerza de lo que hoy se consideraría saludable o razonable, y como resultado, cuando llegué a la adolescencia, decidí que no quería ser escritor, y me negué a escribir hasta mucho después. La decisión de no ser escritor, y ofender las sensibilidades de mi papá de todas las formas posibles, me llevaron a ser músico, y a cultivar amigos que a él no le gustaban: gran parte de ellos traficantes de droga de baja categoría y criminales de segundo y tercer escalón. Como resultado de eso ahora disfruto mucho más la compañía de los marginados que la de mis colegas, o los miembros de cualquier clase que se considere a sí misma élite. La falta de honestidad que uno experimenta en compañía de ladrones es muchísimo menor a la variedad perniciosa que se experimenta en compañía de las llamadas clases altas o educadas. Incluso he descubierto que estar en compañía de ladrones, carnavaleros, vagabundos, músicos, etc. me proporciona acceso a historias que reflejan más la vida del mundo. Esto, por supuesto, es una opinión sesgada e incorroborable. Estoy seguro que se pueden contar historias maravillosas que se enfocan en los ricos, los poderosos, los eruditos, y gente por el estilo, pero a mí simplemente no me interesa estar con personas así.

Mi papá era miembro de la alta burguesía de Virginia. Su familia, y la de mi mamá, eran dueñas de plantaciones; sus ancestros pelearon en el equipo del General Washington, y ellos podían trazar su linaje (o eso es lo que me decían) hasta la nobleza británica. Esas son cosas que a mí me aburren profundamente. Me gusta pensar que el linaje de mi papá terminó con ellos. Aunque mi personalidad incorpora un atruismo rudimentario y más bien ineficaz, un sentido de responsabilidad y algo que, supongo, podría ser llamado “gusto”, yo mismo soy, para efectos prácticos, un marginado.  

A veces me preguntan qué hubiera pasado si mi papá no me hubiera obligado a ser escritor, pero es difícil saberlo. Es como preguntarse “¿qué hubiera pasado si el agua no fuera húmeda?” Aunque yo creo que si tuviera los mismos papás, y no me hubieran empujado tan fuerte hacia lo que ellos querían, igual me hubiera convertido en escritor. Sólo que hubiera ocurrido más rápido.   

Yo peleaba mucho en el colegio. En 8vo, todos los días tenía un altercado a la hora del almuerzo. Un día estaba en mi cita semanal con el oficial juvenil (en una especie de libertad condicional no-oficial) y me llevó al gimnasio para dejarme con un entrenador de boxeo. Me veía más grande que los 12 años que tenía y me fue muy bien en el entrenamiento. Los entrenadores de boxeo no fastidian con el lado espiritual como los profesores de karate o tae kwon do. Ellos simplemente dicen “esto va a noquear la cabeza de alguien” y eso yo lo apreciaba. Me gustaba golpear cosas, especialmente cuando esas cosas estaban tratando de golpearme. Pero probablemente me hubieran sido útiles algunos de los aspectos espirituales para aliviar el acercamiento de “golpar en el hígado” de mi entrenador. Aprender boxeo simplemente me convirtió en un chico más malo. Dudo que esa fuera la intención del oficial juvenil. Sin embargo, fui boxeador por 2, 3 años antes de ser noqueado por un tipo que parecía un pelele pero golpeaba muy rápido. Nunca lo vi venir. Cuando desperté no supe qué había pasado. Luego de eso, limité mis peleas a bares y lugares así, donde no era probable que me noquearan. Hoy en día, aunque extrañamente me meto en peleas, sigo siendo devoto del boxeo. Me he involucrado con la política de este deporte: descubrí que algunos boxeadores que estaban suspendidos por problemas médicos en otras jurisdicciones los llevaban a Washington para pelear (incluso licenciaron a un boxeador que había pasado varios meses en coma) y he logrado algunos cambios al respecto en el estado de Washington. Ahora el deporte es más limpio y protege mucho más a los boxeadores, lo que cual me llena de satisfacción.           

A los 15 años me salí del colegio para viajar alrededor del mundo. Me fui para Irlanda en un buque de carga y seguí viajando. Durante ese tiempo, sin saberlo, estuve adquiriendo material. Y no he dejado de viajar. El año antepasado estuve en Europa por un mes. El año pasado fui a Brazil por unas semanas y estuve en Suiza un par de meses. Estoy bien de salud y aún sigo viajando a porciones remotas del mundo. Iré a Colombia a principios de Marzo, en compañía de Kelly, Kessel, etc, para el Encuentro Fractal’09, y luego iré a Malasia y al Lejano Oriente. Me gustan los lugares desolados, las islas feas, los trópicos desconocidos. En dichos lugares, los procesos de la vida parecen muy claros. Quedarse en Hiltons y Westins y hoteles similares tiende a separarte de la gente que podría estar propensa a contarte historias… por lo menos las mejores historias. Me gusta ser un expatriado. Todo el ruido que uno tiene en la cabeza –política, entretenimiento, deportes, material de relleno– muere cuando estás a ocho mil kilómetros de distancia y eso hace que sea más fácil pensar en tu propio país. Te agudiza los sentidos. Parte de mi vida también me la gano como periodista y recibo encargos que me llevan a diferentes partes de Estados Unidos. Por ejemplo, preparé un texto para Spin sobre vagabundos que requirió que viajara en tren por seis semanas. Así que mi vida no es para nada estática.

Me las arreglo para pasar un tiempo casi todos los años en Centroamérica. A partir de los paisajes, de las configuraciones, me surgen historias. Cuando voy a un lugar como Honduras o Nicaragua, y se me ocurre una historia, no la saco de contexto, porque es una historia particular a ese tiempo y a ese espacio. No es la única razón por la que me gusta viajar, pero tiene algo que ver. No disfruto la investigación en el sentido clásico de ir a una biblioteca y mirar cosas. Las bibliotecas me dan sueño. Prefiero sacar la historia a la luz u obtenerla de alguien más y empezar desde ahí. Uno de los más grandes obstáculos en mi vida fue la muerte de mi amigo y mentor, Robert Izdepski, un incansable trabajador por los derechos humanasen Centroamérica, y fue algo que me afectó mucho. Teníamos una cantidad de proyectos pendientes. Un documental (para el cual yo escribiría la narración) sobre la opresión y la situación difícil de los trabajadores de caña y banano en Nicaragua y Honduras, entre otros proyectos. No se quién podría continuar su trabajo. Él era mi referente moral y el individuo más necesario que he conocido. Había acabado de ganar un caso en la corte de Honduras contra la Corporación Dole, una hazaña casi imposible, y tuvo un paro cardíaco mientras celebraba en un viaje a Costa Rica con dos de sus hijos. Yo tan sólo era una pequeña parte de su equipo y espero que uno de sus hijos levante la carga y se ponga en contacto conmigo. Planeaba escribir un libro sobre Bob… pero requeriría su participación, así que ni modo. No sé si algún día podré superar este obstáculo.

Igual sucedió con la muerte de mi primera esposa en un accidente automovilístico. Yo estaba muy joven y esto básicamente me trastornó. Los años que siguieron hice unas cuantas cosas de las que no estoy para nada orgulloso; creo que le di gusto a mi dolor, elegí convertirme en un lunático porque era más fácil que la alternativa. Finalmente estoy escribiendo algo al respecto, una novela corta llamada Extras que saldrá en 2010 y de la que no puedo contar mucho. Sólo diré que es algo que me sigue afectando, que aún guía las elecciones que hago y he hecho y probablemente ha sido responsable de un buen número de mis relaciones fallidas. 

Todos mis trabajos han surgido de la experiencia, pero no es un flash informativo: lo mismo sucede con el trabajo de todos los escritores. Aunque una buena parte de mi trabajo es extremadamente autobiográfico. Mi primera novela, Ojos Verdes, resultó ser una invocación extraña a un taller de escritores al que fui. En el momento en que la escribí no fue evidente. Algunas de mis historias (“A Spanish Lesson”, “A Traveler’s Tale”, “Black Coral”, “Life of Buddha”, “Larissa Miusov”, etcétera) son muy autobiográficas no sólo por la referencia a locaciones que he visitado sino por los estados mentales que he vivido y los eventos reales en los que participé. Algunas son ligeramente autobiográficas (como “The Black Clay Boy”), pero incluso las de menor contenido autobiográfico reflejan mi clima emocional. 

El rock también me dio experiencias de vida, casi todas abusivas, pero las experiencias de vida abusivas son buenas para la ficción. Escribir mucho es bueno para la ficción. Ser obsesivo. Robar cosas de los escritores que uno admira. Nunca llevar una cámara: confiar en la memoria y los sentidos para grabar e interpretar el mundo. La primera vez que fui a Egipto viajé a un Oasis llamado Siwa y regresé con más o menos quinientas fotos de arena y pocos recuerdos de haber hecho algo más que tomar fotografías. Luego de eso me deshice de la cámara. Las grabadoras miniatura son buenas para saber cómo suena realmente el diálogo. Después de un tiempo ya no la necesitas. Es como cuando hacía trampa en el colegio: al terminar de escribirla me sabía las respuestas al dedillo y ya no la necesitaba. Pero las grabadoras son útiles para enfocar el oído. Theodore Roethke una vez dijo “los hechos son joyas”. Son joyas para el escritor. Los detalles son los que conectan a un lector, los que le dan esa sensación especial de reconocimiento. Desarrolla el ojo y el oído y estás en la mitad del camino. Escribe sobre lo que sabes, pero conoce tanto del mundo como te sea posible. Es notable la diferencia entre las historias que surgen de la experiencia y las que no. Ve y hazte una cicatriz y un tatuaje. Vive. Arriésgate. Me impresiona cuántos escritores conozco que no han hecho más que ir a la universidad y escribir y conservar algunos empleos. Tal vez eso funciona para ellos; estoy seguro que funciona para algunos; pero recuerdo lo que mi asesor de primíparo me dijo la primera vez que nos conocimos. Me preguntó, “¿qué quieres ser?” Yo le dije, “tal vez músico de rock, o escritor”. Y él me dijo, “¿qué estás haciendo aquí?”  Siempre puedes ir a la universidad, pero no siempre puedes tener 19 o 20 años. Entonces mi mejor consejo sería vivir algunas historias antes de intentar escribirlas. Siente algo. Se intenso. Olvida lo que quieres ser y sé lo que eres por un momento. Podrías sorprenderte con el resultado. Vivir así te da una cantidad de material y te enseña muchísimo sobre narrativa. Tener que enfrentarte a problemas en, digamos, Medan, Indonesia donde está lloviendo y un pequeño tipo moreno de gafas y caquis con una pistola grande está a punto de llevarte de paseo… eso puede ser extremadamente instructivo en el arte de las mentiras, que es indispensable para un escritor. Podrías no sobrevivir, pero míralo como una experiencia de aprendizaje. Toda la escritura es prestidigitación, hacer que el lector crea que ha visto o sabe algo sobre la historia. No puedes poner a las personas en una hoja; tienes que evocarlas. Parte crucial de esa evocación viene de la forma en como hablan los personajes, los ritmos de sus diálogos, el uso de coloquialismos, palabrotas, etc., y ser capaz de reducirlos para que sean abreviados y creíbles. De alguna manera mis personajes son una extensión del paisaje. La gente en New Orleáns, South Carolina, Daytona, todos parecen ser expresiones del paisaje en el que viven. Así que no puedo diferenciar entre la forma en que es la gente y la forma en que es la tierra.

Me han preguntado en diversas ocasiones si los escritores latinoamericanos de Realismo Mágico han sido una influencia para mí. ¿Y saben qué? Esa literatura me gusta, pero no la veo como influencia. Tal vez lo es y yo no sepa, pero no me siento influenciado por ella. Es lo único que puedo decir. No veo el mundo como lo ve un realista mágico. Veo personas viviendo tan profundamente en el interior de sus cabezas que todo se ha convertido en fantasía. Creo que la gente está básicamente loca, y todos reproducimos un fastidioso voice-over que subtitula nuestras acciones. Eso es todo lo que somos, de una manera extraña, excepto cuando realmente nos enfocamos y logramos ser algo más que no podemos sostener. Entonces, creo que estamos hablando de una raza de simios dementes que han aprendido a operar máquinas. No considero que ese sea el punto de vista de un realista mágico (risas). En efecto, puede haber alguna similitud, pero mi motivación y escencia se deriva de un lugar diferente.  

Escribo la llamada ficción general así como la ficción de género, y lo que que me captura de la ciencia ficción y la fantasía, especialmente la fantasía, es la libertad de escribir asuntos ordinarios y hacer casi todo lo que quiero con mis personajes, jugar con la realidad, sostenerla para iluminarla indirectamente y, si tengo suerte, hacer que algunas esquinas que habían estado acumulando polvo, brillen.  Por ejemplo, escribí una pequeña novela llamada Halloween Town, una especie de fantasía de la clase obrera configurada en un pueblo en el fondo de una quebrada tan angosta y profunda que el cielo está esencialmente invisible y las casas del pueblo están construidas en las laderas del acantilado, una pequeña habitación sobre otra, y hay un asesino en serie que sólo ataca a los gatos, y el protagonista es un hombre que debido a un golpe en la cabeza se vuelve más inteligente cada que recibe más luz, una circunstancia que lo hace sentir incómodo. Escribir esta historia para mí fue puro placer, e historias como estas (siempre fantásticas) casi que se escriben solas, son como regalos… me inspiran a seguir escribiendo fantasía, esperanzado en que voy a descubrir otra. 

Algunas veces es diferente. Quiero decir, algunas historias se gestan durante años. Trabajé en una historia llamada Unknown Admirer. Originalmente empezó con una mujer que conocí en Nantucket que empezó a recibir cajas de artículos para la casa enviados por un prisionero en Walpole que ella no conocía. Nadie entendía qué estaba pasando. Todas las semanas ella iba a la oficina postal y obtenía un nuevo paquete de libros o utensilios o manteles o lo que sea. Nadie pudo averiguar cómo la conocía este tipo, o por qué hacía eso. Así que con el paso de los años escribí Unknown Admirer, donde una mujer más joven (la mujer de la historia real era vieja) divorciada que empieza a recibir regalos de un admirador desconocido. Y los regalos la cambian. Rompen la imagen que ella había construido de si misma de una mujer fría, reservada, pero no puede descubrir quién le está dando estos regalos. Y podría nunca llegar a saberlo en la historia. Me demoré 10 años escribiéndola. He escrito otras que nunca terminé y otras que me tomaron una tarde. Es extraño. 

Básicamente, yo no esbozo. La mayoría de las veces simplemente me llega la idea de una historia. Me he dado cuenta que pienso mejor en la historia mientras la escribo. Cuando tengo la idea de hacia dónde va o dónde comienza, empiezo a escribirla y dejo que se construya a sí misma. Por otro lado, me han preguntado cómo hago para cambiar de un proyecto a otro tan fácil. ¡Creo que eso se debe a la esquizofrenia! (risas). Trabajo horas extendidas. Como mínimo diez horas al día. Cuando haces eso, es mejor dedicarte a una historia y luego a otra, porque si te dedicas 10 horas a la misma historia… yo podría escribir de 6 a 7 páginas, pero si hago un cambio probablemente escriba de 10 a 11 páginas. Logro hacer más. Después de escribir algo durante 4 o 5 horas te estancas, te cansas. Cuando intercambias, sientes un pequeño impulso enérgico. A veces te da un deseo incontrolable y te dedicas a una cosa, excluyendo todas las demás, si vas bien. Pero para mí siempre es bueno tener otras cosas en paralelo, sólo en caso de que me levante por la mañana con problemas para pensar en una historia. Entonces simplemente salto.

Me gustan las historias cortas porque no tengo que trabajarlas por años. Recientemente estoy empezando a escribir libros grandes, así que veremos qué pasa. Creo que ahora sé cómo. En serio, no creo que supiera cómo escribir una novela, y pienso que ahora sé un poco más. Perdí una de mis novelas, The Handbook of American Prayer, por culpa de un primitivo computador portátil. No se pudieron recuperar los datos, y yo, furioso, dije: “que se vaya a la mierda”. Ahora me agrada haberla perdido, porque la nueva es mejor. Bueno, simplemente me gusta la historia. Es sobre un tipo que lo meten a la cárcel por homicidio, y mientras está en prisión desarrolla un sistema de oraciones que llama “prayerstyle”. Empieza a orar por cosas pequeñas: cigarrillos, la visita de su novia, una carta. Y comienza a escribirles oraciones a otros convictos, oraciones de tono poético. Hace unas pequeñas notas, y empieza a creer que la oración en realidad no se trata de religión – es más un acto moderado de física. Es la fuerza de voluntad sobre el universo. No necesariamente tiene que dirigirse hacia alguna deidad en particular. Así que empieza a hacer anotaciones sobre el proceso, se las muestra a su profesor de escritura en la prisión, el profesor las envía a un agente, es publicado, sale de la cárcel, se casa con una mujer, va a Arizona y se vuelve increíblemente famoso porque el libro es comprado como una especie de hito de la nueva era. También tiene un cierto tono literario, así que se vende en los dos frentes. Se convierte en una figura de un culto. Su nombre es Wardlin, y se crea un culto de personas que se llaman a sí mismas Wardlingites, vestidas como “El Señor de la Soledad”, un personaje reiterativo en una de sus oraciones. Lo que pasa en el libro es que tal vez este personaje de hecho se manifiesta. En realidad la historia es sobre fama y cómo ésta afecta a las personas. Es sobre una cantidad de cosas extrañas. No estoy seguro. Simplemente me gusta la historia del sujeto. Me gusta el personaje, un alma imperturbable que trata de cambiar y que podría lograrlo o no. 

Un proceso de escritura similar ocurrió en mi novela Lousiana Breakdown. Escribi algunas páginas al inicio, como usualmente hago, y luego me detuve para saber qué estaba pasando. Creo que la sincronicidad de la idea de un colapso general, el auto, los personajes, la cultura del pueblo, la ecología, es lo que me atrajo y disparó el resto de la historia. Me gusta el reto de unir todo esto sin sermonear. En otro nivel, la idea de la historia era secundaria al lenguaje. Disfruté los sabores musicales de la prosa, los toques poéticos, y las imágenes que me estaban surgiendo. Así que principalmente el vernáculo cuasi-místico de esas primeras páginas fue lo que dictó los temas. La idea salió de un amigo que estaba conduciendo, viendo algunas ventas de garaje y encontró un gran montón de cosas en una (incluyendo una batería) con un letrero que decía: Todo se debe ir – 150 dólares. Le dice al tipo que vende que le da 100 dólares sólo por la batería, pero el tipo dice: “No, todo o nada”. Entonces mi amigo le da el dinero y empieza a meter las cosas en su camioneta. Justo antes de terminar, el tipo sale de su casa cargando una caja y dice: “mire, llévese también esto”. Mi amigo llega a su casa y mira la caja. Es una lámpara con lo que parece ser una pantalla de pergamino y pequeños pompones colgando. El pergamino se siente extraño, así que lo hace revisar y resulta que es piel humana. Descubre que el tipo que se lo vendió es un yonqui conocido por haberse quedado dormido en medio del Huracán Katrina. Él y su esposa se inyectaron justo cuando estaba golpeando la tormenta y cuando se despertaron el barrio estaba inundado y la mitad de la gente muerta. Ese es el inicio de la historia. Mi amigo continúa tratando de rastrear el origen de la lámpara, y la historia evoluciona diariamente, involucrando (entre otras cosas) a un músico famoso, el mito del Fausto, y elementos incluso más sorprendentes. Pero es carácterístico del tipo de historias y personajes que veo cuando estoy allá. Todos en Lousiana parecen saber cómo contar una historia. Y si eres escritor, eso te encanta.

La gran diferencia entre mis escritos de hace 20 años y los de ahora es que ya no escribo tantas historias terribles. He aprendido a no irme por los caminos errados. Soy más preciso con mi lenguaje y tengo una paleta emocional más grande. Uso menos adjetivos, y he aprendido a usar adverbios. Ya no escribo de una forma tan descriptiva (hay menos énfasis en los detalles sensoriales) pero es por elección, y he mejorado mucho en la evocación de matices psicológicos. De ahí que haya aumentado la definición de mis personajes y haya disminuido la descripción de dónde están en un momento dado.

Siempre he tenido una meta: escribir algo que dure más que yo. Sigo trabajando en eso. Actualmente estoy escribiendo una novela sobre vampiros que en realidad no tiene vampiros y que espero que se gane el Premio Nobel. Lo anterior pudo ser un chiste, en caso de que se lo estén preguntando.

Lucius Shepard ha ganado los premios World Fantasy Award, Hugo, Nebula, Sturgeon, Locus, entre otros. Su más reciente libro, The Best Of Lucius Shepard, es una retrospectiva de algunos de los mejores cuentos que ha escrito en su carrera. Es el autor de El Cazador de Jaguares, Dorada, Vida en Tiempo de Guerra, Softspoken, A Handbook of American Prayer, Trujillo, Eternity and Other Stories, entre otras novelas y cuentos, y escribe en el blog theinferior4+1 que comparte con los escritores Paul di Fillipo, Liz Hand y Paul Witcover.

Referencias: 

ActuSF  le site web de l’actualité de la science fiction

Jayme Blaschke, Interview: Lucius Shepard, January 2004, Strange Horizons

Bibliophile Stalker

– Blog: theinferior4+1

The Nebula Awards – Lucius Shepard Interview, 2008

SCIFI Channel – Lucius Shepard travels to The Ends of the Earth and lives to tell the tales

Locus Magazine – Lucius Shepard: Landscapes

[Texto preparado por Hernán Ortiz para el Encuentro Fractal’09]
[Nota: Lucius Shepard finalmente no pudo asistir al encuentro por sugerencias de su doctor, ya que tenía una fuerte neumonía]

(fractal 09) Conoce a: Bruce Sterling

Una biografía de Bruce Sterling debería ser en tiempo real, geolocalizando al escritor, porque aunque todas sus biografías dicen que vive en Austin, Texas, la verdad es que él casi nunca está en Austin, Texas. Recientemente estuvo en Belgrado, Torino, Korea y Barcelona, y pronto regresará a Austin, antes de venir en marzo a Medellín.

Bruce Sterling, uno de los fundadores y el principal promulgador ideológico del movimiento cyberpunk, ahora es más reconocido por sus elocuentes charlas sobre el futuro. Visionario, crítico, futurista y teórico, busca revelar la tecnología de una época globalizada y cada vez más extraña por medio de una literatura que, en sus propias palabras, es “ciencia ficción que sólo pudo haber sido escrita en el siglo XXI”.

Bruce Sterling, junto a William Gibson y Neal Stephenson, pertenece a un grupo de escritores cuyo conocimiento del zeitgeist cultural y científico dota sus trabajos de una gran verosimilitud. Bruce Sterling comprende el presente y futuro de la tecnología en un nivel que le permite hacer afiladas predicciones sobre los medios de comunicación, la industria, el entretenimiento y el consumo de la tecnología. En una reciente conferencia en Austin, Texas, dirigida a desarrolladores de juegos, Bruce Sterling, o mejor, un alumno suyo que vive en el año 2043, habló sobre el futuro del entretenimiento. El supuesto alumno viajó en representación del Dr. Sterling que, a sus 89 años, era demasiado frágil para entrar a una máquina del tiempo, y procedió a dar una estupenda charla sobre el futuro de los videojuegos. El resultado final es similar al que dejan sus cuentos y novelas — la sensación de haber leído la correspondencia de un viajero en el tiempo.

Cuando nació en Brownville, Texas, su mamá era enfermera y su papá estudiaba ingeniería mecánica en la Universidad de Texas. Años después su papá se graduó y tuvieron que mudarse a Galvaston por un empleo que le ofrecieron en una empresa de petróleo. La ciencia ficción llegó a Bruce Sterling en el colegio, y fue un descubrimiento que lo afectó profundamente. “[La ciencia ficción] fue el más grande antídoto mental para el colegio que pude encontrar”, dijo en una entrevista realizada en 1994 por Electronic Learning Magazine. “De hecho, cuando realmente descubrí la ciencia ficción mis notas bajaron drásticamente. Era una señal de que mi intelecto estaba despertándose por primera vez en mi vida”. A los doce años empezó a escribir sus primeras historias, y a los quince su familia volvió a mudarse, esta vez al sur de India, donde su papá ayudó a diseñar una planta de fertilizantes. Por dos años y medio, estudió y viajó por toda la región, algo que consideró muy formativo para su vida. En una entrevista realizada por el Dallas Morning News en 1997, dijo: “si miras a los escritores de ciencia ficción, encontrarás que es muy común que hayan pasado mucho tiempo en otra sociedad”. Y luego volvió a los Estados Unidos para estudiar periodismo, con la esperanza de ser un divulgador científico. La ciencia ficción seguía acompañándolo: entró al club de ciencia ficción de la universidad, se unió a un inexperto grupo de escritores amateurs de ciencia ficción: The Turkey City Writer’s Workshop y empezó a enviarle historias al aclamado escritor Harlan Ellison, quién quedó impresionado con su trabajo.

Ellison publicó la primera novela de Sterling, Involution Ocean (1977), como parte de su colección Discovery Series. Se trata de un romance planetario que escribió Sterling a los 23 años y que más tarde repudiaría, diciendo en entrevistas que se estaba haciendo pasar por un “escritor tosco y ahogado en drogas de la Nueva Ola Británica, como los que escribían en la revista New Worlds, pero en realidad era un estudiante universitario”. La novela fue bien recibida y rápidamente olvidada, debido al período de estancamiento de la ciencia ficción de la época. La segunda novela de Bruce Sterling, El Chico Artificial (1980), está cargada elementos que se convirtieron en un rasgo distintivo del autor: cultura pop, alta tecnología, medios de comunicación y conflictos generacionales entre jóvenes e inmortales. Una frase de la novela, “es difícil que alguien de doscientos años reconozca la adultez de alguien de dieciocho”, podría ser una referencia a la frustración que sentían los jóvenes escritores de aquella época al permanecer opacados por los aparentemente inmortales Asimovs, Heinleins, Clarkes y Nivens. De 1983 a 1986, la meta de Bruce Sterling fue sacudir el género de su estancamiento y revitalizarlo. Bajo el pseudónimo de Vincent Omniaveritas, y en una manifestación punk cargada de energía joven, publicó la polémica revista Cheap Truth, fotocopiada y distribuida sin derechos de autor. En ella se podían leer fuertes críticas a las múltiples secuelas de La Fundación de Asimov, y a cansadas novelas de los maestros de siempre: Pournelle, Niven y Heinlein (“¿Cuántos libros aburridores, mediocres y poco originales toleraría un lector, y cuántos seguiría comprando, esperanzado en encontrar uno que estimulara su imaginación?). También escribió diatribas contra librerías y editoriales, mostró entusiasmo con la ciencia ficción soviética, elogió autores de la Nueva Ola (Michael Moorcock, Thomas Disch, y Barrington J. Bayley), sugirió clásicos que pasaron por alto (Robert W. Chambers y Clark Ashton Smith), recomendó revistas como Fantasy and Science Fiction e Interzone, e introdujo una nueva generación de escritores que estaban revitalizando el género. En su último número, Vincent Omniaveritas dijo: “con Cheap Truth queda demostrado que cualquiera puede hacerlo; sólo necesita algo qué decir y una fotocopiadora”.

Ese mismo año Bruce Sterling editó Mirrorshades (1986), la afamada antología que ayudó a definir el movimiento cyberpunk, y en la que participó toda una nueva generación de escritores: William Gibson, Pat Cadigan, John Shirley, Greg Bear y Lewis Shiner –publicados en Cheap Truth–, y otros autores como Tom Maddox, Rudy Rucker, Marc Laidlaw, Paul Di Filippo y James Patrick Kelly. La inclusión de este último autor en la antología fue toda una sorpresa; James Patrick Kelly junto a John Kessel se consideraban escritores “humanistas”, movimiento con una filosofía opuesta al cyberpunk. De hecho, John Kessel y Bruce Sterling tuvieron un intenso debate al respecto, y en el libro Rewired, the Post-Cyberpunk Anthology (2007) –editado por Kelly y Kessel– fue publicada gran parte de esta correspondencia. En fractal’09, por primera vez en la historia, los tres editores compartirán el mismo escenario.

En la introducción a Mirrorshades, Bruce Sterling dice que “el esfuerzo literario cyberpunk tiene su paralelo en la cultura pop de los ochenta: en los videos de rock, en el submundo de los hackers, en la tecnología callejera del hip-hop y de la música scratch, en el rock de sintetizador de Londres y Tokio. Este fenómeno o dinámica tuvo un alcance global. Y el cyberpunk es su encarnación literaria”. En la misma introducción, Sterling menciona los temas más frecuentes del cyberpunk: la invasión del cuerpo con miembros protésicos, los circuitos implantados, la cirugía plástica o alteración genética, interfaces mente-computador, inteligencia artificial, neuroquímica, y en definitiva, las técnicas que redefinen radicalmente la naturaleza humana, la naturaleza del yo. Las historias de Bruce Sterling incluidas en Mirrorshades fueron escritas en compañía: Mozart con Gafas de Espejo –una sátira sobre la explotación corporativa del tercer mundo, y robo de arte a través de viajes en el tiempo– fue escrita con Lewis Shiner, y Estrella Roja, Órbita Invernal –metáfora del ideal cyberpunk, donde una nueva generación de colonizadores independientes toman el control de un deteriorado satélite patrocinado por el estado y le salvan la vida al ultimo habitante de la agonizante estación especial soviética– fue escrita con William Gibson.

Y mientras el movimiento cyberpunk estaba en pleno apogeo, Bruce Sterling escribía los cuentos Formador/Mecanicista, ubicados alrededor de la “Guerra Fría” entre los Formadores (que creen que el futuro de la humanidad yace en las mejoras genéticas y biológicas) y los Mecanicistas (que creen que el progreso humano yace en las mejoras cibernéticas), ambos bandos sin moralidad, motivados por un conflicto generacional. Estos cuentos, publicados en la colección Crystal Express (1989), fueron gran influencia para otros escritores del género (Charles Stross, Cory Doctorow y Alistair Reynolds), y fueron la base de la novela Cismatrix (1985). Años después, la novela y todos los cuentos del mundo Formador/Mecanicista se publicarían en la colección Schismatrix Plus (1996), compilación de un trabajo que empieza a develar una de las grandes fortalezas de Bruce Sterling: su habilidad para explorar cómo las nuevas tecnologías interactúan con las realidades del ser humano: el deseo, el amor y la voluntad de encontrarse a sí mismo; paradójicamente, un acercamiento “humanista” a la ciencia ficción.

Y con este mismo tono llegó Islas en la Red (1988), novela ganadora del premio John W. Campbell, ubicada en los aparentemente pacíficos 2020s, donde caritativas corporaciones de redes globales proveen todos los servicios de un estado a cambio de trabajo (el lema de la “democracia económica” de Rizome, una de las grandes corporaciones, es: “Aquí no tenemos trabajos, sólo cosas qué hacer y gente que las hace”). Pero la red global tiene sus consecuencias: los hackers tercermundistas tienen el control de la información, y uno de ellos es asesinado en medio de una reunión auspiciada por Rizome. Laura, la protagonista, es empujada al bajo mundo y trata de evitar que se desencadene una posible “guerra de información”.

Y llegamos a los años noventa, donde el mundo digital de los cyberpunks se manifiestaba en el mundo real. El término “ciberespacio”, acuñado por William Gibson en Neuromante (la emblemática novela cyberpunk), empezaba a hacer parte de la cultura popular. Internet era la gran noticia mediática. Los computadores se infiltraban en todas las empresas y el gobierno. La cultura pop se apropiaba del cyberpunk (películas, comics, videos musicales) mientras la literatura se despedía de él. Y en 1990, cuando el gran público anglosajón buscaba en librerías y bibliotecas las novelas de Gibson y Sterling, estos autores habían cambiado sus gafas de espejo por monóculos. Habían co-escrito La Máquina Diferencial, novela de un mundo alternativo donde los autores exploraron las innovaciones que ocurrieron durante la revolución de Internet, situándolas a finales del siglo XIX. Estas historias alternativas del pasado (generalmente la era victoriana inglesa) con elementos de alta tecnología, fantásticos o de ciencia ficción, y una relación adversa con la realidad consensual, se conocería como steampunk, género que recientemente ha inundado el diseño, los videojuegos, la animación, los comics y el cine.

Bruce Sterling también es reconocido por sus ensayos y textos de no-ficción. En 1992, luego de que el gobierno de los Estados Unidos lanzara una intensa búsqueda nacional contra los hackers, Sterling sintió la necesidad de poner en práctica su profesión de periodista y publicó La Caza de Hackers: Ley y Desorden en la Frontera Electrónica (en 1994 lo liberó para Internet), mítico libro donde el autor narra importantes eventos de la subcultura hacker –donde la ley colisionaba con la tecnología– ocurridos a principios de los años noventa: la Operación Sundevil, las guerras virtuales en Legion of Doom, la redada que le hicieron a Steve Jackson Games, el juicio a Knight Lightning (uno de los miembros originales de la revista Phrack) y la formación de la Electronic Frontier Foundation. El libro también incluye un perfil de Emmanuel Goldstein (editor de la revista 2600: The Hacker Quarterly), Mitch Kapor, John Perry Barlow, entre otros. En 1993 Bruce Sterling testificó ante el Subcomité de Telecomunicaciones y Finanzas de los Estados Unidos sobre los efectos a largo plazo de la Red Nacional de Investigación y Educación. Durante el discurso se hizo pasar por “Bob Smith”, un administrador de redes del año 2015, pero cuando terminó su exposición respondió las preguntas como el aclamado novelista de ciencia ficción Bruce Sterling. En 2002 publicó su segundo libro de no-ficción: Tomorrow Now, Envisioning the Next 50 Years, un acercamiento desde la ciencia popular a la futurología, con ensayos que muestran las ideas tecnológicas, políticas y culturales que hay detrás de su ficción.

El mismo año de La Caza de Hackers publicó la colección de cuentos Globalhead (1992), en la que se destacan las historias Jim & Irene, We See Things Differently, The Moral Bullet (co-escrita con John Kessel) y Dori Bangs. Y luego publicó tres novelas: Heavy Weather (1994), sobre aventureros científicos tecno-hippies cazadores de tormentas y tornados energizados por el efecto invernadero; El Fuego Sagrado (1996) –nominada en 1997 a los Premios Hugo como Mejor Novela– sobre una médica-economista de 94 años que, gracias a técnicas radicales de prolongación de la vida, se somete a un tratamiento que regresa su cuerpo a los veinte años y sufre una crisis de identidad cuando se da cuenta que es una nueva persona y que la vieja ya no existe, en un futuro cercano dominado por una gerontocracia donde la biomedica es la mayor actividad industrial, y los jóvenes casi no tienen oportunidades; y Distracción (1998) –ganadora del Premio Arthur C. Clarke del año 2000– la historia de amor entre un maestro en estrategias politicas (el resultado de un experimento de clonación ilegal colombiano) y una brillante investigadora (Premio Nobel de neurología) que pelean contra un gobernador loco de Lousiana por el control de un complejo científico de alta tecnología, en un Estados Unidos del año 2044 que cae en picada: peligra la economía, el dólar se desploma, el gobierno está quebrado y pierde importancia, y gran parte de la población es nómada y no tiene empleo fijo. Una novela con la que Bruce Sterling demostró su maestría en la ciencia ficción política del futuro cercano.

Al año siguiente publicó la colección de cuentos A Good Old Fashioned Future (1999), con historias como Bicycle Repairman –ganadora del Premio Hugo en 1997 y reimpresa en el libro Rewired: the Post-Cyberpunk Anthology–, Maneki Neko (sobre computación ubicua y la economía del don), Taklamakan –ganadora del Premio Hugo y del Premio Hayakawa en 1999– y Big Jelly (co-escrita con el matemático Rudy Rucker). Luego publicó otras dos novelas: Zeitgiest (2000), parodia del pop y la geopolítica donde G-7, una banda tipo Spice Girls cuyo público objetivo son mujeres del tercer mundo jóvenes y desesperadas por creer en el estilo de vida glamoroso de las naciones más ricas (con la idea de no vender música sino accesorios: bolsos, perfumes, brazaletes, ropa) hace un tour en el Oriente Medio bajo la dirección del embaucador Leggy Starlitz en un mundo donde los gadgets, las comunicaciones globales y la manipulación de los medios han cambiado el ritmo de vida, y luego las cosas se ponen raras: las chicas de G-7 empiezan a morir, los personajes empiezan a referirse explícitamente a su propósito en la narrativa, y uno de los asociados de Leggy conspira para romper la regla más sagrada de G-7: que toda la empresa debe finalizar con el Y2K; y The Zenith Angle (2004), techno-thriller sobre un experto en seguridad informática que se va a trabajar con el gobierno de los Estados Unidos para acabar con el terrorismo post-9/11. Y luego llegó Visionary in Residence (2006), una colección de cuentos dividida por temas: ciencia ficción, ficción sobre ciencia, ficción para científicos, ficción de arquitectura, ficción de diseño, ficción mainstream, del cyberpunk al ribofunk y el pasado es un futuro que ya sucedió, con historias como The Scab’s Progress (co-escrita con Paul Di Filippo), Junk DNA (co-escrita con Rudy Rucker), In Paradise (amor por medio de costosos celulares finlandeses que hacen traducciones en tiempo real), User Centric (e-mails corporativos entre un equipo que lanza un nuevo producto y la historia de una extraña pareja que no se sabe si es real), Code (geek de computadores enfrentado a la más problemática de todas las criaturas, una mujer) y The Blemmye’s Stratagem (una abadesa y un asesino que trabajan para un hombre que sólo puede ser un extraterrestre).

The Caryatids (2009) es su más reciente novela. Aún no ha sido publicada (estará disponible a partir del 24 de febrero), pero en la descripción del website de la editorial Del Rey dice que se ubica en el año 2060, cuando el medio ambiente del planeta Tierra se ha degradado, y la humanidad se ha dividido en tres esferas de influencia: Dispensation, ubicada en los Angeles, donde el entretenimiento y el capitalismo se han fusionado con la más avanzada tecnología; Acquis, un colectivo ecologista que usa tecnología neurológica invasiva para crear una red utópica, y China, la única nación superviviente, que ha prosperado por medio de la reducción despiadada de su propia población. Las Caryatids –cuatro hijas de una mamá monstruosa, clones supervivientes de un loco genio balcánico y buscado criminal de guerra, ahora resguardado y seguro, sin posibilidad de extradición en una estación espacial en órbita– son: Radmila, una estrella de Dispensation, decidida a olvidar su pasado construyendo un brillante e imborrable futuro; Vera, una funcionaria en Acquis dedicada a recuperar su hogar, la isla croata de Mljet, de una polución catastrófica; Sonja, una especialista médica en China, reconocida por arriesgarse desinteresadamente para ayudar a los otros; y Biserka, una red de terroristas compuesta por ella misma. Las cuatro “hermanas” sólo están unidas por el odio a su madre y por el odio a ellas mismas. Cuando hay evidencia de un inminente cataclismo ambiental, Dispensation envía a su más grande estadista, John Montgomery Montalban, esposo de Radmila, y amante de Vera y Sonja, para reunir a las Caryatids en un audaz plan para salvar el mundo. El escritor y activista Cory Doctorow dice que The Caryatids “no sólo es una novela, es un mapa de carreteras para la reconciliación pacífica de la humanidad con nuestra loca y descontrolada tecnología.” Bruce Sterling dice en su blog Beyond the Beyond que The Caryotids, junto con su cuento Kiosk (finalista de los Premios Nebula 2007), son producto de un esfuerzo de ocho años por escribir una ciencia ficción genuina para este siglo.

Durante esos ocho años también se dedicó a pensar en el futuro del diseño de objetos. Y ahora, aunque en casi todas las charlas afirma que solo es un escritor de ciencia ficción, en realidad es uno de los más importantes teóricos del futuro del diseño industrial. Recientemente fue curador del SHARE Digital Culture Festival en Torino, Italia. En 2003 fue profesor del European Graduate School, donde enseñó cursos intensivos de verano sobre medios de comunicación y diseño, y en 2005 fue “visionario en residencia” del Art Center College of Design en Pasadena, California. El producto de su estadía fue el libro Shaping Things (2005), publicado por MIT Press, un ensayo de 150 páginas sobre diseño, objetos, y su visión de cómo la humanidad cambiará de una era de productos y gizmos a una era de spimes. Los spimes son una creación conceptual de Bruce Sterling: dispositivos tecnológicos localizados con precisión en el espacio y el tiempo por medio de tecnologías RFID y GPS, que permiten rastrear su historial de uso, tener identidad e interactuar con el mundo. Bruce Sterling acuñó el neologismo spime, así como Buckyjunk (deshechos de un consumidor del futuro difíciles de reciclar y compuestos de nanotubos de carbono), desastre Wexelblat (desastre ocasionado por un desastre natural que dispara un fallo secundario y más prejudicial de la tecnología humana) y Slipstream (un tipo de ficción especulativa que está entre la ciencia ficción, la fantasía, y la literatura mainstream). Acuñar neologismos es uno de sus hábitos. Otro de sus hábitos es escribir manifiestos.

Escribió el manifiesto del Dead Media Project (que fue reescrito para Sound Unbound (2008), libro recientemente publicado por MIT Press), un proyecto que consiste en “notas de investigación” sobre tecnologías muertas de medios, desde el quipu inca, pasando por el fenaquistiscopio victoriano, hasta los difuntos videojuegos y computadores personales de los 80s. Escribió el manifiesto para el Viridian Design Movement con el fin de crear un movimiento de diseño “verde”, un diseño con mucho estilo, de alta tecnología y ecológicamente sano, que ayudó a engendrar el popular blog medioambiental Worldchanging. Y recientemente escribió un manifiesto sobre steampunk.

Y como este es el perfil de un escritor de ciencia ficción, llegó el momento de hablar sobre el futuro cercano: Bruce Sterling participará en el Encuentro Fractal’09. Hablará sobre la Internet de las Cosas y Spimes, y se unirá a James Patrick Kelly y John Kessel en una charla sobre cyberpunk y post-cyberpunk. Fractal’09 se realizará del 4 al 8 de marzo de este año en el Jardín Botánico, entrada libre.

Además de lo mencionado, Bruce Sterling escribe críticas de diseño, columnas de opinión e introducciones a libros que varían de Ernst Jünger a Julio Verne. Es editor colaborador de la revista Wired y columnista de la revista MAKE. Ha aparecido en los programas Nightline de ABC, The Late Show de BBC, Morningside de CBC, en MTV y TechTV, y en Times, Newsweek, The Wall Street Journal, the New York Times, Fortune, Nature, I.D., Metropolis, Technology Review, Der Spiegel, La Repubblica, entre otros.

Referencias:

– The Internet: A Historical Encyclopedia (vol. 3), Moschovitis Group, 2005. ABC-CLIO.

– Rewired: the Post-Cyberpunk Anthology (2007), James Patrick Kelly, John Kessel. Tachyon Publications.

– Mirrorshades: The Cyberpunk Anthology (1986), Bruce Sterling. Ace Books.

Up Against The Wall, Heinlein!, A Bruce Sterling profile, Patrick Hudson

– Bruce Sterling, Wikipedia

[Texto preparado por Hernán Ortiz para el Encuentro Fractal’09]

[Nota: Bruce Sterling finalmente no pudo asistir al encuentro por problemas de Visa de su esposa Jasmina Tešanović; sin embargo, envió el siguiente video]

[Más información sobre Bruce Sterling: Conferencia en el Innovationsforum Interaktionsdesign, Alemania]


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HERNÁN ORTIZ. Co-fundador de encuentro Fractal y Proyecto Líquido. Trabajo con historias. E-mail: hernan (arroba) proyectoliquido.net
Twitter: @hernanpl

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