GPS biológico

Hormiga sobre un menú © stock.xchngLa gente es mi GPS. Preguntando llego a cualquier parte. Sin mapas, sin geolocalización — me pierdo y la gente me ubica. Cuando alguien me dicta una dirección, pregunto por dónde es y esta persona me da un punto de referencia: un Carrefur, un McDonalds, una estación del Metro. Mi estrategia es que cuando llego al punto de referencia, saco el papel donde anoté la dirección, busco a alguien que tenga cara de saber por dónde queda –un taxista, un vigilante, el conductor del lado mientras el semáforo está en rojo– y después de leerle o pasarle el papel, esa persona, tan querida, me indica cuántas cuadras debo avanzar y cuántos giros a la izquierda o derecha debo hacer, y finalmente llego. Además, llego puntual.

Pero no es verdad.

Casi siempre me dicen mentiras y llego tarde. Termino dándole vueltas al barrio y viendo la misma panadería y el mismo preescolar y el mismo vendedor de mangos que le echa sal y pimienta a la bolsita porque cree que ahora sí le voy a comprar, y en medio de ese vergonzoso déjà vu me lamento por ser tan desubicado.

No es que no sepa la nomenclatura. Entiendo la diferencia entre calles y carreras, y además sé contar, pero por alguna extraña razón mi cerebro no registra la dirección que estoy buscando. Hasta que alguien me la señala. Al principio me reía, y si estaba acompañado actuaba como si estuviera haciéndome el perdido, pero luego me empecé a preocupar: esa condición podría ser más grave de lo que parece. La desaparición mental de lugares suena a problema neurológico. Mi nombre podría estar en una futura crónica de Oliver Sacks.

Bueno, estoy exagerando. Unos buenos partidos de paintball, practicar juegos first person shooter o participar activamente en la búsqueda del niño Jesús en vísperas de Navidad podrían despertar espontáneamente alguna habilidad natural de GPS que pueda estar dormida en mi cuerpo. ¿Por qué no? Peces, pájaros, mariposas, moscas, abejas, murciélagos, ratas, tritones, tortugas de mar y langostas marinas tienen partículas magnéticas que aparentemente los ubican. Y las hormigas, gracias al mugre, tienen en sus antenas pequeños magnetos que conforman una especie de brújula biológica y que podría explicar por qué ellas sí saben para dónde van. Parece haber un sistema GPS en la naturaleza que no necesita receptores ni sistemas de satélites, que pesa casi nada, que requiere poca energía para operar y está hecho en su mayoría de mugre. Tengo algo de envidia por las hormigas, pero por ahora, mientras le doy vueltas al barrio, lo mínimo que puedo hacer es comprarle a ese señor un mango. Y aprender de la naturaleza. ¿Podré ubicarme más fácil si no me baño? ¿O necesitaré algún procedimiento de biohacking?

[Foto: stock.xchng]

Video para todos

The Hunt for GollumTengo que admitir que a diferencia de muchos conocidos tecno-freaks, yo no creo en toda esta venta de aire que llamaban “Web 2.0”. Tal vez sea por que lo veo desde el lado tecnológico del asunto, pero no veo a Facebook como una aldea virtual, no creo que Twitter sea un medio revolucionario, y no creo que los blogs lleguen a reemplazar al periodismo real y remunerado. Y aunque tengo los tres, no entiendo bien el concepto de igualar 2 memes con la creación de la imprenta. Pero ese soy yo.

Entre muchas otras cosas que esta “revolución” nos está vendiendo, está la idea de que los sitios de video online (YouTube, Vimeo, etc.) están destinados a reemplazar a la televisión y al cine. No sé a que YouTube suelen entrar estos revolucionarios del sofá, pero todavía no me cabe en la cabeza la idea que alguien pueda dejar de ver un episodio de Seinfeld por ver 10 clips de 2 minutos sobre gorditos cantando Dragostea din tei (Numa Numa).

Sin embargo, hace unos días me topé con “The Hunt for Gollum“, un film amateur creado “por fans y para fans”, basado en el mundo fantástico de J.R.R. Tolkien. Con €3000 de presupuesto, 40 minutos de video y muchas donaciones, los resultados son sorprendentes: una película corta que se ve casi tan bien como la trilogía creada hace un par de años por Peter Jackson y New Line Cinema. Quizá los teasers sean engañosos y el 80% del presupuesto se haya ido en esos 135 segundos de trailer, dejándonos con 38 minutos de basura, pero tengo esperanzas. Si la película resulta estar tan bien como se ve en los dos videos tendré que empezar a tragarme mis palabras, porque estaría totalmente dispuesto a cambiar 2 horas en una agobiante sala de teatro por tener acceso a una buena pelicula con los 30 minutos que conlleva la descarga.

“The Hunt for Gollum” no es el primer proyecto de este tipo. Existen además “Born of Hope” ambientado también en Tierra Media y “Star Wars: Revelations” en el universo de George Lucas. De todas formas, sigue existiendo un problema común a estas tres ficciones: la duración de los derechos de autor (copyright). Gracias a estas leyes, obras como “El Señor de los Anillos” (cuyo último volumen fue publicado en 1955) están protegidas por 70 años después de la muerte del autor, así que los creadores podran empezar a obtener ganancias a partir de 2043 (2053 en Colombia).

Hoy en día es común que gente que en su vida ha leído un libro se la pase todo el día leyendo blogs en Internet, y que las personas que nunca pudieron tocar un instrumento gasten dos o tres horas a la semana haciendo remixes de Nine Inch Nails. ¿Cómo sería un futuro donde el video que vemos online fuera producido por independientes con amor al arte y no por empresas vendiéndonos “Dude, Where’s my Car?” ?

Dejando de lado el asunto de los derechos de autor, quedan algunas preguntas: ¿Quién paga por los costos de producción?, ¿Habrá gente dispuesta a pagar por ver una de estas películas?, y finalmente: ¿Cómo gastaron USD$285 millones haciendo la trilogía de Jackson?

Mientras soñamos con un futuro donde no tengamos que lidiar con los amables señores de la MPAA, aquí está el trailer de la película que fue lanzada el 3 de Mayo de 2009:


Trailer 2 – The Hunt For Gollum [2]
by HuntForGollum

[Foto: btt86 en Flickr]

Música ballardiana para un club nocturno vacío

Publicado hoy, Domingo 3 de Mayo, en Generación de El Colombiano.

J.G. Ballard, © Paul Murphy“Ballardian”: un adjetivo incluido en el Collins English Dictionary que se refiere a lo relacionado con las condiciones descritas en los cuentos o novelas de J.G. Ballard: la modernidad distópica, los desoladores paisajes creados por el hombre y los efectos psicológicos del desarrollo tecnológico, social o ambiental. Elementos que hacen pensar única y exclusivamente en J.G. Ballard: las piscinas vacías, las construcciones deshabitadas, los desiertos y los clubes nocturnos donde la música suena pero no hay nadie escuchando…

¿Y cuál es la música que suena?

Digamos que en ese club nocturno ubicado en medio del desierto, sobrevolado por aviones bombarderos –que a los ojos de los niños se dedican a hacer figuras con las nubes– y a donde llegaríamos siguiendo las pistas que nos deja un camino de jeringas hipodérmicas vacías, sonaría música Ballardiana. Música influenciada por las ficciones de J.G. Ballard: Radiohead, Joy Division, Manic Street Preachers, Gary Numan, The Klaxons… Madonna.

Aunque J.G. Ballard –escritor inglés fallecido a los 78 años el pasado domingo 19 de abril– era reconocido por su sintonía con el cine y las artes plásticas, la influencia más notable de su obra, además de la literatura, fue en la música.

El 6 de Febrero de 2007, Thom Yorke, líder de la banda Radiohead, citó en su blog fragmentos del libro “Kingdom Come” (traducido por Ediciones Minotauro como “Bienvenidos a Metro-Centre”), la última novela que escribió J.G. Ballard. A pocos meses del lanzamiento de “In Rainbow” (álbum descargable y sin protección DRM que le permite al usuario pagar por él la cantidad que crea conveniente), Thom Yorke no podía sacarse a Ballard de la cabeza: “El peligro es que el consumismo necesitará algo cercano al fascismo para seguir creciendo”, “Somos como niños aburridos. Hemos estado en vacaciones durante mucho tiempo, y nos han dado demasiados regalos”, “La sociedad consumista es una especie de estado policial indulgente. Creemos que tenemos una elección, pero todo es obligatorio. Tenemos que seguir comprando o fallamos como ciudadanos”. Yorke experimentaba la influencia Ballardiana, fenómeno en el que una historia de Ballard secuestra las ideas del lector sobre el mundo, las transforma con su lógica surrealista y se las devuelve con su propio sello, haciendo que sea imposible volver a ver la realidad de la misma forma. La obsesión de Yorke por las ciudades ahogadas (o por la inundación, como en el cover de su álbum como solista “The Eraser”) es en parte inspirada por El Mundo Sumergido (1963), novela que se adelanta al calentamiento global y en la que –al igual que en La Sequía (1964) y El Mundo de Cristal (1966)– los acontecimientos externos sirven como excusa para explorar lo que Ballard denominó “el espacio interior” (a diferencia del “espacio exterior” de viajes al espacio y conquista de otros planetas característico de la ciencia ficción de la época) definido como un territorio psicológico “donde se encuentran y funden el mundo exterior de la realidad y el mundo interior de la mente”. Ese era el interés de J.G. Ballard: el lado oscuro de la psique del ser humano, los apocalipsis internos de los personajes. Radiohead, en su exitoso álbum de 1997 OK Computer, incluye dos canciones influenciadas por la visión del mundo Ballardiana, específicamente por la novela “Crash” (llevada al cine por David Cronenberg): Airbag, que describe un accidente automovilístico en cámara lenta, y Lucky, sobre una experiencia cercana a la muerte en un avión a punto de estrellarse.

“Crash” describe una subcultura obsesionada sexualmente por las posibilidades de los accidentes automovilísticos –“las heridas causadas por las colisiones de los automóviles son las claves para una nueva sexualidad, nacida de una tecnología perversa”– y fue la novela más experimental, arriesgada y controversial de J.G. Ballard. Es conocida la historia del editor que recibió el manuscrito de “Crash” y dijo: “este autor está más allá de la ayuda psiquiátrica. ¡No lo publiquen!”. Sin embargo, la novela fue publicada en 1973 y se convirtió en un clásico de culto. Ballard escribió “Crash” como manifestación de un acto de furia, sintiéndose destruido por la muerte de su esposa, y años después reconoció que no era capaz de volver a leer la novela, que ese libro parecía haber sido escrito por otra persona. En el álbum de 1994 “The Holy Bible” de la agrupación Manic Street Preachers se incluye la canción Mausoleum, donde se reproduce un sample de Ballard hablando sobre su libro “Crash”: “quería restregar la cara humana con su propio vómito, quería forzarla a mirarse en el espejo…” El postpunk de finales de los 70s y los 80s también fue muy Ballardiano. Bandas industriales como Throbbing Gristle y Cabaret Voltaire eran admiradoras de las dos “B”: Ballard y Burroughs. La canción “Warm Leatherette” de la banda The Normals de 1978 es un resumen de “Crash” de tres minutos: “el freno de manos penetra su pierna/ Rápido – hagamos el amor, antes de que te mueras”.  Las canciones “Cars” de Gary Numan y “Always crashing in the same car” de David Bowie, también le deben parte de su inspiración a “Crash”. Numan admitió en una entrevista que la canción Down in the Park (historia de unos androides que asesinan y violan seres humanos por entretenimiento mientras el público los observa desde un club cercano) fue influenciada por J.G. Ballard y Philip K. Dick. 

La idea de “Crash” surgió de una novela-de-relatos que J.G. Ballard había publicado previamente: The Atrocity Exhibition (Exhibición de Atrocidades, 1970), un experimento literario dividido en capítulos con nombres provocativos (“Tú: Coma: Marilyn Monroe”, “Notas para un colapso mental”, “Por qué quiero joder a Ronald Reagan”, etc.) cuya lectura y ambiente podría describirse como la experiencia de entrar con un automóvil estrellado a una morgue transformada en museo de arte pop, donde el médico forense describe con tono desapasionado curiosos hallazgos y patrones y relaciones entre el cuerpo, la sexualidad, la tecnología y los rincones más oscuros de la mente humana. “Closer” (1980), el último álbum de la banda Joy Division antes de la muerte de su vocalista Ian Curtis (que era un gran lector de Ballard), incluyó la canción “The Atrocity Exhibition” que está basada en la novela.

 La banda inglesa The Klaxons también fue víctima de Ballard. Ganadora del Mercury Prize, tituló su más reciente álbum Myths of the Near Future en homenaje a la colección de cuentos de J.G. Ballard. Esta agrupación, que se ha inspirado también en obras de Thomas Pynchon y William Burroughs, dijo en una entrevista: “para nosotros la fantasía y las tierras extrañas que se esconden dentro de la mente humana son muy importantes. Todos esos referentes son parte de nuestra música y nos preocupan o nos guían mucho más que las modas o los gustos de la gente en cada momento”.

En el club nocturno Ballardiano también hay cientos de pantallas de televisión que a veces pasan escenas de “Psicosis” de Alfred Hitchcock y a veces videos de música pop. La canción “Video killed the radio star” de Buggles fue la primera que puso el canal MTV en su lanzamiento de 1981, y está inspirada en el cuento de J.G. Ballard “The Sound Sweep” (El barrendero de sonidos), que narra un mundo obsesionado por la limpieza sonora del ambiente, donde la música se ha transformado en una experiencia fría y desencantada.

En las paredes del club nocturno hay posters que, en conjunto, forman la imagen Ballardiana perfecta: un avión de la RAF oxidado y tirado en un páramo desolado –la carátula del álbum Sci-Fi Lullabies de la agrupacupión Suede inspirada en J.G. Ballard–  al lado de un collage con fotos de las partes íntimas de Madonna tomadas en medio de su tour Drowned World (El Mundo Sumergido), que es llamado así en honor a la novela ya mencionada de Ballard, música de la banda inglesa Comsat Angels (cuyo nombre fue tomado de un cuento de Ballard) y un sample de la voz de Ballard hablando, de la nada, sobre punk: “para ellos la locura era una especie de libertad, la única libertad que les quedaba […] La sociedad burguesa les ofrecía hipotecas y ellos le respondían con psicosis”.

Esa psicosis que mencionaba Ballard fue su preocupación durante los últimos diez años. Ya había empezado a tratar el tema en su novela Rascacielos (1975), ubicada en un futuro cercano donde un gran edificio de apartamentos satisfacía todas las necesidades básicas de sus habitantes (bancos, colegios, restaurantes), y cuya estructura de clases altas en los últimos niveles y clases bajas en los niveles inferiores desencadenaba una serie de acontecimientos perversos, hasta llegar a un tribalismo brutal y violento, metáfora de una sociedad occidental a punto de colapsar. La banda Hawkwind, pionera del Space-rock, se inspiró en esta novela para una canción llamada High Rise (Rascacielos) en su álbum PXR5 de 1975. Luego, con la misma atmósfera, Ballard escribió Noches de Cocaína (1996), Super-Cannes (2001), Milenio Negro (2003) y la ya mencionada Bienvenidos a Metro-Centre (2007), novelas ubicadas en un futuro cercano (o lo que él llamaría un “presente visionario”) donde la violencia y las pequeñas dosis de psicopatía son tratadas como recursos terapéuticos para que las sociedades se sientan más vivas y se liberen de una prisión auto-impuesta. En estas novelas, psiquiatras, médicos o deportistas carismáticos son una especie de Mesías que llevan a los ancianos que están a punto de morir en lujosos balnearios, a los ejecutivos que se mantienen con gripa y depresión, o a los matrimonios estancados… hacia nuevas e inesperadas posibilidades. Y siempre hay un peligro acechando. Tal vez, como dice en Super-Cannes: “Los Adolf Hitler y Pol Pot del futuro ya no vendrán del desierto, sino de centros comerciales y complejos industriales corporativos”.

Y si hay alguien que sabe de guerra y violencia es J.G. Ballard. Este autor nació en Shanghai en 1930 y durante la segunda guerra mundial fue recluido con su familia en un campo de concentración japonés. Una experiencia dramática que cambió para siempre su visión del mundo y que retrató en la novela de 1984 “El Imperio del Sol” (su novela más conocida, adaptada al cine por Steven Spielberg). Las experiencias traumáticas de China lo acompañaron de por vida y lo dotaron con una habilidad excepcional para las metáforas y los símbolos. “Mi ficción es, de muchas formas, la disección de una patología profunda que observé en Shanghai y luego en el mundo de la posguerra”, escribió Ballard en sus memorias. “Recuerdo muchas de las brutalidades casuales y las golpizas que ocurrieron, pero al mismo tiempo éramos niños que nos divertíamos con cientos de juegos”. La nueva banda del líder de la agrupación australiana Sleepy Jackson se llama Empire of the Sun, en honor a la novela de Ballard.

Alguien se acerca al club nocturno. De fondo hay música de John Foxx (que admitió leer demasiado a Ballard) y de repente la música se desvanece y se reproduce la grabación de la voz de J.G. Ballard leyendo su credo: “Creo en el poder de la imaginación para reconstruir el mundo, liberar la verdad que hay en nosotros, alejar la noche, encantar las autopistas, congraciarnos con los pájaros, asegurarnos los secretos de los locos, trascender la muerte”. Quien se acerca es un nuevo lector de J.G. Ballard, seducido por la narración fría y clínica de sus textos, un lector que saldrá del club nocturno convertido en otra persona… alguien que podrá ver los secretos detrás de un cementerio de automóviles, que apreciará la poesía de los hoteles abandonados y las playas de vacaciones desiertas, alguien que verá el mundo como lo vio un profeta de nuestro tiempo que trascendió la muerte con la imaginación y que por medio de su obra y los artistas que influenció, será eternamente recordado.

[Texto: Hernán Ortiz]
[Foto: Paul Murphy] 

 


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HERNÁN ORTIZ. Co-fundador de encuentro Fractal y Proyecto Líquido. Trabajo con historias. E-mail: hernan (arroba) proyectoliquido.net
Twitter: @hernanpl

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