(fractal 09) Conoce a: Lucius Shepard

Armé un rompecabezas. Las fichas (entrevistas) estaban regadas por todas partes. Las uní, las ensamblé y se formó la figura de un hombre: Lucius Shepard, uno de los escritores más importantes del género fantástico norteamericano, contando la historia de su vida antes de venir a Colombia para el Encuentro Fractal’09. 

Yo estaba en una banda de rock que había desintegrado por circunstancias devastadoras. Tenía 35 años, miré a mi alrededor y dije, mierda, mejor encuentro otra forma de ganarme la vida. No quería terminar en un bar de mala muerte tocando “Melancholy Baby” en la harmónica a una cantidad de borrachos que me reconocerían porque solía ser una celebridad local y sólo irían a verme para recordar viejos tiempos. No tenía habilidades, excepto cierta facilidad con el inglés, así que escribí un cuento incompleto, una fantasía basada en un anciano que había conocido en San Cristobal de las Casas, México. No me gustó y me rendí. Yo era un desastre. Depresivo, bebiendo mucho, viendo porquería en televisión. Un día vi a un predicador que invitó a los televidentes a que pusieran las manos en la pantalla y le pidieran a Jesús que entrara en sus corazones. Bueno, me sentía victimizado, ¿cómo no iba a poner mis manos en el televisor? Estaba a punto de cerrar los ojos y concentrarme y pedirle a Jesús que me ayudara, cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo y quité las manos. Me salvé por un pelo. Pude haber sentido una descarga de estática y confundirla con una intervención divina. Así de mal estaba. Le conté a mi esposa lo que había hecho y al otro día ella envió el cuento incompleto al taller de escritores Clarion, sin que yo supiera. Recuerdo el día que recibí la carta de aceptación. Mi horóscopo en el Detroit Free Press decía: “Recibirás buenas noticias sobre un manuscrito”. ¿No es algo raro? Cuando leí la carta, bueno, sabía que Jesús no podría haber sido el responsable, pero creí a medias que el tipo grande y rojo estaba involucrado. 

Fui educado para ser escritor. Mi papá empezó a enseñarme a leer cuando yo tenía tres años. Cuando le demostré que podía imitar palabras, me hizo memorizar largos pasajes de Shakespeare, los poetas románticos, las obras de Yeats y Thomas. Estos escritores, con sus líneas rítmicas y ornamentadas fueron extremadamente influyentes en mi propio trabajo, así como lo fueron también Jane Austen, the Brontes, Thomas Hardy, etc. Mi papá había ido a la universidad Trinity en Dublin, y admiraba a los escritores británicos e ingleses. Él mismo había sido escritor y amigo de escritores cuando era joven. Una de mis posesiones más valiosas es una carta escrita por William Carlos Williams felicitándolo por mi nacimiento. No tengo idea de por qué mi papá dejó de escribir cuando parecía que estaba empezando una carrera; era un hombre extremadamente privado (o tal vez “cerrado” lo describa mejor) y nunca logré entenderlo. Él estaba decidido a que si no podía ser escritor, yo sí podría, y así fue como me educaron en mi casa. Él procedió a dirigirme por ese camino con más fuerza de lo que hoy se consideraría saludable o razonable, y como resultado, cuando llegué a la adolescencia, decidí que no quería ser escritor, y me negué a escribir hasta mucho después. La decisión de no ser escritor, y ofender las sensibilidades de mi papá de todas las formas posibles, me llevaron a ser músico, y a cultivar amigos que a él no le gustaban: gran parte de ellos traficantes de droga de baja categoría y criminales de segundo y tercer escalón. Como resultado de eso ahora disfruto mucho más la compañía de los marginados que la de mis colegas, o los miembros de cualquier clase que se considere a sí misma élite. La falta de honestidad que uno experimenta en compañía de ladrones es muchísimo menor a la variedad perniciosa que se experimenta en compañía de las llamadas clases altas o educadas. Incluso he descubierto que estar en compañía de ladrones, carnavaleros, vagabundos, músicos, etc. me proporciona acceso a historias que reflejan más la vida del mundo. Esto, por supuesto, es una opinión sesgada e incorroborable. Estoy seguro que se pueden contar historias maravillosas que se enfocan en los ricos, los poderosos, los eruditos, y gente por el estilo, pero a mí simplemente no me interesa estar con personas así.

Mi papá era miembro de la alta burguesía de Virginia. Su familia, y la de mi mamá, eran dueñas de plantaciones; sus ancestros pelearon en el equipo del General Washington, y ellos podían trazar su linaje (o eso es lo que me decían) hasta la nobleza británica. Esas son cosas que a mí me aburren profundamente. Me gusta pensar que el linaje de mi papá terminó con ellos. Aunque mi personalidad incorpora un atruismo rudimentario y más bien ineficaz, un sentido de responsabilidad y algo que, supongo, podría ser llamado “gusto”, yo mismo soy, para efectos prácticos, un marginado.  

A veces me preguntan qué hubiera pasado si mi papá no me hubiera obligado a ser escritor, pero es difícil saberlo. Es como preguntarse “¿qué hubiera pasado si el agua no fuera húmeda?” Aunque yo creo que si tuviera los mismos papás, y no me hubieran empujado tan fuerte hacia lo que ellos querían, igual me hubiera convertido en escritor. Sólo que hubiera ocurrido más rápido.   

Yo peleaba mucho en el colegio. En 8vo, todos los días tenía un altercado a la hora del almuerzo. Un día estaba en mi cita semanal con el oficial juvenil (en una especie de libertad condicional no-oficial) y me llevó al gimnasio para dejarme con un entrenador de boxeo. Me veía más grande que los 12 años que tenía y me fue muy bien en el entrenamiento. Los entrenadores de boxeo no fastidian con el lado espiritual como los profesores de karate o tae kwon do. Ellos simplemente dicen “esto va a noquear la cabeza de alguien” y eso yo lo apreciaba. Me gustaba golpear cosas, especialmente cuando esas cosas estaban tratando de golpearme. Pero probablemente me hubieran sido útiles algunos de los aspectos espirituales para aliviar el acercamiento de “golpar en el hígado” de mi entrenador. Aprender boxeo simplemente me convirtió en un chico más malo. Dudo que esa fuera la intención del oficial juvenil. Sin embargo, fui boxeador por 2, 3 años antes de ser noqueado por un tipo que parecía un pelele pero golpeaba muy rápido. Nunca lo vi venir. Cuando desperté no supe qué había pasado. Luego de eso, limité mis peleas a bares y lugares así, donde no era probable que me noquearan. Hoy en día, aunque extrañamente me meto en peleas, sigo siendo devoto del boxeo. Me he involucrado con la política de este deporte: descubrí que algunos boxeadores que estaban suspendidos por problemas médicos en otras jurisdicciones los llevaban a Washington para pelear (incluso licenciaron a un boxeador que había pasado varios meses en coma) y he logrado algunos cambios al respecto en el estado de Washington. Ahora el deporte es más limpio y protege mucho más a los boxeadores, lo que cual me llena de satisfacción.           

A los 15 años me salí del colegio para viajar alrededor del mundo. Me fui para Irlanda en un buque de carga y seguí viajando. Durante ese tiempo, sin saberlo, estuve adquiriendo material. Y no he dejado de viajar. El año antepasado estuve en Europa por un mes. El año pasado fui a Brazil por unas semanas y estuve en Suiza un par de meses. Estoy bien de salud y aún sigo viajando a porciones remotas del mundo. Iré a Colombia a principios de Marzo, en compañía de Kelly, Kessel, etc, para el Encuentro Fractal’09, y luego iré a Malasia y al Lejano Oriente. Me gustan los lugares desolados, las islas feas, los trópicos desconocidos. En dichos lugares, los procesos de la vida parecen muy claros. Quedarse en Hiltons y Westins y hoteles similares tiende a separarte de la gente que podría estar propensa a contarte historias… por lo menos las mejores historias. Me gusta ser un expatriado. Todo el ruido que uno tiene en la cabeza –política, entretenimiento, deportes, material de relleno– muere cuando estás a ocho mil kilómetros de distancia y eso hace que sea más fácil pensar en tu propio país. Te agudiza los sentidos. Parte de mi vida también me la gano como periodista y recibo encargos que me llevan a diferentes partes de Estados Unidos. Por ejemplo, preparé un texto para Spin sobre vagabundos que requirió que viajara en tren por seis semanas. Así que mi vida no es para nada estática.

Me las arreglo para pasar un tiempo casi todos los años en Centroamérica. A partir de los paisajes, de las configuraciones, me surgen historias. Cuando voy a un lugar como Honduras o Nicaragua, y se me ocurre una historia, no la saco de contexto, porque es una historia particular a ese tiempo y a ese espacio. No es la única razón por la que me gusta viajar, pero tiene algo que ver. No disfruto la investigación en el sentido clásico de ir a una biblioteca y mirar cosas. Las bibliotecas me dan sueño. Prefiero sacar la historia a la luz u obtenerla de alguien más y empezar desde ahí. Uno de los más grandes obstáculos en mi vida fue la muerte de mi amigo y mentor, Robert Izdepski, un incansable trabajador por los derechos humanasen Centroamérica, y fue algo que me afectó mucho. Teníamos una cantidad de proyectos pendientes. Un documental (para el cual yo escribiría la narración) sobre la opresión y la situación difícil de los trabajadores de caña y banano en Nicaragua y Honduras, entre otros proyectos. No se quién podría continuar su trabajo. Él era mi referente moral y el individuo más necesario que he conocido. Había acabado de ganar un caso en la corte de Honduras contra la Corporación Dole, una hazaña casi imposible, y tuvo un paro cardíaco mientras celebraba en un viaje a Costa Rica con dos de sus hijos. Yo tan sólo era una pequeña parte de su equipo y espero que uno de sus hijos levante la carga y se ponga en contacto conmigo. Planeaba escribir un libro sobre Bob… pero requeriría su participación, así que ni modo. No sé si algún día podré superar este obstáculo.

Igual sucedió con la muerte de mi primera esposa en un accidente automovilístico. Yo estaba muy joven y esto básicamente me trastornó. Los años que siguieron hice unas cuantas cosas de las que no estoy para nada orgulloso; creo que le di gusto a mi dolor, elegí convertirme en un lunático porque era más fácil que la alternativa. Finalmente estoy escribiendo algo al respecto, una novela corta llamada Extras que saldrá en 2010 y de la que no puedo contar mucho. Sólo diré que es algo que me sigue afectando, que aún guía las elecciones que hago y he hecho y probablemente ha sido responsable de un buen número de mis relaciones fallidas. 

Todos mis trabajos han surgido de la experiencia, pero no es un flash informativo: lo mismo sucede con el trabajo de todos los escritores. Aunque una buena parte de mi trabajo es extremadamente autobiográfico. Mi primera novela, Ojos Verdes, resultó ser una invocación extraña a un taller de escritores al que fui. En el momento en que la escribí no fue evidente. Algunas de mis historias (“A Spanish Lesson”, “A Traveler’s Tale”, “Black Coral”, “Life of Buddha”, “Larissa Miusov”, etcétera) son muy autobiográficas no sólo por la referencia a locaciones que he visitado sino por los estados mentales que he vivido y los eventos reales en los que participé. Algunas son ligeramente autobiográficas (como “The Black Clay Boy”), pero incluso las de menor contenido autobiográfico reflejan mi clima emocional. 

El rock también me dio experiencias de vida, casi todas abusivas, pero las experiencias de vida abusivas son buenas para la ficción. Escribir mucho es bueno para la ficción. Ser obsesivo. Robar cosas de los escritores que uno admira. Nunca llevar una cámara: confiar en la memoria y los sentidos para grabar e interpretar el mundo. La primera vez que fui a Egipto viajé a un Oasis llamado Siwa y regresé con más o menos quinientas fotos de arena y pocos recuerdos de haber hecho algo más que tomar fotografías. Luego de eso me deshice de la cámara. Las grabadoras miniatura son buenas para saber cómo suena realmente el diálogo. Después de un tiempo ya no la necesitas. Es como cuando hacía trampa en el colegio: al terminar de escribirla me sabía las respuestas al dedillo y ya no la necesitaba. Pero las grabadoras son útiles para enfocar el oído. Theodore Roethke una vez dijo “los hechos son joyas”. Son joyas para el escritor. Los detalles son los que conectan a un lector, los que le dan esa sensación especial de reconocimiento. Desarrolla el ojo y el oído y estás en la mitad del camino. Escribe sobre lo que sabes, pero conoce tanto del mundo como te sea posible. Es notable la diferencia entre las historias que surgen de la experiencia y las que no. Ve y hazte una cicatriz y un tatuaje. Vive. Arriésgate. Me impresiona cuántos escritores conozco que no han hecho más que ir a la universidad y escribir y conservar algunos empleos. Tal vez eso funciona para ellos; estoy seguro que funciona para algunos; pero recuerdo lo que mi asesor de primíparo me dijo la primera vez que nos conocimos. Me preguntó, “¿qué quieres ser?” Yo le dije, “tal vez músico de rock, o escritor”. Y él me dijo, “¿qué estás haciendo aquí?”  Siempre puedes ir a la universidad, pero no siempre puedes tener 19 o 20 años. Entonces mi mejor consejo sería vivir algunas historias antes de intentar escribirlas. Siente algo. Se intenso. Olvida lo que quieres ser y sé lo que eres por un momento. Podrías sorprenderte con el resultado. Vivir así te da una cantidad de material y te enseña muchísimo sobre narrativa. Tener que enfrentarte a problemas en, digamos, Medan, Indonesia donde está lloviendo y un pequeño tipo moreno de gafas y caquis con una pistola grande está a punto de llevarte de paseo… eso puede ser extremadamente instructivo en el arte de las mentiras, que es indispensable para un escritor. Podrías no sobrevivir, pero míralo como una experiencia de aprendizaje. Toda la escritura es prestidigitación, hacer que el lector crea que ha visto o sabe algo sobre la historia. No puedes poner a las personas en una hoja; tienes que evocarlas. Parte crucial de esa evocación viene de la forma en como hablan los personajes, los ritmos de sus diálogos, el uso de coloquialismos, palabrotas, etc., y ser capaz de reducirlos para que sean abreviados y creíbles. De alguna manera mis personajes son una extensión del paisaje. La gente en New Orleáns, South Carolina, Daytona, todos parecen ser expresiones del paisaje en el que viven. Así que no puedo diferenciar entre la forma en que es la gente y la forma en que es la tierra.

Me han preguntado en diversas ocasiones si los escritores latinoamericanos de Realismo Mágico han sido una influencia para mí. ¿Y saben qué? Esa literatura me gusta, pero no la veo como influencia. Tal vez lo es y yo no sepa, pero no me siento influenciado por ella. Es lo único que puedo decir. No veo el mundo como lo ve un realista mágico. Veo personas viviendo tan profundamente en el interior de sus cabezas que todo se ha convertido en fantasía. Creo que la gente está básicamente loca, y todos reproducimos un fastidioso voice-over que subtitula nuestras acciones. Eso es todo lo que somos, de una manera extraña, excepto cuando realmente nos enfocamos y logramos ser algo más que no podemos sostener. Entonces, creo que estamos hablando de una raza de simios dementes que han aprendido a operar máquinas. No considero que ese sea el punto de vista de un realista mágico (risas). En efecto, puede haber alguna similitud, pero mi motivación y escencia se deriva de un lugar diferente.  

Escribo la llamada ficción general así como la ficción de género, y lo que que me captura de la ciencia ficción y la fantasía, especialmente la fantasía, es la libertad de escribir asuntos ordinarios y hacer casi todo lo que quiero con mis personajes, jugar con la realidad, sostenerla para iluminarla indirectamente y, si tengo suerte, hacer que algunas esquinas que habían estado acumulando polvo, brillen.  Por ejemplo, escribí una pequeña novela llamada Halloween Town, una especie de fantasía de la clase obrera configurada en un pueblo en el fondo de una quebrada tan angosta y profunda que el cielo está esencialmente invisible y las casas del pueblo están construidas en las laderas del acantilado, una pequeña habitación sobre otra, y hay un asesino en serie que sólo ataca a los gatos, y el protagonista es un hombre que debido a un golpe en la cabeza se vuelve más inteligente cada que recibe más luz, una circunstancia que lo hace sentir incómodo. Escribir esta historia para mí fue puro placer, e historias como estas (siempre fantásticas) casi que se escriben solas, son como regalos… me inspiran a seguir escribiendo fantasía, esperanzado en que voy a descubrir otra. 

Algunas veces es diferente. Quiero decir, algunas historias se gestan durante años. Trabajé en una historia llamada Unknown Admirer. Originalmente empezó con una mujer que conocí en Nantucket que empezó a recibir cajas de artículos para la casa enviados por un prisionero en Walpole que ella no conocía. Nadie entendía qué estaba pasando. Todas las semanas ella iba a la oficina postal y obtenía un nuevo paquete de libros o utensilios o manteles o lo que sea. Nadie pudo averiguar cómo la conocía este tipo, o por qué hacía eso. Así que con el paso de los años escribí Unknown Admirer, donde una mujer más joven (la mujer de la historia real era vieja) divorciada que empieza a recibir regalos de un admirador desconocido. Y los regalos la cambian. Rompen la imagen que ella había construido de si misma de una mujer fría, reservada, pero no puede descubrir quién le está dando estos regalos. Y podría nunca llegar a saberlo en la historia. Me demoré 10 años escribiéndola. He escrito otras que nunca terminé y otras que me tomaron una tarde. Es extraño. 

Básicamente, yo no esbozo. La mayoría de las veces simplemente me llega la idea de una historia. Me he dado cuenta que pienso mejor en la historia mientras la escribo. Cuando tengo la idea de hacia dónde va o dónde comienza, empiezo a escribirla y dejo que se construya a sí misma. Por otro lado, me han preguntado cómo hago para cambiar de un proyecto a otro tan fácil. ¡Creo que eso se debe a la esquizofrenia! (risas). Trabajo horas extendidas. Como mínimo diez horas al día. Cuando haces eso, es mejor dedicarte a una historia y luego a otra, porque si te dedicas 10 horas a la misma historia… yo podría escribir de 6 a 7 páginas, pero si hago un cambio probablemente escriba de 10 a 11 páginas. Logro hacer más. Después de escribir algo durante 4 o 5 horas te estancas, te cansas. Cuando intercambias, sientes un pequeño impulso enérgico. A veces te da un deseo incontrolable y te dedicas a una cosa, excluyendo todas las demás, si vas bien. Pero para mí siempre es bueno tener otras cosas en paralelo, sólo en caso de que me levante por la mañana con problemas para pensar en una historia. Entonces simplemente salto.

Me gustan las historias cortas porque no tengo que trabajarlas por años. Recientemente estoy empezando a escribir libros grandes, así que veremos qué pasa. Creo que ahora sé cómo. En serio, no creo que supiera cómo escribir una novela, y pienso que ahora sé un poco más. Perdí una de mis novelas, The Handbook of American Prayer, por culpa de un primitivo computador portátil. No se pudieron recuperar los datos, y yo, furioso, dije: “que se vaya a la mierda”. Ahora me agrada haberla perdido, porque la nueva es mejor. Bueno, simplemente me gusta la historia. Es sobre un tipo que lo meten a la cárcel por homicidio, y mientras está en prisión desarrolla un sistema de oraciones que llama “prayerstyle”. Empieza a orar por cosas pequeñas: cigarrillos, la visita de su novia, una carta. Y comienza a escribirles oraciones a otros convictos, oraciones de tono poético. Hace unas pequeñas notas, y empieza a creer que la oración en realidad no se trata de religión – es más un acto moderado de física. Es la fuerza de voluntad sobre el universo. No necesariamente tiene que dirigirse hacia alguna deidad en particular. Así que empieza a hacer anotaciones sobre el proceso, se las muestra a su profesor de escritura en la prisión, el profesor las envía a un agente, es publicado, sale de la cárcel, se casa con una mujer, va a Arizona y se vuelve increíblemente famoso porque el libro es comprado como una especie de hito de la nueva era. También tiene un cierto tono literario, así que se vende en los dos frentes. Se convierte en una figura de un culto. Su nombre es Wardlin, y se crea un culto de personas que se llaman a sí mismas Wardlingites, vestidas como “El Señor de la Soledad”, un personaje reiterativo en una de sus oraciones. Lo que pasa en el libro es que tal vez este personaje de hecho se manifiesta. En realidad la historia es sobre fama y cómo ésta afecta a las personas. Es sobre una cantidad de cosas extrañas. No estoy seguro. Simplemente me gusta la historia del sujeto. Me gusta el personaje, un alma imperturbable que trata de cambiar y que podría lograrlo o no. 

Un proceso de escritura similar ocurrió en mi novela Lousiana Breakdown. Escribi algunas páginas al inicio, como usualmente hago, y luego me detuve para saber qué estaba pasando. Creo que la sincronicidad de la idea de un colapso general, el auto, los personajes, la cultura del pueblo, la ecología, es lo que me atrajo y disparó el resto de la historia. Me gusta el reto de unir todo esto sin sermonear. En otro nivel, la idea de la historia era secundaria al lenguaje. Disfruté los sabores musicales de la prosa, los toques poéticos, y las imágenes que me estaban surgiendo. Así que principalmente el vernáculo cuasi-místico de esas primeras páginas fue lo que dictó los temas. La idea salió de un amigo que estaba conduciendo, viendo algunas ventas de garaje y encontró un gran montón de cosas en una (incluyendo una batería) con un letrero que decía: Todo se debe ir – 150 dólares. Le dice al tipo que vende que le da 100 dólares sólo por la batería, pero el tipo dice: “No, todo o nada”. Entonces mi amigo le da el dinero y empieza a meter las cosas en su camioneta. Justo antes de terminar, el tipo sale de su casa cargando una caja y dice: “mire, llévese también esto”. Mi amigo llega a su casa y mira la caja. Es una lámpara con lo que parece ser una pantalla de pergamino y pequeños pompones colgando. El pergamino se siente extraño, así que lo hace revisar y resulta que es piel humana. Descubre que el tipo que se lo vendió es un yonqui conocido por haberse quedado dormido en medio del Huracán Katrina. Él y su esposa se inyectaron justo cuando estaba golpeando la tormenta y cuando se despertaron el barrio estaba inundado y la mitad de la gente muerta. Ese es el inicio de la historia. Mi amigo continúa tratando de rastrear el origen de la lámpara, y la historia evoluciona diariamente, involucrando (entre otras cosas) a un músico famoso, el mito del Fausto, y elementos incluso más sorprendentes. Pero es carácterístico del tipo de historias y personajes que veo cuando estoy allá. Todos en Lousiana parecen saber cómo contar una historia. Y si eres escritor, eso te encanta.

La gran diferencia entre mis escritos de hace 20 años y los de ahora es que ya no escribo tantas historias terribles. He aprendido a no irme por los caminos errados. Soy más preciso con mi lenguaje y tengo una paleta emocional más grande. Uso menos adjetivos, y he aprendido a usar adverbios. Ya no escribo de una forma tan descriptiva (hay menos énfasis en los detalles sensoriales) pero es por elección, y he mejorado mucho en la evocación de matices psicológicos. De ahí que haya aumentado la definición de mis personajes y haya disminuido la descripción de dónde están en un momento dado.

Siempre he tenido una meta: escribir algo que dure más que yo. Sigo trabajando en eso. Actualmente estoy escribiendo una novela sobre vampiros que en realidad no tiene vampiros y que espero que se gane el Premio Nobel. Lo anterior pudo ser un chiste, en caso de que se lo estén preguntando.

Lucius Shepard ha ganado los premios World Fantasy Award, Hugo, Nebula, Sturgeon, Locus, entre otros. Su más reciente libro, The Best Of Lucius Shepard, es una retrospectiva de algunos de los mejores cuentos que ha escrito en su carrera. Es el autor de El Cazador de Jaguares, Dorada, Vida en Tiempo de Guerra, Softspoken, A Handbook of American Prayer, Trujillo, Eternity and Other Stories, entre otras novelas y cuentos, y escribe en el blog theinferior4+1 que comparte con los escritores Paul di Fillipo, Liz Hand y Paul Witcover.

Referencias: 

ActuSF  le site web de l’actualité de la science fiction

Jayme Blaschke, Interview: Lucius Shepard, January 2004, Strange Horizons

Bibliophile Stalker

– Blog: theinferior4+1

The Nebula Awards – Lucius Shepard Interview, 2008

SCIFI Channel – Lucius Shepard travels to The Ends of the Earth and lives to tell the tales

Locus Magazine – Lucius Shepard: Landscapes

[Texto preparado por Hernán Ortiz para el Encuentro Fractal’09]
[Nota: Lucius Shepard finalmente no pudo asistir al encuentro por sugerencias de su doctor, ya que tenía una fuerte neumonía]


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HERNÁN ORTIZ. Co-fundador de encuentro Fractal y Proyecto Líquido. Trabajo con historias. E-mail: hernan (arroba) proyectoliquido.net
Twitter: @hernanpl

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