“El Sombrero del Especialista” por Kelly Link

Cuento bajo licencia Creative Commons (Attribution-NonCommercial-ShareAlike 2.5) por Kelly Link 1998

Traducción: Hernán Ortiz y Viviana Trujillo
Versión original (en inglés): “The Specialist Hat”, del libro Stranger Things Happen
Presentado en Descarga

1401669_10152036759162214_1567620958_o“Cuando estás Muerta,” dice Samantha, “no tienes que lavarte los dientes…”
“Cuando estás Muerta,” dice Claire, “vives en una caja, y siempre está oscuro, pero nunca tienes miedo.”
Claire y Samantha son gemelas idénticas. Su edad combinada es de veinte años, cuatro meses y seis días. Claire es mejor Muerta que Samantha.
La niñera bosteza, cubriendo su boca con una larga mano blanca. “Dije que se lavaran los dientes y se fueran a la cama,” dice. Se sienta con las piernas cruzadas sobre el cubrecamas de flores, entre ellas dos. Les ha estado enseñando un juego llamado Lanzar para el que se necesitan tres juegos de cartas, uno para cada una de ellas. Al de Samantha le falta la jota de pica y el dos de corazones, y Claire sigue haciendo trampa. De todas formas la niñera gana.  En sus brazos todavía hay manchas de crema de afeitar seca y papel higiénico. Es difícil calcular su edad — al principio pensaron que debía ser adulta, pero ahora no parece mayor que ellas. Samantha había olvidado el nombre de la niñera.
Claire es testaruda. “Cuando estás Muerta,” dice, “te quedas despierta toda la noche.”
“Cuando estás muerta,” dice bruscamente la niñera, “siempre hace mucho frío y está húmedo, y tienes que estar muy, muy quieta o sino te atrapará el Especialista.”
“Esta casa está encantada,” dice Claire.
“Lo sé,” dice la niñera. “Solía vivir aquí.”
       
Algo está arrastrándose hacia arriba por las escaleras,
Algo está de pie al otro lado de la puerta,
Algo está gimiendo, está gimiendo en la oscuridad;
Algo está susurrando bajo el piso.

Claire y Samantha están pasando el verano con su papá, en una casa llamada Ocho Chimeneas. Su mamá está muerta. Ha estado muerta exactamente 282 días.
Su papá está escribiendo la historia de Ocho Chimeneas y del poeta Charles Cheatham Rash, que vivió aquí en el cambio de siglo y se fugó hacia el mar cuando tenía trece años, y regresó a los treinta y ocho. Se casó, tuvo un hijo, escribió tres volúmenes de una poesía mala y oscura, y una novela todavía peor y más oscura, El que Está Observándome a Través de la Ventana, antes de desaparecer otra vez en 1907, esta vez para siempre. El papá de Samantha y Claire dice que parte de la poesía de hecho es bastante interesante y que la novela al menos no es muy larga.
Cuando Samantha le preguntó por qué estaba escribiendo sobre Rash, respondió que nadie lo había hecho, y que por qué no iba a jugar afuera con Samantha. Cuando ella le dijo que era Samantha, él sólo frunció el ceño y preguntó cómo podía esperar que distinguiera quién era quién cuando ambas tenían jeans y camisas de algodón, ¿y por qué una no se puede vestir completamente de verde y la otra de rosado?
Claire y Samantha prefieren jugar adentro. Ocho Chimeneas es tan grande como un castillo, pero más polvoriento y oscuro que los castillos que se imagina. Hay más sofás, muñecas de porcelana con los dedos astillados, menos armaduras. Ningún foso.
La casa está abierta al público, y, durante el día, la gente —familias— recorre la Avenida Blue Ridge y se detiene para recorrer el terreno y el primer piso; el tercer piso pertenece a Claire y Samantha. A veces juegan a ser exploradoras, y otras siguen al guía en los recorridos para visitantes. En unas cuantas semanas se aprendieron el discurso y ahora lo vocalizan junto a él. Lo ayudan a vender postales y ejemplares de la poesía de Rash a las familias de turistas que entran en la pequeña tienda de regalos.
Cuando las madres les sonríen y dicen lo dulces que son, apartan la vista y no dicen nada. La débil luz de la casa hace que las madres parezcan pálidas y parpadeantes y cansadas. Dejan Ocho Chimeneas, madres y familias, viéndose no tan reales como eran antes de pagar sus entradas y, por supuesto, Claire y Samantha nunca las verían de nuevo, así que tal vez no eran reales. Mejor quédense dentro de la casa, quieren decirles a las familias, y si tienen que irse, entonces vayan directamente a sus automóviles.
El guía dice que los bosques no son seguros.
Su papá permanece en la biblioteca en el segundo piso durante toda la mañana, escribiendo, y por las tardes hace largas caminatas. Se lleva su grabadora de periodista y una licorera de bolsillo de Gentleman Jack, pero no a Samantha y Claire.
El guía de Ocho Chimeneas es el señor Coeslak. Su pierna izquierda es notablemente más corta que la derecha. Usa un tacón alto. Pelo corto y negro crece en sus orejas y sus fosas nasales, y no hay pelo en su coronilla, pero le ha dado permiso a Samantha y Claire para explorar toda la casa. Fue el señor Coeslak quien les dijo que hay víboras venenosas en el bosque, y que la casa está encantada. Dice que todos ellos, fantasmas y serpientes, andan de muy mal humor, y que Samantha y Claire deben quedarse en los senderos marcados, y lejos del ático.
El señor Coeslak puede distinguir a las gemelas, aún cuando su propio papá no puede; los ojos de Claire son grises, como el pelo de un gato, dice, pero los de Samantha son grises, como el océano cuando ha estado lloviendo.
Samantha y Claire fueron a caminar por el bosque dos días después de su llegada a Ocho Chimeneas. Vieron algo. Samantha pensó que era una mujer, pero Claire dijo que era una serpiente. La escalera que lleva al ático ha estado cerrada con llave. Espiaron por el ojo de la cerradura, pero estaba demasiado oscuro para ver algo.

Y entonces él tuvo una esposa, y decían que era muy bonita. Había otro hombre que quería irse con ella, y primero ella no quiso, porque le tenía miedo a su esposo, pero luego sí. Su esposo los descubrió, y dicen que mató a una serpiente y tomó parte de la sangre de esa serpiente y la mezcló con whisky, y se la dio a ella. Le había aprendido a un isleño que estuvo con él en un barco. Y como en seis meses a ella se le crearon serpientes que vivían entre su carne y su piel. Y dicen que se podían ver subiendo y bajando por sus piernas. Dicen que la parte superior de su cuerpo estaba vacía, y que continuó así hasta que se murió. Ahora mi papá dice que fue testigo.

—UNA HISTORIA ORAL DE OCHO CHIMENEAS
 
Ocho Chimeneas fue construida hace más de doscientos años. Se llama así por las ocho chimeneas que se ven desde afuera. En cada piso hay ocho chimeneas de ladrillo rojo, lo que da un total de venticuatro, cada una suficientemente grande para que quepan Samantha y Claire. Samantha imagina que los cañones de las chimeneas se estiran como troncos de árboles robustos y rojos, hasta el techo de la casa. Junto a cada chimenea hay un soporte de hierro para leña, negro y pesado, y un juego de atizadores de hierro forjado con forma de serpiente. Claire y Samantha fingen duelos con los atizadores-serpiente junto a la chimenea de su habitación en el tercer piso. El viento sube por la parte de atrás de la chimenea. Cuando ellas meten sus caras, pueden sentir el aire húmedo apresurándose hacia arriba, como un río. El tiro de la chimenea huele a viejo, a hollín y a humedad, como las piedras de un río.
Antes su habitación era el cuarto de juegos. Duermen juntas en una cama con dosel que parece un barco con cuatro mástiles. Huele a naftalina, y Claire patea dormida. Charles Cheatham Rash durmió aquí cuando era niño, y también su hija. Ella desapareció con su padre. Pudo haber sido por deudas de juego. Pudieron haberse ido para Nueva Orleáns. Ella tenía catorce años, dijo el señor Coeslak. Cuál era su nombre, preguntó Claire. Qué le sucedió a su madre, quiso saber Samantha. El señor Coeslak cerró los ojos casi en un guiño. La señora Rash había muerto un año antes de que su esposo e hija desaparecieran, dijo él, por una enfermedad misteriosa que la consumió. Él no puede recordar el nombre de la pobre niña, dijo.
Ocho Chimeneas tiene exactamente cien ventanas, todas aún con los vidrios originales ondulados soplados a mano. Con tantas ventanas, piensa Samantha, Ocho Chimeneas siempre debería estar llena de luz, pero en su lugar los árboles están tan cerca de la casa que las habitaciones del primer y segundo piso –incluso las habitaciones del tercero — son verdes y oscuras, como si Samantha y Claire estuvieran viviendo en las profundidades del mar. Esa es la luz que convierte a los turistas en fantasmas. Por la mañana se forma una neblina alrededor de la casa que vuelve al anocher. A veces es gris como los ojos de Claire, y a veces es gris como los ojos de Samantha.

Conocí a una mujer en el bosque,
Sus labios eran dos serpientes rojas.
Me sonrió, sus ojos eran lascivos
Y quemaban como el fuego.

Hace algunas noches, el viento estaba suspirando en la chimenea del cuarto de juegos. Su papá ya las había llevado a dormir y había apagado la luz. Claire desafió a Samantha a que metiera la cabeza en la chimenea, en la oscuridad, y así lo hizo. El aire frío y húmedo lamió su cara y casi sonaba como si hubiera voces hablando en voz baja, en murmullos. No pudo descifrar lo que decían.
El papá ha ignorado casi todo el tiempo a Claire y a Samantha desde que llegaron a Ocho Chimeneas. Él nunca menciona a la mamá. Una noche lo escucharon gritando en la biblioteca, y cuando bajaron las escaleras, había una gran mancha pegajosa sobre el escritorio, donde se había derramado una copa de whisky. Estaba mirándome, dijo, a través de la ventana. Tenía ojos anaranjados.
Samantha y Claire se esforzaron por no decirle que la biblioteca queda en el  segundo piso.
Por las noches, el aliento de su papá ha estado dulce por la bebida, y está pasando más y más tiempo en el bosque, y menos en la biblioteca. En la comida, casi siempre perros calientes y arvejas cocidas en lata, que comen en platos desechables en el comedor del primer piso, bajo la lámpara de araña austriaca (que tiene exactamente 632 lágrimas de cristal emplomado), su papá recita poesía de Charles Cheatham Rash, que no es interesante para Samantha ni para Claire.
Él ha estado leyendo los diarios de viaje que escribió Rash, y dice que descubrió en ellos la prueba de que el poema más famoso de Rash, “El sombrero del Especialista,” no es para nada un poema, y de todas formas Rash no lo escribió. Es algo que solía decir uno de los hombres del ballenero para atraer a una ballena. Rush simplemente lo copió, le puso un final y dijo que era suyo.
El hombre era de Mulatuppu, un lugar del que nunca habían oído hablar ni Samantha ni Claire. Su papá dice que se suponía que el hombre era una especie de mago, pero se ahogó poco después de que Rash regresara a Ocho Chimeneas. Su papá dice que los otros marineros querían arrojar el baúl del mago por la borda, pero Rash los convenció para que lo mantuvieran hasta que él pudiera desembarcar, con el baúl, en la costa de North Carolina.   

El sombrero del especialista hace un ruido como de agouti;
El sombrero del especialista hace un ruido como de pecarí de collar;
El sombrero del especialista hace un ruido como de pecarí de labios blancos;
El sombrero del especialista hace un ruido como de tapir;
El sombrero del especialista hace un ruido como de conejo;
El sombrero del especialista hace un ruido como de ardilla;
El sombrero del especialista hace un ruido como de paují;
El sombrero del especialista gime como una ballena en el agua;
El sombrero del especialista gime como el viento en el pelo de mi esposa;
El sombrero del especialista hace un ruido como de serpiente;
Tengo el sombrero del especialista colgado en mi pared.

 La razón por la que Claire y Samantha tienen una niñera es que su papá conoció a una mujer en el bosque. Va a ir a verla esta noche, y harán un picnic y mirarán las estrellas. Esta es la época del año en la que se pueden ver las Perseidas, cayendo por el cielo en las noches despejadas. Su papá dijo que ha estado caminando con la mujer todas las tardes. Ella es una pariente lejana de Rash y además, dijo, necesita una noche afuera y una conversación adulta.
El señor Coeslak no permanece en la casa después del anochecer, pero accedió a  encontrar a alguien que cuidara a Samantha y Claire. Luego su papá no pudo encontrar al señor Coeslak, pero la niñera apareció exactamente a las siete en punto. La niñera, cuyo nombre no recordaba ninguna de las dos gemelas, tenía un vestido azul de algodón de mangas cortas. Tanto Samantha como Claire pensaron que ella era bonita de una forma un poco pasada de moda.
Estaban en la biblioteca con su papá, buscando Mulatuppu en el atlas de cuero rojo, cuando ella llegó. No tocó en la puerta principal, simplemente entró y luego subió las escaleras, como si supiera dónde encontrarlos.
Su papá les dio un beso de despedida, apresurado, diciéndoles que se portaran bien y que las llevaría a la ciudad el fin de semana para ver la película de Disney. Fueron hasta la ventana para observarlo caminar hacia el bosque. Ya estaba oscuro y había luciérnagas, diminutas chispas amarillentas en el aire. Cuando su papá desapareció completamente entre los árboles, se voltearon y miraron a la niñera. Ella levantó una ceja. “Bien,” dijo. “¿Qué les gusta jugar?”

Círculos en dirección contraria al sol, por las chimeneas,
Una vez, dos veces, otra vez.
Los rayos suenan como un reloj en la bicicleta;
El tic tac se traga los días de la vida de un hombre.

Primero jugaron Go Fish, luego Crazy Eights, y después convirtieron a la niñera en una momia poniéndole crema de afeitar del baño de su papá en los brazos y piernas, y  envolviéndola en papel higiénico. Es la mejor niñera que han tenido.
A las 9.30, ella intentó llevarlas a dormir. Ni Claire ni Samantha querían ir a dormir, entonces empezaron a jugar el juego de la Muerte. El juego de la Muerte es uno de imaginación que habían jugado todos los días durante 274 días, pero nunca delante de su padre o de ningún otro adulto. Cuando están Muertas, pueden hacer todo lo que quieran. Incluso pueden volar saltando desde la cama del cuarto de juegos, y sacudiendo los brazos. Algún día esto va a funcionar, si practican lo suficiente.
El juego de la Muerte tiene tres reglas.
Uno. Los números son significativos. Las gemelas tienen una lista de números importantes en una libreta verde de direcciones que perteneció a su mamá. Los recorridos del señor Coeslak han sido buena fuente de cantidades y cuentas significativas: ellas están escribiendo una historia trágica de números.
Dos. Las gemelas no juegan al juego de la Muerte delante de los adultos. Han analizado a la niñera y han decidido que ella no cuenta. Le dijeron las reglas.
La tercera regla es la mejor y la más importante. Cuando estás Muerta, no tienes que tener miedo de nada. Samantha y Claire no están seguras de quién es el Especialista, pero no le tienen miedo.
Para volverse Muertas, ellas aguantan la respiración mientras cuentan hasta treinta y cinco, que es la edad hasta la que llegó su madre, sin contar unos pocos días.
“Nunca viviste aquí,” dice Claire. “El señor Coeslak vive aquí”.
“No por la noche,” dice la niñera. “Éste era mi cuarto cuando yo era pequeña.”
“¿De verdad?” dice Samantha. Y Claire dice: “Demuéstralo.”
La niñera mira a Samantha y Claire, como si las estuviera juzgando: edad, inteligencia, valentía, estatura. Entonces asiente. El viento está en el tiro de la chimenea, y en la tenue luz del cuarto de juegos ellas pueden ver las lechosas hebras de niebla que se meten por la chimenea. “Párense en la chimenea,” les dice. “Extiendan la mano tan arriba como puedan, hay un pequeño agujero en el lado izquierdo, con una llave.”
Samantha mira a Claire, quien dice: “Tú primero.” Claire es quince minutos y algunos segundos que no contaron mayor que Samantha, por eso puede decirle a Samantha qué hacer. Samantha recuerda las voces murmurantes y se dice a sí misma que está Muerta. Va hasta la chimenea y entra agachada.
Cuando Samantha se pone de pie en la chimenea, sólo puede ver una esquina de la habitación. Puede ver los flecos de la alfombra azul desgastada, y una pata de la cama, y junto a ella, el pie de Claire, balanceándose hacia atrás y hacia adelante como un metrónomo. El zapato de Claire está desamarrado y tiene una curita en el tobillo. Todo parece muy agradable y pacífico desde el interior de la chimenea, como un sueño, y por un momento casi desea no tener que estar Muerta. Pero es más seguro, de verdad.
Extiende su mano hacia la izquierda tanto como puede, tanteando la pared granulosa, hasta que siente una hendidura. Piensa en arañas, dedos cortados y hojas de afeitar oxidadas, y mete la mano. Mantiene su mirada hacia abajo, enfocada en el rincón de la habitación y el pie nervioso de Claire.
Dentro del agujero hay una pequeña llave fría, los dientes hacia fuera. La saca y se agacha para regresar a la habitación. “No mentía,” le dice a Claire.
“Claro que no mentía,” dice la niñera. “Cuando estás Muerta, no se te permite mentir.”
“A menos que quieras,” dice Claire.

Lúgubre y horroroso golpea el mar en la playa.
Espantosa y goteante está la neblina en la puerta.
El reloj del pasillo anuncia una, dos, tres, cuatro.
La mañana no llega, no, nunca, nunca más.

Samantha y Claire han ido a acampar por tres semanas todos los veranos desde que tienen siete años. Este año su papá no les preguntó si querían ir, y después de discutirlo, ellas decidieron que así estaba bien. No querían tener que explicarles a todos sus amigos que ahora eran medio-huérfanas. Estaban acostumbradas a que las envidiaran, por ser gemelas idénticas. No querían que les tuvieran lástima.
Todavía no ha pasado un año, pero Samantha se da cuenta que está olvidando cómo se veía su mamá. No tanto la cara de su mamá sino la forma en que olía, que era algo como heno seco y algo como Chanel No. 5, y también como algo más. No puede recordar si tenía los ojos grises, como ella, o grises, como Claire. Ya no sueña con su mamá, sino con Príncipe Azul, un zaino que una vez cabalgó en la exhibición de caballos del campamento. En el sueño, Príncipe Azul no huele para nada a caballo. Huele a Chanel No. 5. Cuando ella está Muerta, puede tener todos los caballos que quiere, y todos huelen a Chanel No. 5.

***

“¿Dónde va la llave?” dice Samantha.
La niñera toma su mano. “En el ático. Realmente no la necesitas, pero usar las escaleras es más fácil que la chimenea. Al menos la primera vez.”
“¿No vas a obligarnos a dormir?” dice Claire.
La niñera ignora a Claire. “Mi papá solía encerrarme en el ático cuando era pequeña, pero no me importaba. Allá había una bicicleta y yo daba vueltas y vueltas  alrededor de las chimeneas hasta que mi mamá me dejaba salir. ¿Saben montar en bicicleta?”
“Claro,” dice Claire.
“Si vas lo suficientemente rápido, el Especialista no te puede alcanzar.”
“¿Qué es el Especialista?” dice Samantha. Las bicicletas están bien, pero los caballos van más rápido.
“El Especialista usa un sombrero,” dice la niñera. “El sombrero hace ruidos.”
No dice nada más.

Cuando estás muerto, la hierba es más verde
Sobre tu tumba. El viento es más fuerte.
Tus ojos se hunden, tu carne se descompone. Te
Acostumbras a la lentitud; espera retrasos.

El ático es, de alguna forma, más grande y solitario de lo que Samantha y Claire pensaban. La llave de la niñera abre la puerta al final del vestíbulo, revelando un angosto tramo de escaleras. Les hizo señas para que subieran.
No hay tanta oscuridad en el ático como habían imaginado. Los robles que bloquean la luz y hacen que los tres primeros pisos se vean tan oscuros y verdes y misteriosos durante el día, no llegan hasta aquí. La extravagante luz de la luna, polvorienta y pálida, entra por las ventanas en ángulo de la buhardilla. Ilumina todo el ático, que es suficientemente grande para un partido de softbol, y bordeado con troncos donde Samantha imagina que la gente podría sentarse, podría esconderse y observar. El techo tiene una pendiente hacia abajo, y lo atraviesan los ocho cañones gruesos y gastados de las chimeneas. De alguna manera las chimeneas parecen muy vivas, para estar contenidas en este lugar vacío y abandonado; empujan casi con rabia el piso y el techo del ático. A la luz de la luna parecen respirar. “Son tan hermosas,” dice ella.
“¿Cuál chimenea es la chimenea de la habitación de juegos?” dice Claire.
La niñera señala la que está más cerca a su derecha. “Ésa,” dice. “Sube desde el salón de baile del primer piso, la biblioteca, el cuarto de juegos.”
Colgando de un clavo en la chimenea del cuarto de juegos hay un objeto negro y largo. Se ve abultado y pesado, como si estuviera lleno de cosas. La niñera lo toma, lo gira en su dedo. Hay huecos en la cosa negra y silba tristemente mientras lo gira. “El Sombrero del Especialista,” dice.
“Eso no parece un sombrero,” dice Claire. “No parece nada.” Va y mira entre las cajas y baúles que están apilados contra la pared.
“Es un sombrero especial,” dice la niñera. “No se supone que se parezca a algo. Pero puede sonar como cualquier cosa que puedas imaginar. Lo hizo mi papá.”
“Nuestro papá escribe libros,” dice Samantha.
“Mi papá también lo hacía.” La niñera cuelga el sombrero negro en el clavo. Se curva espantosamente contra la chimenea. Samantha lo mira. Le relincha. “Fue un mal poeta, pero como mago era peor.”
Durante el último verano, Samantha deseo tener un caballo más que cualquier otra cosa. Pensó que renunciaría a todo por uno — incluso ser gemela no era tan bueno como tener un caballo. Todavía no tenía un caballo, pero tampoco tenía mamá, y no podía evitar preguntarse si era su culpa. El sombrero relincha de nuevo, o tal vez sea el viento en la chimenea.
“¿Qué le sucedió?” pregunta Claire.
“Después de que hizo el sombrero, el Especialista vino y se lo llevó. Yo me escondí en la chimenea del cuarto de juegos mientras el Especialista lo buscaba, y no me encontró.
“¿Te asustaste?”
Hay un estrépito que las sobresalta. Claire ha encontrado la bicicleta de la niñera y la arrastra hacia ellas por el manubrio. La niñera se encoge de hombros. “Regla número tres,” dice.
Claire arrebata el sombrero del clavo. “¡Soy el Especialista!” dice, poniéndose el sombrero en la cabeza. Cae sobre sus ojos, el borde blando y sin forma cosido con pequeños botones asimétricos que enfocan y atrapan la luz de la luna como dientes. Samantha mira de nuevo y ve que son dientes. Sin contarlos, sabe que hay exactamente cincuenta y dos dientes en el sombrero, y que son dientes de agoutis, de paujiles, de pecarís de labios blancos y de la esposa de Charles Cheatham Rash. Las chimeneas están gimiendo, y la voz de Claire retumba huecamente bajo el sombrero. “¡Escapa, o te atraparé y te comeré!”
Samantha y la niñera escapan, riendo mientras Claire se monta en la bicicleta oxidada y ruidosa y pedalea tras ellas como una loca. Hace sonar la campana mientras avanza, y el sombrero del Especialista se balancea sobre su cabeza. Escupe como un gato. La campana es estridente y débil, y la bicicleta gime y chilla. Se inclina primero hacia la derecha y luego hacia la izquierda. Las rodillas de Claire sobresalen para uno u otro lado como contrapesos improvisados.
Claire hace zigzag entre las chimeneas, persiguiendo a Samantha y a la niñera. Samantha es lenta, se voltea para mirar hacia atrás. Mientras Claire se aproxima, mantiene una mano en el manubrio y extiende la otra hacia Samantha. Justo cuando está por agarrar a Samantha, la niñera se voltea y arranca el sombrero de la cabeza de Claire
“¡Mierda!” dice la niñera, y lo deja caer. Hay una gota de sangre formándose en la parte carnosa de la mano de la niñera, negra a la luz de la luna, donde la ha mordido el sombrero del Especialista.
Claire se baja de la bicicleta, con risa nerviosa. Samantha observa mientras el sombrero del Especialista se aleja rodando. Acelera, se retuerce por el piso del ático, y desaparece, golpeando las escaleras. “Ve y recógelo,” dice Claire. “Ahora tú puedes ser el Especialista.”
“No,” dice la niñera, chupándose la palma. “Es hora de irse a dormir.”
Cuando bajan las escaleras, no hay ninguna señal del sombrero del Especialista. Se lavan los dientes, se suben al barco-cama y se tapan con los cobertores hasta el cuello. La niñera se sienta entre sus pies. “Cuando estás Muerta,” dice Samantha, “¿te cansas y tienes que ir a dormir? ¿Sueñas?”
“Cuando estás Muerta,” dice la niñera, “todo es mucho más fácil. No tienes que hacer nada que no quieras. No tienes que tener nombre, no tienes que recordar. Ni siquiera tienes que respirar.”
Ella les muestra exactamente lo que quiere decir.

***

Cuando tiene tiempo para pensar en esto (y ahora tiene todo el tiempo del mundo para pensar), Samantha comprende con un poco de remordimiento que ella ahora está atrapada indefinidamente entre los diez y los once años, atrapada con Claire y la niñera. Ella lo considera. El número 10 es agradable y redondo, como una pelota playera, pero aún así, no ha sido un año fácil. Se pregunta cómo habrían sido los 11. Tal vez más agudos, como agujas. En cambio ella ha elegido estar Muerta. Espera haber tomado la decisión correcta. Se pregunta si su madre hubiera decidido estar Muerta, en lugar de muerta, si hubiera podido.
El último año aprendió fracciones en el colegio, cuando su madre murió. Las fracciones le recuerdan a Samantha las manadas de caballos salvajes, moteados, pintos y palominos. Hay tantos de ellos, y son, bueno, rebeldes e indomables. Justo cuando piensas que tienes uno bajo control, levanta la cabeza y te tumba. El número favorito de Claire es el 4, que ella dice que es un chico alto y delgado. Samantha no se preocupa tanto por los chicos. A ella le gustan los números. Por ejemplo el número 8, que puede ser más de una cosa a la vez. Mirado de una forma, el 8 parece una mujer inclinada con el pelo rizado. Pero si lo acuestas hacia un lado, parece una serpiente enroscada con la cola en su boca. Esto es como la diferencia que hay entre estar Muerto y estar muerto. Tal vez cuando Samantha se canse de una, intente con la otra.
En el prado, bajo los robles, escucha a alguien pronunciando su nombre. Samantha sale de la cama y va hasta la ventana del cuarto de juegos. Mira hacia afuera por el  vidrio ondulado. Es el señor Coeslak. “¡Samantha, Claire!” las llama. “¿Están bien? ¿Su padre está ahí?” Samantha casi puede ver la luz de la luna brillando a través de él. “Siempre me encierran en el cuarto de herramientas. Malditas cosas fantasmagóricas,” dice. “¿Están ahí, Samantha? ¿Claire? ¿Niñas?
La niñera viene y se para junto a Samantha. La niñera pone un dedo sobre su labio. Los ojos de Claire brillan desde la cama oscura. Samantha no dice nada, pero saluda al señor Coeslak. La niñera también saluda. Tal vez él pueda verlas saludar, porque después de un rato deja de gritar y se va.
“Ten cuidado,” dice la niñera. “Él regresará pronto. Lo hará muy pronto.”
Toma la mano de Samantha y la conduce de nuevo a la cama, donde Claire está esperando. Se sientan y esperan. Pasa el tiempo, pero no sienten cansancio, y no envejecen.

¿Quién está ahí?
Sólo el aire.

En el primer piso se abre la puerta del frente, y Samantha, Claire y la niñera pueden escuchar que alguien se arrastra, se arrastra escaleras arriba. “No hagan ruido,” dice la niñera. “Es el Especialista.”
Samantha y Claire se quedan en silencio. El cuarto de juegos está oscuro y el viento cruje como el fuego en una chimenea.
“¿Claire, Samantha, Samantha, Claire?” La voz del Especialista es borrosa y húmeda. Suena como la voz de su papá, pero es porque el sombrero puede imitar cualquier sonido, cualquier voz. “¿Todavía están despiertas?”
“Rápido,” dice la niñera. “Hay que subir al ático y esconderse.”
Claire y Samantha se deslizan por debajo de los cobertores y se visten apresurada y silenciosamente. La siguen. Sin hablar, sin respirar, ella las lleva hacia la seguridad de la chimenea. Está demasiado oscuro para ver, pero comprenden perfectamente cuando la niñera dice sin pronunciar la palabra, Arriba. Ella va primero, así ellas puedan ver dónde están los lugares para apoyar los dedos, los ladrillos que sobresalen para apoyar los pies. Luego Claire. Samantha observa los pies de su hermana ascendiendo como humo, los cordones todavía sin amarrar.
“¿Claire? ¿Samantha? Maldita sea, me están asustando. ¿Dónde están?” El Especialista está parado justo frente a la puerta semi-abierta. “¿Samantha? Creo que me mordió una maldita serpiente.” Samantha sólo duda un segundo. Luego está subiendo y subiendo por la chimenea del cuarto de juegos.
 

 

Rives: una historia en 3 minutos de emoticonos mezclados

Rives –Slam Poet y Storyteller, estrella del especial en Bravo de “Ironic Iconic America”, con apariciones constantes en el programa Def Poetry Jam de HBO– a principios de este año contó en TED la siguiente historia tipográfica.

Anécdota de Descarga: el disfraz de Meteoro

Algunas de las mejores conversaciones de Descarga Fractal han ocurrido en el ascensor. Otras, fuera de la sala. Generalmente las sesiones terminan a las 9.00 PM, pero luego del timbre de cierre de la biblioteca, las conversaciones suelen alargarse afuera hasta las diez o más, obligándonos a salir de la universidad para continuarla en algún café o bar. Descarga Fractal genera algo extraño: ilustradores, ingenieros, físicos, astrónomos, publicistas, diseñadores, periodistas, filósofos, estudiantes universitarios, etc, resultan conversando apasionadamente sobre los temas que propone cada historia, y divirtiéndose mucho. Ante todo, Descarga Fractal es un espacio alternativo de entretenimiento.

Como se acerca Halloween, la sesión anterior estábamos hablando sobre disfraces. Sebastian, el ilustrador de Agua/Cero, contó que él había comprado la película Meteoro sin importarle si era buena o no porque él era un fan de la serie. “De hecho”, dijo, “cuando era niño me disfracé de Meteoro”. Entre el grupo había alguien que nunca había visto la serie, y preguntó: “¿cómo se disfraza uno de meteoro? El ilustrador Oscar Gonzalez no perdió la oportunidad para responderle con el siguiente dibujo:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¡Especial de Halloween en Descarga!

Conoce el juego de la muerte de las hermanas Samantha y Claire en el cuento The Specialist Hat de Kelly Link, que se leerá este Jueves 30 de Octubre a las 6.15 PM en Descarga (publicaremos la historia completa al día siguiente en este mismo blog, para que quienes no viven en Medellín, Colombia, puedan leerla, y ojalá lo hagan después de la media noche, en voz alta, frente a un grupo).

La música de fondo estará a cargo de Rob Zombie y Arling & Cameron (Music for Imaginary Films).

Se recomienda llevar máscaras y sombreros y decoraciones extrañas. Al final de la sesión hablaremos de la historia y conversaremos sobre experiencias paranormales.

Lugar: Sala de Audición Musical de la biblioteca de la Universidad EAFIT (Medellín, Colombia)

Entrada Libre.

Descarga #8: “¿Quién puede reemplazar a un hombre?” por Brian Aldiss

¿Quién puede reemplazar a un hombre? del inglés Brian W. Aldiss fue el cuento que leímos en la octava sesión de Descarga. La música de fondo estuvo a cargo de la banda neoyorquina TV on the Radio: “I could not help but noticing/all these robots fucking/in the middle of the mini mall/robots fucking/in the middle of the carwash/robots fucking/in the middle of sitcom […] [Robot]” y aunque la música generaba el ambiente adecuado previo a la lectura, los robots de la historia no buscaban reproducirse sino gobernar un mundo donde el hombre se había extinguido.

—Ayer llegaron llegaron órdenes de la ciudad. Hoy no han llegado órdenes. Pero la radio no está averiada. Por tanto ellos se han averiado. —dijo el pequeño registrador.
—¿Los hombres se han averiado?
—Todos los hombres se han averiado.
—Es una deducción lógica —dijo el capataz.
—Es una deducción lógica —dijo el registrador—. Porque si una máquina se avería, se reemplaza con rapidez. Pero, ¿quién puede reemplazar a un hombre?

Tal vez el hombre se había extinguido porque, debido al exceso de uso, “la Tierra era mala” y probablemente se habían quedado sin comida. Así que los robots –que según sus capacidades estaban discriminados en diferentes clases– configuraron un equipo para ir a la ciudad y gobernarla.

Poco después se cruzaron con un camión a toda velocidad. Viajando a Mach 1.5, dejó un curioso balbuceo de ruido a su paso.
—¿Qué dijo? —preguntó un tractor a otro.
—Dijo que el hombre se ha extinguido.
—¿Qué es extinguido?
—No sé lo que significa.
—Significa que todos los hombres han desaparecido —dijo el capataz—. En consecuencia, sólo nos tenemos a nosotros mismos.
—Es mejor que el hombre no vuelva nunca —dijo el registrador. En cierta forma, era una afirmación revolucionaria.

A la audiencia le pareció que los diálogos, determinados según las clases de cerebro, eran fascinantes (especialmente el del cerebro clase cinco, que repetía constantemente “dispongo de un buen suministro de material explosivo de fisión”). Alguien que escuchaba por primera vez una historia de ciencia ficción, dijo que para ella era muy difícil imaginarse esas máquinas y la configuración del entorno. Alguien añadió: “¿Difícil? Por qué difícil. ¿Acaso somos algo más que máquinas biomecánicas?”. Alguien mencionó que los robots enfocados en la productividad, cumpliendo tareas mecánicas repetitivas, ya son parte de nuestra realidad industrial, y que el objetivo de los robots modernos, como el Aibo de Sony, es satisfacer las necesidades emocionales del consumidor.

Por otro lado, alguien señaló el sistema de gobierno, la discriminación por clase de cerebros, “el sistema que se basa en hacer todo lo que quiere el jefe”.”Eso es una tendencia biológica”, le respondieron, “el ser humano tiende a ahorrar energía y las decisiones gastan mucha energía, así que es más fácil seguir órdenes”. Alguien dijo que era “una historia muy vigente que impacta, porque te pone la situación en la cara”, que muchas personas no están preparadas para ser cuestionadas de esa forma y que por eso “la ciencia ficción no es para todo el mundo”.

Alguien dijo que era muy miedoso pensar en máquinas inteligentes desocupadas. Aunque en “¿Quién puede reemplazar a un hombre?”, a diferencia de las historias en las que el hombre tiene miedo a ser destruído por las máquinas, vemos a los robots cumpliendo perfectamente con las leyes de Asimov, planteadas en 1942.

1.- Un robot no puede hacer daño a un ser humano, o, por medio de la inacción, permitir que un ser humano se haga daño.
2.- Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes contradicen la Primera Ley.
3.- Un robot debe proteger su propia existencia en la medida que esta protección no sea incompatible con la Primera o Segunda Ley.

Alguien dijo que la historia era una metáfora del imperialismo británico: “no son capaces de gobernarse solos: Países Clase I, Clase II…”

Alguien se enfocó en el aspecto informático de las máquinas. Dijo que el líder era el operador de radio, un cerebro Clase I porque tenía el control de las comunicaciones, de la información y que el autor estaba adelantado a su época.

Todo esto mientras sonaba un timbre que combinaba perfectamente con la música de TV on the Radio, advirtiéndonos que ya iban a cerrar la biblioteca. Volvió a sonar el timbre y tuvimos que salir de la sala. Apagué la luz, el video beam y el computador. Aparte de los empleados, éramos los últimos seres humanos que quedaban en la biblioteca. Bajamos por el ascensor y salimos de ahí a tiempo, antes de que cerraran las puertas. Así funciona la biblioteca: luego de las 9.00 PM, nadie se puede quedar adentro, sin excepciones. No importa lo que puedan llegar a hacer sus máquinas mientras están desocupadas.

[Fecha: 11 de Septiembre de 2008]
[Foto: Nicolás Peñaloza]

Brian W. Aldiss nació en 1925 en East Dereham, Norfolk, Inglaterra.  Con más de cien libros publicados, es uno de los escritores británicos más prolíficos en la actualidad. Ha sido ganador de los premios Hugo,  Nebula,  John W. Campbell, Locus, Julio Verne y, en múltiples ocasiones, el Premio Británico de Ciencia Ficción.  Tres de sus historias han sido adaptadas a cine, entre ellas el cuento “Los Superjuguetes Duran Todo el Verano” que sirvió de base para el guión escrito por Stanley Kubrick de la película Inteligencia Artificial, dirigida por Steven Spielberg.
Aldiss fue presidente de la Asociación Británica de Ciencia Ficción (1960 – 1965) y World Science Fiction (1975 – 1979), y también fue co fundador del Premio Campbell Memorial. Ha sido invitado de honor en una cantidad de convenciones de ciencia ficción, incluyendo dos Worldcons, es un invitado anual al International Conference on the Fantastic en Florida, y hace poco fue nombrado Gran Maestro de la SFWA.

Glass: Neuronas espejo, prisioneros psicópatas, drogas y conciencia

Technology Review publicó en su edición de noviembre/diciembre Glass, un cuento sobre neuronas espejo, drogas, conciencia y prisioneros psicópatas escrito por Daryl Gregory, autor de la novela Pandemonium (reseñada aquí) y el cuento Segunda Persona, Tiempo Presente (publicado en Agua/Cero)

Glass se puede leer (en inglés) aquí

Por cierto, Daryl fue entrevistado en el programa de radio Fictional Frontiers sobre su novela Pandemonium.

Y supe en su blog que ya había terminado el manuscrito de su segunda novela, que estaré esperando ansiosamente.

Aquí va un párrafo de Glass:

GLS-71 era un tratamientro accidental, una droga fallida post-ataque cuya intención era acelerar la recuperación del habla. En vez de eso, la droga encontró los grupos de neuronas espejo en el área de Broca e incrementó mil veces su velocidad de activación. Las neuronas espejo eran células especializadas. Ves que golpean a alguien, y el cerebro reacciona como si su propio cuerpo estuviera siendo atacado. Con sólo imaginar un acto, o recordarlo, era suficiente para iniciar una cascada de respuestas físicas y hormonales…

[Imágen: Jason Schneider, The Atlantic]

El iPhone como una navaja multiusos Leatherman

Bruce Sterling publica un artículo para The Atlantic donde compara el iPhone con la navaja multiusos Leatherman:

La versión postmilenio de una Leatherman es el iPhone de Apple. Como todas las tecnologías digitales, al iPhone aún le falta lograr la solidez y elegancia espartana del acerado Leatherman. Lo compensa con su apetito caníbal por otras herramientas. Las Leathermans van a desaparecer –yo regalé la mía– pero los iPhones devoran otras herramientas, asimilándolas en servicios de aplicaciones virtuales: teléfono, cámara, e-mail, navegador Web, mensajes de texto, música y video players,  mapas urbanos de Google que abarcan todo el planeta, llaves de la casa, podómetro, control remoto de TV, sismógrafo, alcoholímetro, reloj despertador, video juegos, radio, lector de código de barras… la lista crece cada vez más.

Y luego da un paso adelante para hablar sobre el RepRap, el más impresionante gadget Open-Source de todos los tiempos:

Merodeando entre bastidores (en el laboratorio de la universidad Bath en Inglaterra) está la máquina autosuficiente del mañana, el híbrido análogo/digital “Replicador de Prototipado Rápido”. el RepRap es un framework esquemático con una boquilla de impresora que se mueve en tres dimensiones. Su propósito es fabricar casi todo, por medio de planos digitales, usando varias formas de líquido viscoso que se solidifica. Incluso se puede fabricar a sí misma, que es el objetivo del esfuerzo. Con un aspecto tan simple como un Erector Set, es una metamáquina personal que maquina máquinas.

[Fuente: Beyond the Beyond, The Atlantic]
[Imágen: © Jason Schneider, The Atlantic]

Joyería en el ojo

Como que ya un simple color de ojos no es suficiente. Ahora la moda en Los Países Bajos es implantarse joyería en el ojo –nombre técnico: Implante Cosmético Extraocular– y de nuevo entramos al mundo de La Liga de los Ceros. Me enteré de esta modificación corporal en la nueva publicación transhumanista H+ Magazine, que en su primer número tiene interesantes artículos sobre post-humanismo, robótica, ingeniería genética y neurociencia. También hay una entrevista a Charles Stross.

Si alguna vez quisieras tener ese extra-algo especial que le da una chispa a tus ojos y realmente atraer la atención, deberías viajar a los Países Bajos. El Netherlands Institute for Innovative Ocular Surgery ha desarrollado un procedimiento para Implantes Cosméticos Extraoculares llamados “Ojoya” (JewelEye). Con un precio inicial de 750 dólares (sin el tiquete del avión) y aproximadamente 15 minutos de tu tiempo, puedes tener uno propio. Almas valientes y freaks de las cirugías pueden revisar el website del Instituto (ver “Resources”), para aprender sobre el procedimiento quirúrgico por medio de textos o videos. El adorno no interfiere con la visión, porque no es implantado en el campo de visión y la cirugía supuestamente no es muy dolorosa, porque la capa está en la delgada capa exterior del ojo. Se pueden elegir diferentes motivos: corazón, estrella, signo Euro, trébol de cuatro hojas, y nota musical. Pero también se pueden modelar formas y tamaños a petición. Actualmente sólo hay dos laboratorios que hacen este procedimiento, y ambos quedan en los Países Bajos.

[Fuente: H+ Magazine]
[Nota relacionada: Modificaciones Corporales Útiles]

John W. Campbell, Jr. y la antimateria en la ciencia ficción

Fermilab, el segundo acelerador de partículas más potente del mundo (el primero es el LHC, que seguirá en reparación unos cuantos meses), publica seis veces al año la revista Symmetry. Su más reciente número tiene interesantes artículos sobre el LHC y un brillante ensayo sobre John W. Campbell, Jr. –mítico editor de la revista Astounding Science Fiction– elaborado por William S. Higgins, físico de Fermilab. Resulta que John W. Campbell, Jr. fue uno de los primeros escritores de ciencia ficción en tratar el tema de la antimateria en la historia “Collision Orbit” (la historia fue escrita por Jack Williamson con el seudónimo Will Stewart, pero la idea original fue de John W. Campbell, Jr.).

Como todos en su profesión, John W. Campbell, Jr, estaba pendiente de los nuevos desarrollos en física nuclear, astronomía y otras ciencias. Cualquier noticia científica podría darle ideas para escribir una historia de ciencia ficción. En 1941, la antimateria capturó su atención.

William S. Higgins dijo en el artículo que John W. Campbell, Jr. había sido el primero en tratar el tema, pero gracias a una corrección en Wikipedia se enteró que el primer escritor de ciencia ficción en hablar de antimateria fue John D. Clark en su historia “Minus Planet”, también publicada en Astounding Science Fiction, en 1937.

[Foto: LogBook, MIT Science Fiction Society]

Paola Antonelli: Diseño y la mente elástica

Paola Antonelli, diseñadora curadora del MOMA, presentó el año pasado en TED el preview del show Design and the Elastic Mind, una muestra de productos y diseños que reflejan la forma en que pensamos hoy.

En lo alto para siempre (David Foster Wallace, 1962 – 2008)

El obituario de David Foster Wallace que escribí para la Revista Arcadia de este mes.

¿Por qué este escritor, referencia obligada en la literatura norteamericana contemporánea, autor de una de las novelas más arriesgadas e importantes de su generación (La broma infinita, que le hizo merecedor de la prestigiosa beca de “genio” de la Fundación MacArthur), reconocido heredero del talento de Thomas Pynchon, John Barth y Don Delillo, con una sorprendente habilidad para mezclar temas profundos y complejos con las preocupaciones más mundanas de la cultura popular… por qué este prodigioso autor, con un elevado poder de observación, capaz de escribir con igual genialidad sobre gastronomía, política, matemáticas, los horrores de la drogadicción, el tenis de campo, la candidatura de John McCain y el viaje en un crucero vacacional; capaz de sumergirse como un buzo sin oxígeno en la cultura norteamericana para retratar un Estados Unidos obsesionado consigo mismo, obsesionado con el entretenimiento, con la búsqueda de placer, con el consumismo masivo, hasta quedar sin aire para respirar entre párrafos tan densos, tan cargados con notas a pie de página, tan estelares y humorísticos y reveladores que eventualmente logran secuestrar el diálogo interno del lector e invitarlo al peligroso océano de las obsesiones, fobias, manías, y compulsiones de Norteamérica… por qué David Foster Wallace, en el mejor momento de su carrera, decide quitarse la vida? David Foster Wallace decidió colgarse en su habitación, y su cuerpo, encontrado por su esposa, Karen Green, el pasado 12 de septiembre, a diferencia de lo que acostumbraba en sus textos, no incluía una nota al pie de página —una carta de suicidio— que explicara el porqué de esa decisión.

La respuesta podría estar escondida en algún lugar de su obra; tal vez en la colección de relatos Entrevistas breves con hombres repulsivos (cuya adaptación cinematográfica, dirigida por John Krasinski, se estrenará próximamente) que incluye historias como “La persona deprimida”, “La muerte no es el final” y “El suicidio como una especie de regalo”, o en la tristeza que se acumula en las 1.208 páginas de La broma infinita, o en la visión satírica, inteligente y corrosiva de sus encargos periodísticos para revistas como Harper’s, Esquire y Rolling Stone. Tal vez habría que devolverse a finales de los 80 cuando —a pesar de haber publicado una novela (The Broom of The System, que escribió cuando tenía 24 años), algunos cuentos, y, en 1987, haber ganado el Premio Whiting— la vida de Wallace estaba en crisis y tuvo que internarse en un hospital psiquiátrico; época en la que empezó a consumir medicamentos para la depresión que, según dijo su padre en una entrevista reciente, usó durante veinte años y le permitieron ser una persona productiva. Pero luego empezaron los efectos secundarios. El psiquiatra le dijo que dejara los medicamentos y la depresión regresó, y luego ningún tratamiento fue exitoso. Wallace intentó recuperarse por todos los medios, incluso con terapia electroconvulsiva, pero finalmente no lo pudo soportar. La respuesta también podría estar escondida en el discurso que presentó en 2005 a una audiencia de graduandos de la Universidad de Kenyon: “No es para nada casual que los adultos que se suicidan con armas de fuego casi siempre se disparan a sí mismos en la cabeza. Le disparan al terrible maestro. Y la verdad es que la mayoría de estos suicidas ya estaban muertos mucho antes de apretar el gatillo”. Y aunque David Foster Wallace ahorcó al terrible maestro, ese día, en el discurso de Kenyon, el autor se dirigió a la audiencia con unas palabras que demuestran otra verdad de su obra: sus personajes, como él mismo, siempre intentaban conectarse con los demás, siempre buscaban una felicidad que se les escapaba, y aún en medio de situaciones extremas, lograban reencuadrar las inevitables desilusiones de la vida.

Wallace les dijo a los graduandos: “Pueden tener el poder de experimentar una situación lenta, saturada y caliente, un infierno que los consume, no sólo como una situación significativa, sino sagrada, ardiendo con la misma fuerza que creó las estrellas: amor, amistad, la unión mística y muy profunda de todas las cosas”… y con la fuerza espiritual que impulsaba esa idea, Wallace encontró una forma de sanarse; pudo sobrevivir hasta los 46 años escribiendo una combinación entre arte postmoderno y terapia personal, escribiendo lo que su mente incesante le ordenaba, creando personajes que trataban de entender un mundo que su generación —descrita por él mismo como “exitosa, obscenamente bien educada, pero sin ningún propósito”— no entendía, ni entiende ni entenderá, Wallace siendo un esclavo de su genialidad, Wallace con una pañoleta alrededor del pelo largo para que no se le escaparan las ideas, Wallace con una genialidad tímida y fuera de lo común, agorafóbico, incapaz de lidiar con la fama… David Foster Wallace, muerto, para convertirse en un ser que, en la literatura, como el título de uno de sus relatos, permanecerá “En lo alto para siempre”.

[Foto: Suzy Allman, The New York Times]

Una banda de rock “cienciaficcionuda”: guitarra, batería y electroencefalógrafo

Vamos al pasado: los lunes, cuando yo estaba en el colegio, casi no me podía levantar de la cama. Me iba dormido en la buseta –ojos cerrados, boca abierta, cabeza contra la ventana–. Pasaba todo el día adormitado, cansado, bostezando, y satisfecho: la noche anterior me había quedado hasta las dos de la mañana viendo el programa 120 Minutes de MTV. Eran los 90s –televisión por cable, canales en inglés, rock alternativo– y recuerdo al presentador introduciendo el video de la banda Mercury Rev y la canción “Young Man’s Stride”, cuyo ambiente y música me hicieron pensar en el futuro.

Volvamos al presente: en una colaboración con el artista de Brooklyn, Alex Chechile, Mercury Rev experimenta alterando su música usando ondas cerebrales. En los ensayos se puede ver a la banda tocando su rock atmosférico, surrealista, psicodélico, mientras a su lado, en una sala de ensayos, Alex Chechile con electrodos en su cabeza mira fijamente las ondas que muestra la pantalla de un computador. “El sonido del cerebro funcionando”, dijo el vocalista Jonathan Donahue a The New York Times, “la dinámica de miles de millones de neuronas”.

La idea de Alex Chechile es modificar la música en tiempo real de acuerdo a su actividad cerebral. Para lograrlo construyó un electroencefalograma (EEG) que funciona con un software; así, cuando la banda toca, Alex y su dispositivo actúan como efectos de sonido, alterando tono, ritmo, volumen. Estos cambios hacen que los músicos reaccionen, interpretando aleatoriamente según los nuevos e impredecibles sonidos. Mercury Rev ya había utilizado software para alterar el sonido con imágenes (de demonios y brujas), pero nunca con el cerebro hasta el pasado 10 de Septiembre, cuando se presentaron en vivo con Alex Chechile en The Stone, nyc.

Estos experimentos, según Jonathan Donahue, son una forma de explorar todo el potencial del rock ‘n’ roll.

[Fuente: The New York Times]
[Foto: VK Red Duvivier]

Haga clic para ser más atractivo

Software de video-manicura es un concepto que planteó Bruce Sterling en su novela Schismatrix, publicada en 1985. Y ahora unos investigadores de Microsoft y la universidad Tel Aviv en Israel han creado un software donde, con sólo un clic, tu rostro podría ser sutilmente más atractivo.

Por medio de datos obtenidos de 68 hombres y mujeres que observaron caras masculinas y femeninas y eligieron las que pensaban que eran más atractivas, los investigadores tomaron 234 mediciones de características faciales (de los labios a la barbilla, de la frente a los ojos, etc) para encontrar un “ideal humano”. Y a diferencia de los famosos retoques de Photoshop, el funcionamiento de este software es automático: se le entrega la foto de una cara humana y él corre los algoritmos de corrección para aplicar las proporciones ideales, transformando la cara según el ideal de belleza de los participantes del experimento, como se ve en la foto (perteneciente a una mujer de 25 años que dijo que el resultado “no se parecía a ella”, y que si le pusieran a elegir, ella preferiría “conservar su cara original”). ¿Qué opinan del resultado?

Cito el párrafo de la novela Schismatrix donde se menciona un software similar:

Lindsay alcanzó a ver brevemente la apariencia real del hombre — pelo blanco desordenado, ojos enrojecidos– antes de que el programa de video-manicura se cargara online. El programa recorría la pantalla escaneando una línea a la vez, puliéndola sutilmente, eliminando y coloreando…

[Fuente: The New York Times, Technovelgy]

Descarga #6 y #7: Cyberpunk y Post-Cyberpunk

Cito algunas frases que usamos en las sesiones 6 y 7 de Descarga para definir  Cyberpunk y Post-Cyberpunk

Cyberpunk:

“Cualquier cosa que se pueda hacer a una rata se le puede hacer a un humano. Y podemos hacer casi cualquier cosa a las ratas. Es duro pensar en esto, pero es la verdad. Esto no cambiará con cubrirnos los ojos. Esto es cyberpunk.”
Bruce Sterling, Cyberpunk en los Noventas

“El cielo sobre el puerto tenía el color de una pantalla de televisor sintonizado en un canal muerto.”
William Gibson, Neuromante

“Miren, la belleza del asunto cyberpunk es que fue la primera ciencia ficción que de verdad se podría vivir […]
Nadie cuerdo tendría la expectativa de tripular la nave espacial Enterprise o hacer una excursión al período Jurásico, pero por mil dólares o algo así podrías pegar tu cabeza a la pantalla de un PC y respirar ciberespacio 100% puro. Y continuó poniéndose mejor y mejor y más extraño cada minuto, como la madre de todos los viajes ácidos. De hecho, Timothy Leary declaró que el ciberespacio era el LSD de los ochentas y se alió con algunos cyberpunks. Estalló una subcultura cyberpunk de hackers y crackers y cypherpunks y otakus y ravers y transhumanos y extropianos, por nombrar algunos. El hardware que estábamos extrapolando en los ochentas está empezando a aparecer en la columna Fetiche de la revista Wired, que se ha convertido en algo así como la Ciencia Popular del Cyberpunk. Y algunos de los que ayudaron a crear Internet tal como lo conocemos han reconocido que le hicieron ingeniería inversa a la concepción de ciberespacio de William Gibson. […]
Fui mejor escritor gracias al cyberpunk. Sí, a veces la actitud era difícil de aceptar, pero era fresca en todo el sentido de la palabra. Puedo decir con certeza que el cyberpunk me dejó marcado. Me convirtió en un investigador más aventurero y en un extrapolador más riguroso. ¿Saben? podría ser una coincidencia, pero al mirar mi bibliografía creo que cuando los cyberpunks estaban en pleno apogeo fue cuando me relajé y empecé a divertirme escribiendo.”
James Patrick Kelly, en un ensayo para la revista Asimov’s Science Fiction

Las siguientes citas pertenecen a la antología Mirrorshades, editada por Bruce Sterling:

“El esfuerzo literario cyberpunk tiene su paralelo en la cultura pop a lo largo de los ochenta: en los videos de rock, en el submundo de los hackers, en la tecnología callejera del hip-hop y de la música scratch, en el rock de sintetizador de Londres y Tokio. Este fenómeno o dinámica tuvo un alcance global. Y el cyberpunk es su encarnación literaria.”

“La tecnología de los ochenta se pega a la piel, responde al tacto: los computadores personales, los walkman de Sony, el teléfono móvil o los lentes de contacto.”

“(El cyberpunk emplea) un análisis frío, una técnica tomada de la ciencia y que luego se emplea literariamente como un impactante recurso punk.”

“(A los cyberpunks) les encanta vérselas cara a cara con el núcleo desnudo de la ciencia ficción: las ideas.”

“(Los cyberpunks hacen una) referencia continua a las drogas y al rock and roll: productos definitivamente tecnológicos.”

“La red de satélites de comunicaciones, las corporaciones multinacionales. Un punto de vista global y de gran alcance.”

“Están fascinados por las zonas intermedias, las áreas donde, según Gibson, ‘la calle usa las cosas a su modo'”

Temas que aparecen con frecuencia:

– La invasión del cuerpo con miembros protésicos
– Circuitos implantados
– Cirugía plástica o alteración genética
– Invasión de la mente: interfaces mente-computador, IA, neuroquímica… técnicas que redefinen radicalmente la naturaleza humana, la naturaleza del yo.

“El Cyberpunk es ampliamente conocido por su eficiente empleo de los detalles, por su complejidad cuidadosamente elaborada, por su voluntad de llevar las extrapolaciones al tejido de la vida cotidiana. Siempre favorece la prosa “densa”, la rapidez, las vertiginosas avalanchas de información novelesca y la sobrecarga sensorial que sumergen al lector en el equivalente literario del muro de sonido propio del rock duro.”

“Parece poco probable que alguna etiqueta los fije por mucho tiempo. La ciencia ficción actual se encuentra en un raro momento de ebullición.”

Post-Cyberpunk

Las siguientes citas pertenecen a la antología Rewired, editada por James Patrick Kelly y John Kessel.

“Una característica fundamental del cyberpunk, que incluso se extiende más en el post-cyberpunk es que nosotros ya no cambiamos la tecnología; más bien, ella ha empezado a cambiarnos. No sólo nuestras casas y colegios, nuestros gobiernos y lugares de trabajo, sino nuestros sentidos, nuestros recuerdos y nuestra conciencia. La computación ubicua con acceso a todo el conocimiento almacenado, la comunicación instantánea a través de todo el planeta, anexos al Sistema Operativo Humano, la manipulación de nuestro genoma – todas están en el horizonte. Los cambios que traerán estas tecnologías son cualitativamente diferentes de los cambios causados por los autos, o incluso, por la invención tan anhelada de la ciencia ficción de naves que viajan más rápido que la velocidad de la luz. Sí, los autos transforman el paisaje y hacen surgir malls, McDonalds y los suburbios. Claro, los viajes más rápido que la luz nos van a llevar a las estrellas. Pero los carros y las naves cambian lo que hacemos, no quienes somos.”

“En las historias post-cyberpunk los valores humanos no están impresos en la tela del universo, porque lo que significa ser humano siempre es negociable.”

“Una de las obsesiones el post-cyberpunk es explorar los límites del “fin” de la historia humana, y si es posible, ver más allá.” (La singularidad tecnológica, Vernor Vinge, 1993)

“El protagonista cyberpunk estereotípico era un solitario indiferente a la cultura mainstream; esto no sólo cansaba sino que además traicionaba la falta de rigor en la extrapolación. No podía existir ningun futuro en el que sólo hubiera ladrones de datos con impermeables y gerentes megalomaniacos. Alguien tenía que estar horneando el pan y manejando los camiones y ensamblando todas esas pantallas planas. ¡El ciberespacio necesita electricistas!”

“Tal vez la mayor contribución de los cyberpunks (pre, clásicos, post) al género fue su habilidad extraña para difundir una idea de ciencia ficción a toda la cultura.”

Magia para principiantes… ¡gratis!

online su segunda colección de cuentos, Magic for Beginners, bajo la licencia Creative Commons. No se incluyen dos cuentos del libro original debido a acuerdos contractuales; sin embargo es una noticia genial, no sólo para sus fans sino para quienes apoyan el movimiento Creative Commons: dos grandes compañías, Houghton Mifflin Harcourt (que la publicó en paperback) y HarperPerennial (que publicó la edición inglesa), se unen a la causa.

La publicación de Magic for Beginners en Internet coincide con la publicación de su más reciente colección de cuentos: Pretty Monsters.

Admiro las historias de Kelly Link: son experimentales, divertidas, simples, extrañas y poderosas.  Su primera colección Stranger Things Happen desde que se subió a Internet ha sido descargada más de 60.000 veces, y gracias a ella ganó el premio Salon Book of the Year. También fue libro favorito del Village Voice y ha impulsado trabajos derivados como versiones de audio, películas cortas, obras de teatro e incluso una versión en cello de uno de sus cuentos.

Luego, con Magic for Beginners, Kelly Link ganó el premio Locus por la mejor colección de cuentos. Dos de sus historias ganaron el premio Nebula y una ganó el premio Hugo. Los elogios a sus escritos van desde “una alquimia entre Borges, Raymond Chandler, y Buffy la Cazavampiros” (Laura Miller, Salon) hasta “una nueva colección de Kelly Link— y una vez más, durante un momento, vale la pena salvar el mundo” (Michael Chabon). Y sin más preámbulos, aquí están los enlaces para descargar Magic for Beginners (en inglés):

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[Fuente: Cory Doctorow]


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HERNÁN ORTIZ. Co-fundador de encuentro Fractal y Proyecto Líquido. Trabajo con historias. E-mail: hernan (arroba) proyectoliquido.net
Twitter: @hernanpl

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