Descarga #4: Flores de Invernadero por Mike Resnick

“Mi papá vivió hasta la edad madura de los 89 años. Los últimos dos años de su vida los pasó en una unidad de cuidados intensivos. Cada que lo visitaba, me impresionaba el equipo de enfermería, lo mucho que trabajaban para mantener a sus pacientes cómodos y felices (y, sí, vivos). Cuando establecieron la Seguridad Social, la esperanza de vida promedio en Norteamérica era de 64 años. En la actualidad se acerca a los 80 años. Extrapolen otro siglo de progresos médicos y ya no sabremos cuánto tiempo esperamos vivir. Pero eso no tiene nada que ver con la calidad de vida, simplemente con la duración. Combiné esa idea con mis observaciones sobre el equipo de enfermería, y escribí “Flores de Invernadero”, historia nominada al Hugo en el año 2000.” –– Mike Resnick, para Descarga Fractal #4.

Para “Flores de Invernadero” de Mike Resnick decoramos el espacio con flores, un souvenir para los asistentes, un pequeño recordatorio de una gran historia y una gran conversación. Arcade Fire sonaba de fondo: “Mi cuerpo es una celda/que no me deja bailar con los que amo/pero mi mente tiene la llave…”. La música me recordó a mi abuela en la cama del hospital diciendo de que se la llevaran, que los médicos querían hacerle daño, que la habían amarrado a la cama. Mi abuela tratando de liberarse de su cuerpo. Y en la melancólica voz de Win Butler, mientras cantaba: “Libera mi espíritu/libera mi espíritu/libera mi cuerpo”, yo escuchaba la voz de ella. Ella no quería dejar su cuerpo, sólo liberarse del hospital. Lo que creyera con su mente –la llave de esa celda de 98 años– era un primer paso. Y el más importante, indispensable, era el marcapaso recién implantado en su corazón. Una tecnología que le devolvió a la vida.

Es el tipo de resurrección al que tenemos acceso en 2008.  El cuento “Flores de Invernadero” nos llevó a preguntarnos sobre la ciencia médica y la conservación de la vida dentro de unos cuántos años.

Dentro de unos cuantos años, en este mismo blog, probablemente estaremos hablando sobre la oferta comercial para alargar la vida: clonación y reemplazo de partes del cuerpo, criónica, procedimientos para vivir miles de años tipo SENS, transferencia de la conciencia y comerciales de televisión sobre sesiones de animación suspendida con un 10% de descuento.

En “Flores de Invernadero”, la medicina mantenía con vida a los ancianos casi indefinidamente. Con vida pero en la cama. La medicina se enorgullecía de haber alargado casi un siglo o más la vida de estos ancianos. Pero ellos, como las flores de un invernadero, no podían moverse a voluntad, no podían expresarse, no podían decidir si querían seguir viviendo o no.

“¿Cuánto le cuésta al estado mantener una situación así?” se preguntaba alguien del público. “Con tantos ancianos vivos en esas condiciones, ¿cómo se afecta la productividad?”. Alguien dijo que cuando la gente pierde las capacidades se vuelven objetos. Y que mantenerse con vida en esas condiciones era algo que el anciano no deseaba. Que era, más bien, un deseo de los familiares. Un acto egoísta surgido del apego.

“Es que la medicina es una mezcla de compasión y culpa”, respondió alguien del público. “No lo hacemos por que el otro esté bien sino por el temor de no poder cargar con la culpa de la muerte del otro”.

En la historia, el señor Goldmeier, uno de los ancianos vegetales de la unidad de cuidados especiales, habló. Habló con su voz seca y rasposa, sorprendiendo al enfermero que lo cuidaba. El señor Goldmeier no entendía por qué lo mantenían con vida, sufriendo. Le dijo al enfermero: “He visto cosas terribles, cosas que ningún hombre tendría que ver […] He estado en lugares donde los hombres suplicaban la muerte y enloquecían lentamente cuando ésta no llegaba. El enfermero le preguntó dónde había ocurrido eso, y el señor Goldmeier respondió: “Aquí, en estas salas”.

En general para los asistentes era más importante la calidad de vida que el alargamiento de la vida. Y hubo diversos comentarios al respecto: alguien dijo que prolongar la vida era prolongar el sufrimiento. Alguien dijo, refiriéndose a la industria farmacéutica y a las prótesis, que la inmortalidad es un negocio. Alguien dijo que cada vez hay más ancianos en la sociedad y que los países que tienen las necesidades básicas solucionadas, no tienen hijos. Alguien puso el tema del miedo a la muerte. ¿Hasta dónde nos puede llevar el miedo a la muerte?

“Transferencia de la conciencia”, respondió alguien del público. La posibilidad de transferir la mente, la personalidad o la conciencia a una máquina. Es uno de los temas de los que tanto habla Ray Kurzweil (de quien publicamos una entrevista aquí) y que podría significar el fin de la historia humana. A esto él lo llama la Singularidad Tecnológica y considera que ocurrirá aproximadamente para el 2045. La transferencia de la conciencia significaría la inmortalidad.

Le preguntamos al público si ellos descargarían la conciencia en una máquina y casi todos dijeron que sí. Pensamos en posibilidades: hacer back-ups de uno mismo (como en la novela Tocando Fondo: en el Reino Mágico de Cory Doctorow), vivir en el ciberespacio mientras el cuerpo está en un estado criónico o  dejar el cuerpo físico del todo y vivir para siempre en un mundo virtual (bueno, hasta que a alguien le de por subir de nuevo el back-up).

“¿Pero cómo sería de tediosa la vida si fuéramos inmortales?” se preguntó alguien del público. “La muerte es la que le da sentido a la vida. La muerte es un proceso necesario para darle paso a algo nuevo. Para apreciar más la vida”.

“No sería tediosa” respondió alguien. “Si estuviéramos limitados a estas leyes físicas que conocemos, sí te aburrirías. Pero en un mundo virtual estas leyes cambian, se crean nuevas leyes constantemente… y tu estado emocional no dependería de tu cuerpo sino de tu creatividad”.

Arcade Fire sonaba de fondo: “Aférrate al veneno de tu edad/no lamas tus dedos para voltear las páginas (de la biblia)”. La sesión estaba terminando y las flores en el espacio ya se estaban empezando a secar. Había que poner esas flores en agua o botarlas. Y me quedé pensando en que no importaba qué tanto las cuidara, esas flores, que habían decorado una Descarga sobre la imortalidad, inevitablemente se iban a marchitar.

Mike Resnick nació en Estados Unidos en 1942. Vendió su primera novela de ciencia ficción hace 40 años y sus primeros cuentos muchísimo antes. Según la revista Locus, ha ganado más premios por sus cuentos que cualquier otro escritor, vivo o muerto, y cuando se añaden novelas y libros de no-ficción, queda de cuarto puesto en la lista. Ha ganado 5 Premios Hugo (de 31 nominaciones), un Nebula (de 11 nominaciones) y otra cantidad de premios de países tan diversos como Francia, Japón, España, Croacia y Polonia. Ha participado como Invitado de Honor en unos 30 congresos de ciencia ficción, y ha sido Maestro de Ceremonias en una docena más. Es autor de más de 50 novelas, casi 200 cuentos, y un par de obras de teatro que escribió junto con su esposa Carol, a quien conoció en la Universidad de Chicago y con quien ha estado casado desde 1961. Ambos también escribieron durante más de una década una columna mensual sobre perros pastor de raza pura, actividad en la que es un experto, ya que se dedicó a la cría y presentación de esos animales en exposiciones caninas. En 1962 nació la hija de ambos, Laura, quien también es una popular y galardonada escritora de ciencia ficción y literatura fantástica.  Mike Resnick vive en Cincinnati, Ohio.

[Fecha: 14 de Agosto, 2008]

[Fotos: Nicolás Peñaloza]

El experimento de Neal Stephenson

Anathem, la novela de Neal Stephenson que saldrá el 5 de Septiembre, tiene una introducción única: está dirigida a lectores que normalmente no leen ciencia ficción. A los lectores del género les recomienda omitirla.

Anathem está ambientada en un futuro en el que toda la gente racional, que sabe leer y escribir, ha sido agrupada y trasladada a un sistema de monasterios. Pero los monaesterios no son lugares para rendir culto a una religión — recluyen y aislan a las personas que tienen una perspectiva científica: pensadores críticos, científicos, filósofos. La novela sigue las hazañas de un grupo de jóvenes que han vivido casi toda la vida dentro de uno de estos monasterios y luego resultan involucrados en una aventura.

SCI FI Wire le hizo una entrevista a Neal Stephenson, donde el autor habla de su inspiración para la novela (menciona el Millenium Clock de la fundación Long Now, tal vez la solución a la pérdida de la concentración del hombre contemporáneo de la que habla Nicholas Carr)

Además de la banda sonora tipo Agua/Cero del libro, el autor, como dije anteriormente, experimenta con la introducción. En sus propias palabras:

La gente que lee ciencia ficción y literatura fantástica ha desarrollado una habilidad que otras personas no. Pueden coger un libro y empezar a leerlo, y el libro tendrá una cantidad de palabras que no han visto antes y nombres con los que no son familiares, y está configurado en un mundo con una geografía desconocida y con costumbres desconocidas — y al principio puede ser un poco difícil de leer, pero esta gente sabe que si va a seguir leyendo y es paciente, llegará un momento en el que todo será explicado, y podrá atar los cabos sueltos en su cabeza. Y de hecho hacer eso es parte del placer de leer el libro para un fan de ciencia ficción o literatura fantástica.
Creo que quienes generalmente no leen ciencia ficción y literatura fantástica, cuando encuentran un libro que tiene todos esos elementos desconocidos, les parece bastante chocante. Cuando la gente estaba leyendo los primeros borradores de este libro [Anathem], quienes estaban acostumbrados a leer ciencia ficción y literatura fantástica se lo devoraban sin problemas, y los que no, decían: “me gustaría un glosario. Me gustaría una línea de tiempo. Me gustaría un mapa. Me gustaría una explicación más detallada de los antecedentes de este mundo”.
Entonces decidí ver si podía complacer a ambos grupos incluyendo material para quienes no son fans de la ciencia ficción. Pero lo prologo con una pequeña advertencia para los lectores de ciencia ficción sugiriéndoles que omitan esa parte.

[Fuentes: SCI FI Wired, Discover Magazine]

Diez interfaces de usuario del futuro

Los diseñadores de interfaces tienen una responsabilidad enorme en sus manos: interfaces atractivas e intuitivas para el usuario. Los diseñadores de interfaces no están enfocados en hacer que el objeto o la aplicación sea físicamente atractiva (esto lo hacen los diseñadores gráficos o industriales); su meta es que la interacción del usuario sea lo más simple y eficiente posible. El diseño llamativo desarrollado por los gráficos se aplica al diseño de interfaz siempre y cuando no interfiera con la condición de usabilidad y adaptabilidad a las necesidades del usuario…

Con esto en mente, la revista Smash hizo un listado de 10 desarrollos recientes en el campo del diseño de la experiencia de usuario, desarrollos donde: “se vuelven importantes las ideas creativas y los acercamientos a las interfaces inusuales. Innovador no significa usable, y usable casi nunca significa innovador. Como siempre, es necesario encontrar un balance óptimo. Y algunas interfaces de usuario logran hacer eso exactamente”. La revista aclara que algunas técnicas parecerán muy futuristas, pero que otras ya son una realidad. “De hecho”, añade, “pueden volverse ubicuas en los próximos años”.

Creo que la más impresionante es Ringo: Interfaz de Usuario Holográfica. ¿Ustedes qué opinan? Aquí pueden ver todo el listado.


Holographic Interface – round interface – Ringo from Ivan Tihienko on Vimeo.

 

[Ilustración: petitinvention]

¿Será que Google nos está volviendo… intolerantes frente a textos estúpidos?

Si Nicholas Carr tiene razón, ustedes no van a leer este artículo.

Es extraño: por estos días quienes trabajan en el mundo de la literatura quieren matar su profesión. Críticos de ciencia ficción afirman que ha muerto la ciencia ficción. Libreros afirman que la gente no compra libros. Escritores afirman que ha muerto la lectura. En este último caso, el escritor Nicholas Carr culpa a Google y el acceso instantáneo a la información como las causas de su incapacidad para leer textos largos, ya sea en la red o impresos. Y que debido a esto sólo se puede concentrar en noticias cortas, en los primeros párrafos de los artículos y las primeras páginas de un libro. Lástima, porque si él tiene razón, ya no me podré concentrar para leer su más reciente libro de 276 páginas “The Big Switch: Rewiring the World, from Edison to Google”…

Para mí, lo que hace Google, la masificación de blogs y el acceso instantáneo a la información es dar opciones. No afectan mi capacidad para leer textos largos, pero si afectan mi capacidad para leer textos aburridos. Y me obligan a vivir con una constante sobrecarga de información. Antes me tenía que conformar con lo que había en bibliotecas y librerías. Ahora no. Google modificó mi tolerancia como lector. Ahora puedo leer autores nuevos, artículos que no están en revistas impresas, y novelas que aún no se han traducido. Puedo elegir con precisión qué me gusta y qué no, y tengo todo el derecho a aburrirme con ciertos textos que no me gustaron desde el principio, y nunca más leerlos.

Google da opciones. Y eso modifica mi tolerancia como lector. El peso queda en los escritores, que tienen la tarea de captar la atención, sostenerla durante cien, doscientas, trecientas páginas, y si el trabajo es bueno, hacer que la historia quede dando vueltas por la mente del lector… incluso mucho después de que se cierra el libro.

El artículo de Nicholas Carr puede leerse en la Revista Arcadia de este mes.

Guía de Campo para la Botánica Surreal

Mientras leen esto, la editorial Two Cranes Press celebra en Singapur con té y biscuits el lanzamiento de un libro completamente alucinante: A Field Guide to Surreal Botany. Editado por el escritor Jason Erik Lundberg (quien participó en Agua/Cero con el cuento “Realidad, Interrumpida”), e ilustrado por su esposa, la talentosa artista Janet Chui, el libro es una antología de especies de plantas ficticias que existen “más allá del mundo real”.

Desde Proyecto Líquido celebramos con Jason y Janet el lanzamiento de este fascinante libro. ¡Quisiéramos estar hoy en Singapur!

A Field Guide to Surreal Botany puede comprarse en este sitio web.

Los especímenes incluidos en el libro –grabados fielmente, y en algunos casos, dolorosamente por el ojo clínico de nuestro grupo de colaboradores criptobotánicos, investigadores de campo, y asistentes titulados (llenos de jarras de vidrio, lupas, y una apropiada armadura personal)– están organizados de acuerdo a la región geográfica, y descritos en detalle erudito por nuestros colaboradores […] En el interior encontrarás especímenes como el Couch Kelp (Siturfatarscea velvetorleva monthlypaymetis), una alga marina flotante con una vejiga inflable que parece un sofá; the Big Yellow Flower of Unnecessarily Obvious Information (Explanatum obviosis), una planta con una flor que es grande y amarilla; Twilight Luon-Sibir (Russica spectrata), que tiene un ciclo de vida extremadamente corto y existe en un estado de probabilidades; y otras cuarenta y cinco especies de plantas de todo el mundo y más allá […] Desde Cryptethnophytology of Latin America por el Dr. Dean Jameson (Palgrave, 1978), Asian Pomological Fantastika por Sng Chen Whye (Tinhau UP, 1981), o Parallel Botany por Leo Lionni (Knopf, 1977), no se había visto un volumen tan completo de flora surreal reunido en un sólo lugar. Producido conjuntamente con la Surreal Botanists Association, A Field Guide to Surreal Botany es un tour inolvidable por el reino fantástico de las plantas.

Nuevos metamateriales demuestran que la invisibilidad está cerca…

¿Recuerdan un post que escribí hace tres meses sobre invisibilidad? ¿El del laboratorio de nanotecnología de California que dijo haber inventado un metamaterial –un prisma hecho con 21 capas alternas de plata y flúor de magnesio, organizadas en una estructura de “red de pesca”– en 3D que permitía esconder un objeto al dirigir luz a su alrededor? Léanlo de nuevo, es un descubrimiento sorprendente que por ahora funciona a escala micro, pero que en un futuro cercano equivaldría a un descubrimiento digno del hombre invisible de H.G. Wells (aunque más bien, inventándome acrónimos, sería de un SIOR: Submarino Invisible al Ojo y al Radar o una especie de OVNI: Objeto Volador no Identificable — son los militares norteamericanos quienes financian el proyecto). De verdad, léanlo de nuevo porque el Alemán que dudaba del método del uso del prisma de este grupo de investigación liderado por Xiang Zhang (si se quieren formar una imagen mental del equipo, vean sus fotos) ya no tiene argumentos. Sí han creado el metamaterial. Y funciona. Y llegará el día en que podamos verlo funcionar a macro escala.

Similar a como lo describió el Dr. Michio Kaku en una entrevista que publicamos anteriormente, el Dr Zhang le dijo al diario Sunday Times de Inglaterra que “para las capas de invisibilidad, o escudos, el material necesitaría curvar las ondas de luz completamente alrededor del objeto como el río fluyendo alrededor de una roca” y añadió: “un observador mirando al objeto cubierto con la capa vería la luz que hay detrás del objeto, como si hubiera desaparecido”.

[Fuente: COSMOS]
[Imagen: iStockphoto]

COCOA, Astronomía y Astrofísica

Desde mañana 12 hasta el 15 de agosto, empieza en Medellín COCOA, el Congreso Colombiano de Astronomía y Astrofísica. El evento contará con la participación de más de 15 conferencistas profesionales de la astronomía y la astrofísica que trabajan en algunas de las más destacadas instituciones académicas y centros de investigación en el área: el Spitzer Science Center adscrito al CALTECH, el Instituto Astrofísico de Postdam (Alemania), la Carnegie Institution de Washington, el Laboratorio Nacional de Astrofísica (Brasil), el International Centre for Relativistic Astrophysics/ICRA-Brasil, El Observatorio de la Universidad de Leiden y la Universidad de Utrecht. También participarán los más destacados investigadores del país.

La programación para el público general (entrada libre) puede verse aquí

Más detalles sobre el evento en el sitio web de COCOA

Visiones del mañana: How You Can Save The World

El canal SCI FI estrena un nuevo blog, “How You Can Save The World“. Me enteré por un mensaje del grupo del Dr. Michio Kaku en Facebook. Michio Kaku escribió en ese blog el artículo “The Most Important Generation in History is the One Now Alive“, donde, similar a la entrevista que publicamos aquí hace unos meses, habla sobre el destino de nuestra civilización: “La generación que ahora está viva es la generación más importante que ha caminado en la tierra. Esto es porque decidiremos si en realidad vamos a convertirnos en una civilización Tipo I, o si vamos a descender hacia el caos y el desorden. Ha habido alrededor de 5.000 generaciones de humanos desde que emergimos de África hace aproximadamente 100.000 años, y la generación más importante es la que está viva ahora, ya que tenemos el destino de la civilización en nuestras manos”.

Y aparte del Dr Michio Kaku, hay otros 18 personajes, “mentes brillantes del arte a la ciencia, del entretenimiento a la arquitectura, del gobierno a la tecnología y lo que hay en medio de todas ellas”, que postean sus opiniones sobre cómo podrían salvar el mundo, y leen los comentarios de los usuarios que participan.

Ganadores de los Premios Hugo 2008

Ayer por la noche, en Denver, Colorado, se celebró la entrega de los Premios Hugo 2008. La ceremonia fue parte de Denvention 3, la Convención Mundial de Ciencia Ficción #66. A continuación presentamos la lista de ganadores. Todos los nominados pueden verse aquí:

Mejor Novela: The Yiddish Policeman’s Union por Michael Chabon (HarperCollins; Fourth Estate) [en español, El sindicato de policia yiddish, Literatura Mondadori]

Mejor Novella: “All Seated on the Ground” por Connie Willis (Asimov’s Dec. 2007, Subterranean Press)

Mejor Novelette: “The Merchant and the Alchemist’s Gate” por Ted Chiang (F&SF Sept. 2007)

Mejor Cuento: “Tideline” por Elizabeth Bear (Asimov’s June 2007)

Mejor Libro Relacionado: Brave New Words: The Oxford Dictionary of Science Fiction por Jeff Prucher (Oxford University Press)

Mejor Presentación Dramática, Formato Largo: Stardust Escrita por Jane Goldman & Matthew Vaughn Basada en la novela por Neil Gaiman Dirigida por Matthew Vaughn (Paramount Pictures)

Mejor Presentación Dramática, Formato Corto: Doctor Who “Blink” Escrito por Stephen Moffat Dirigido by Hettie Macdonald (BBC)

Mejor Editor Profesional, Formato Corto: Gordon Van Gelder

Mejor Editor Profesional, Formato Largo: David G. Hartwell

Mejor Artista Profesional: Stephan Martiniere

Mejor Semiprozine: Locus

Mejor Fanzine: File 770 editada por Mike Glyer

Mejor Fan Writer: John Scalzi

Mejor Fan Artist: Brad Foster

Premio John W. Campbell por Mejor Escritor Nuevo: Mary Robinette Kowal

[Fuente: Denvention]

“Engoogleados” por Cory Doctorow (el día en que Google se volvió malo)

Cuento bajo licencia Creative Commons (by-nc-sa v.3.0) por Cory Doctorow 2007

Traducción: Marisol y Felixe
Modificación de la traducción: Hernán Ortiz y Viviana Trujillo
Versión original (en inglés): Scroogled
Presentado en Descarga Fractal #3

”Dame seis líneas escritas por el hombre más honorable y encontraré una excusa para colgarlo” — Cardenal Richelieu

”No sabemos suficiente de ti” — Eric Schmidt, CEO de Google

Greg aterrizó en el aeropuerto internacional de San Francisco a las 8 PM, pero para cuando llegó al final de la fila de la aduana ya había pasado la media noche. Salió de primera clase, bronceado, sin afeitar y con las extremidades ágiles después de pasar un mes en la playa de Cabo (buceando tres días a la semana, seduciendo universitarias francesas el resto del tiempo). Cuando dejó la ciudad un mes atrás, había sido un desastre encorvado y panzón. Ahora era un dios de bronce, captando miradas de admiración de las azafatas junto a la cabina.

Después de cuatro horas en la fila de la aduana, había bajado de dios a mortal. Su ligera excitación había desaparecido, el sudor le corría por la espalda, y sus hombros y cuello estaban tan tensos que sentía la espalda como una raqueta de tenis. Hacía rato que se le había descargado el iPod, y esto lo dejaba sin nada que hacer excepto escuchar la conversación de la pareja frente a él.

“Las maravillas de la tecnología moderna”, dijo la mujer, encogiéndose de hombros al ver un letrero cercano: Migración — Tecnología Google.

“¿Eso no iba a empezar el próximo mes?”, el hombre se quitaba y se ponía alternadamente un enorme sombrero.

Googleando en la frontera. Dios. Greg se había retirado de Google seis meses antes, vendiendo sus acciones y tomándose “un tiempo para él” — lo que resultó ser menos gratificante de lo que creía. Lo que más hizo durante los cinco meses siguientes fue arreglar las PC’s de sus amigos, ver TV durante el día y subir 5 kilos de peso, los cuales adjudicaba a estar en casa en vez de estar en el impecable gimnasio 24 horas del Googleplex.

Debió haberlo sospechado, claro. El gobierno de los EEUU había despilfarrado 15 mil millones de dólares en un programa para tomar las huellas digitales y fotografiar a todos los visitantes que entraban por la frontera, y no habían capturado un solo terrorista. Claramente el sector público no estaba equipado para Hacer Bien la Búsqueda.

El oficial del Departamento de Seguridad Nacional tenía bolsas en los ojos y los entrecerraba para leer su monitor, aporreando el teclado con dedos de salchicha. Con razón se estaba tardando 4 horas para salir del jodido aeropuerto.

“Buenas noches” dijo Greg, dándole su pasaporte sudado. El agente gruñó, lo pasó por el lector y observó con detenimiento la pantalla, golpeteando. Mucho. Tenía un poco de comida reseca en la comisura de la boca y sacó la lengua para lamerse.

“¿Qué me dice de junio de 1998?”

Greg levantó la vista de su revista Departures. “¿Perdón?”

“Usted escribió un mensaje en alt.burningman el 17 de junio de 1998 sobre su plan de asistir al festival y preguntó ‘¿de verdad son tan mala idea los hongos?’”

El interrogador del segundo cuarto de inspección era un hombre mayor, tan delgado que parecía haber sido tallado en madera. Sus preguntas fueron más allá de los hongos.

“Hábleme de sus aficiones, ¿le gusta el modelismo de cohetes?”

“¿Qué?”

“Modelismo de cohetes”

“No”, dijo Greg, “no me interesa”. Intuyó por dónde iba la cosa.

El hombre anotó algo, hizo algunos clics. “Mire, pregunto porque veo un fuerte pico en los anuncios de proveedores de cohetes junto a sus resultados de búsqueda y su correo Google”.

Greg sintió un espasmo en su interior. “¿Está revisando mis búsquedas y mi correo?” Él no había tocado un teclado en el último mes pero sabía que lo que ponía en la barra de búsquedas era más revelador que lo que le decía a su psiquiatra.

“Señor, cálmese por favor. No, no estoy viendo sus búsquedas”, dijo el hombre en un quejido burlón. “Eso sería anticonstitucional. Sólo vemos los anuncios que aparecen cuando lee su mail y hace búsquedas. Tengo un folleto explicativo. Se lo daré cuando terminemos con esto”.

“Pero los anuncios no significan nada”, balbuceó Greg. “¡Me llegan anuncios de ringtones de Ann Coulter cada vez que recibo mails de un amigo en Coulter, Iowa!”

El hombre asintió con la cabeza. “Entiendo señor, y es por eso que estamos hablando. ¿Por qué supone que los anuncios de modelismo de cohetes aparecen tan frecuentemente?”

Greg repasó en su memoria. “Okay, haga esto, busque ‘fanáticos del café’”. Él había sido muy activo en el grupo, ayudándoles a construir el sitio para su servicio de suscripción del Café del Mes. La mezcla que iban a lanzar se llamaba Gasolina para Avión. “Gasolina para Avión” y “lanzamiento” — eso seguramente hacía que Google mostrara un par de anuncios de modelismo de cohetes.

Estaban en la recta final cuando el hombre tallado encontró las fotos de Halloween. Estaban en la tercera página de los resultados de búsqueda de ‘Greg Lupinski’.

“Fue una fiesta con el tema de la guerra del golfo”, dijo, “en Castro, el barrio gay”.

“¿Y usted se disfrazó de…?”

“Bombardero suicida”, contestó, apenado. Pronunciar esas palabras lo hicieron retorcerse.

“Venga conmigo, señor Lupinski”, dijo el hombre.

Cuando finalmente lo liberaron ya eran más de las 3 de la mañana. Sus maletas estaban abandonadas junto a la banda transportadora. Las recogió y observó que las habían abierto y cerrado bruscamente. Había ropa asomándose por las orillas.

Cuando llegó a la casa descubrió que todas sus estatuas precolombinas falsas estaban rotas y su camisa mexicana nueva de algodón blanco tenía encima una huella de bota que no podía significar algo bueno. Su ropa ya no olía a México, olía a aeropuerto.

No iba a dormir. No había forma. Tenía que hablar de esto. Sólo había una persona que lo entendería. Afortunadamente ella solía estar despierta a esta hora.

Maya había empezado a trabajar en Google dos años después que Greg. Fue ella quien lo convenció de ir a México luego de vender sus acciones: A cualquier lado, había dicho ella, donde él pudiera reiniciar su existencia.

Maya tenía dos labradores chocolate gigantes y una muy paciente novia llamada Laurie que soportaba todo excepto ser arrastrada en Dolores Park a las 6 de la mañana por 170 kilos de caninos babosos.

Maya sujetó su gas de autodefensa mientras Greg trotaba hacia ella, luego reaccionó y abrió los brazos, soltando las correas y reteniéndolas bajo su tenis. “¿Dónde está el resto de ti? ¡Oye, te ves súper-bien!”

Él también la abrazó, y de repente fue conciente de su olor después de una noche de Googleo invasivo. “Maya”, le dijo, “¿qué sabes de Google y el Departamento de Seguridad Nacional?”.

Ella se tensó inmediatamente él hizo la pregunta. Uno de los perros empezó a chillar. Ella observó a su alrededor y señaló con la cabeza hacia las canchas de tenis. “Ahí arriba en el poste de luz, no voltees”, dijo ella. “Ése es uno de nuestros puntos de acceso del WiFi municipal. Una cámara con buenos ángulos. No la encares cuando hables”.

En el gran esquema de las cosas, no le había costado mucho a Google llenar la ciudad de webcams. Especialmente cuando se comparaba con la habilidad de mostrarle anuncios a la gente basados en el lugar donde estaban sentados. Greg no había puesto mucha atención cuando las cámaras en todos esos puntos de acceso se volvieron públicas — un día hubo una blogtormenta mientras la gente experimentaba con el nuevo juguete que lo veía todo, haciendo zoom en varias zonas frecuentadas por putas; pero después de un tiempo la emoción se extinguió.

Sintiéndose tonto, Greg murmuró, “¿es en serio?”.

“Ven conmigo”, dijo ella, dándole la espalda al poste.

A los perros no les gustó que su paseo terminara tan pronto y mostraron su descontento en la cocina mientras Maya hacía café.

“Negociamos con el Departamento de Seguridad Nacional”, dijo ella, alcanzando la leche. “Acordaron dejar de entrometerse en nuestros registros de búsqueda y nosotros acordamos permitirles ver qué anuncios se les mostraban a los usuarios”.

Greg sintió un malestar. “¿Por qué? No me digas que Yahoo ya lo estaba haciendo…”

“No, no. Bueno, sí. Yahoo lo estaba haciendo. Pero esa no fue la razón por la que Google tomó la decisión. Ya sabes, los republicanos odian a Google. Estamos abrumadoramente registrados como demócratas, así que hacemos lo que podemos para hacer las paces con ellos antes de que nos acaben. Esto no es IIP” — Información para Identificar Personas, el smog tóxico de la era de la información— “son sólo metadatos, sólo es ligeramente maligno”.

“Entonces ¿por qué toda la intriga?”

Maya suspiró y abrazó al labrador que reposaba la cabeza en su rodilla. “Los agentes son como ladillas. Se meten por donde sea. Se aparecen en nuestras reuniones. Es como estar en algún ministerio soviético. Y la acreditación de seguridad — estamos divididos en dos bandos: los limpios y los sospechosos. Todos sabemos quién no está limpio, pero no sabemos por qué. Yo estoy limpia. Es una suerte para mí, ser lesbiana ya no te descalifica. Ninguna persona limpia se dignaría a almorzar con un inlimpiable”.

Greg se sintió muy cansado. “Entonces creo que tuve suerte al salir vivo del aeropuerto. Pude haber terminado ‘desaparecido’ si las cosas hubieran salido mal ¿no?”

Maya lo observó intensamente. Él esperaba una respuesta.

“¿Qué?”

“Voy a decirte algo, pero no puedes ni repetirlo, ¿ok?”

“Emm… no estás en un grupo terrorista, ¿cierto?”.

“Nada tan simple. La cosa es ésta: El escrutinio aeroportuario del Departamento de Seguridad Nacional funciona como una compuerta. Permite que los agentes refinen sus criterios de búsqueda. Una vez que te separan para una segunda inspección en la aduana, te vuelves una ‘persona de interés’ — y nunca te dejarán en paz. Rastrearán tu cara y tu forma de caminar en las webcams. Leerán tu correo. Monitorearán tus búsquedas”.

“Creí que habías dicho que la corte no lo permitiría…”

“La corte no dejaría que te Googlearan indiscriminadamente, pero una vez que estás en el sistema se vuelve una búsqueda selectiva. Completamente legal. Y una vez que comienzan a Googlearte, siempre encuentran algo. Todos tus datos se van a un gran depósito que busca ‘patrones sospechosos’ utilizando la desviación de las normas estadísticas para encontrarte”.

Greg sintió que iba a vomitar. “¿Cómo carajos sucedió esto? Google era un buen sitio. ‘No ser malos’, ¿cierto?” Ése era el lema corporativo, y para Greg, había sido en gran parte el motivo por el que había llevado su doctorado en ciencia computacional de Stanford directamente hacia Mountain View.

Maya contestó con una gran sonrisa. “¿No ser malos? Vamos Greg, nuestro grupo de cabildeo es el mismo grupo de cripto-fascistas que intentó volcarle el barco a Kerry. Sacamos a relucir nuestra malicia hace mucho tiempo”.

Se quedaron en silencio un minuto.

“Comenzó en China”, dijo ella finalmente. “Cuando movimos hacia allá nuestros servidores entraron bajo la jurisdicción china”.

Greg suspiró. Él conocía muy bien el alcance de Google: Cada vez que visitabas una página con anuncios Google o usabas los mapas de Google o el correo de Google —incluso si enviabas correo a una cuenta de Gmail— la compañía diligentemente guardaba tu información. Recientemente, el software de optimización de búsqueda había empezado a usar los datos para ajustar las búsquedas web a cada individuo. Resultó ser una herramienta revolucionaria para los publicistas. Un gobierno autoritario hubiera tenido otros propósitos en mente.

“Nos estaban usando para construir perfiles de gente”, continuó ella. “Cuando querían arrestar a alguien, acudían a nosotros para encontrar una razón para detenerlo. Difícilmente algo de lo que puedes hacer en la red no es ilegal en China”.

Greg sacudió su cabeza. “¿Por qué tenían que poner los servidores en China?”

“El gobierno dijo que si no lo hacíamos nos bloquearían. Y Yahoo estaba ahí”. Ambos hicieron un gesto. En algún momento los empleados de Google se habían obsesionado con Yahoo, y se preocupaban más por lo que hacía la competencia que por el desempeño de su propia compañía. “Así que lo hicimos. Pero a muchos de nosotros no nos gustó la idea”.

Maya dio un sorbo a su café y bajó la voz. Uno de sus perros husmeaba insistentemente bajo la silla de Greg.

“Casi de inmediato los chinos nos pidieron que empezáramos a censurar los resultados de búsqueda”, dijo Maya. “Google estuvo de acuerdo. La postura de la compañía era para morirse de la risa: ‘No somos malos — ¡estamos dando a los clientes una mejor herramienta de búsqueda! Si les mostráramos resultados a los que no pueden acceder, sólo los frustraríamos. Eso sería una mala experiencia de usuario”.

“¿Ahora qué?” Greg apartó al perro. Maya se ofendió.

“Ahora tú eres una persona de interés, Greg. Estás Googleacosado. Ahora vives tu vida con alguien observándote constantemente por encima del hombro. Conoces su misión, ¿verdad? ‘Organizar toda la información del mundo’. Todo. Dale cinco años y sabremos cuántos mojones había en tu sanitario antes de vaciar. Combina eso con sospechas automáticas de alguien que tiene el patrón estadístico de un chico malo y ya estás–”

“Engoogleado”.

“Completamente”, asintió ella.

Maya se llevó a ambos labradores por el pasillo hacia la habitación. Él escuchó una discusión ahogada con su novia, y ella volvió sola.

“Puedo arreglar esto”, dijo ella en un susurro urgente. “Después de que los chinos comenzaron a acorralar a la gente, mis compañeros y yo hicimos que nuestro proyecto del 20 por ciento fuera joderlos”. (Entre las innovaciones del modelo de negocios de Google, había una regla que requería que cada empleado le dedicara el 20 por ciento de su tiempo a proyectos intelectuales privados.) “Lo llamamos el Googlelimpiador, entra a lo profundo de la base de datos y te normaliza estadísticamente. Tus búsquedas, tus histogramas de Gmail, tus patrones de navegación. Todo de ti. Greg, te puedo Googlelimpiar. Es la única forma”.

“No quiero que te metas en problemas”.

Ella sacudió su cabeza. “Ya estoy condenada. Cada día desde que construí la maldita cosa ha sido tiempo prestado — ahora sólo es cuestión de esperar a que alguien señale mi experiencia e historia al Departamento de Seguridad Nacional y, ay, no sé. Lo que sea que le hacen a la gente como yo en la guerra de los sustantivos abstractos”.

Greg recordó el aeropuerto. La búsqueda. Su camisa, la huella de bota en el centro.

“Hazlo”, dijo.

El Googlelimpiador funcionó de maravilla. Greg lo supo por los anuncios que aparecían junto a sus búsquedas, anuncios claramente dirigidos a alguien más: Datos Sobre Diseño Inteligente, Título de Seminarista en línea, Una Mañana Libre de Terror, Software Para Bloquear Porno, la Agenda Homosexual, Boletos Baratos Para Toby Keith. Éste era el programa de Maya haciendo su labor. Claramente la nueva búsqueda personalizada de Google lo tenía clasificado como alguien completamente diferente, un derechista temeroso de Dios con cierta preferencia por los actos de sombrero.

Lo cual le parecía perfecto.

Entonces entró a su libreta de direcciones y se percató que faltaba la mitad de sus contactos. Su buzón de Gmail estaba hueco, como si lo hubieran atacado las termitas. Su perfil de Orkut normalizado. Su calendario, fotos familiares, marcadores: completamente vacíos. No era tan conciente de cuánto de él había migrado a la web y se había encaminado hacia la torre de servidores de Google — su identidad en línea completa. Maya lo había restregado hasta sacarle brillo; se había vuelto el hombre invisible.

Greg aplastó con sueño las teclas del laptop junto a su cama, prendiendo la pantalla. Entrecerró los ojos para ver el reloj de la barra de herramientas: ¡4:13 AM! Dios, ¿quién puede estar tocando la puerta a esta hora?

Gritó “¡Voy!” con voz apagada y se puso una bata y pantuflas. Caminó arrastrando los pies por el corredor, encendiendo las luces mientras pasaba. Echó un vistazo por la mirilla de la puerta y vio a Maya entristecida.

Quitó las cadenas, abrió la cerradura y jaló la puerta. Maya se apresuró a entrar, los perros y la novia iban detrás.

Estaba empapada en sudor, su pelo usualmente peinado caía en mechones sobre su frente. Se restregó los ojos, los tenía rojos y entrecerrados.

“Empaca una maleta”, dijo con voz ronca.

“¿Qué?”

Ella le agarró los hombros. “Hazlo”, dijo.

“¿A dónde quieres…?”

“México, probablemente. Todavía no lo sé. Maldita sea, empaca”. Cruzó hacia su habitación y comenzó a abrir los cajones.

“Maya”, dijo tajantemente, “no voy a ningún lado hasta que me digas qué está sucediendo”.

Ella se quedó mirándolo y se apartó el pelo de la cara. “El Googlelimpiador vive. Después de limpiarte lo desactivé y me fui. Era muy peligroso seguir usándolo. Pero todavía está activo para enviarme notificaciones por correo cuando alguien lo ejecuta. Alguien lo usó seis veces para limpiar tres cuentas específicas — y resulta que pertenecen a miembros del Comité de Senadores de Comercio que buscan la reelección”.

“¿Los de Google están ensuciando senadores?”

“Google no. Viene de afuera. El bloque de IPs está registrado en Washington. Y todas las IPs son de usuarios de Gmail. Adivina de quién son esas cuentas de Gmail”.

“¿Espiaste cuentas de Gmail?”

“Ok. Sí. Vi su mail. Todo el mundo lo hace de vez en cuando y por razones mucho peores que las mías. Pero mira — resulta que toda esta actividad la está dirigiendo nuestra firma de cabildeo. Sólo hacen su trabajo, defendiendo los intereses de la compañía”.

Greg sintió su pulso latiendo en la sien. “Debemos avisar a alguien”.

“No servirá. Saben todo sobre nosotros. Pueden ver cada búsqueda. Cada correo. Cada vez que aparecemos en las webcams. Quién está en nuestra red social… ¿sabías que si tienes 15 amigos en Orkut es estadísticamente seguro que estés a menos de tres pasos de alguien que haya contribuido con dinero a una causa ‘terrorista’? ¿Recuerdas el aeropuerto? Te espera más de lo mismo”.

“Maya”, dijo Greg, recuperando la cordura. “¿Irse a México no te parece exagerado? Sólo renuncia. Podemos empezar desde cero o algo. Esto es una locura”.

“Vinieron a verme hoy”, dijo ella. “Dos de los oficiales políticos del Departamento de Seguridad Nacional. Tardaron horas. Y me hicieron muchas preguntas pesadas”.

“¿Sobre el Googlelimpiador?”

“Sobre mis amigos y familia. Mi historial de búsquedas. Mi historia personal”.

“Dios mío”.

“Me estaban dando un mensaje. Están observando cada clic y cada búsqueda. Es hora de partir. El momento de quedar fuera de su alcance”.

“Hay una oficina de Google en México, ¿sabes?”.

“Tenemos que irnos”, dijo ella firmemente.

“Laurie, ¿qué piensas de esto?”, preguntó Greg.

Laurie palmeó a los perros entre los omóplatos. “Mis padres dejaron Alemania del Este en 1965. Solían hablarme de la Stasi. La policía secreta ponía toda tu información en tu expediente, si decías un chiste antipatriótico, lo que fuera. Si lo planearon o no, lo que ha creado Google no es diferente”.

“Greg, ¿vienes?”

Observó a los perros y sacudió la cabeza. “Me quedan algunos pesos”, dijo. “Tómenlos. Tengan cuidado, ¿ok?”

Parecía que Maya lo iba a golpear. Calmándose, le dio un abrazo feroz.

“Cuídate tú”, le susurró al oído.

Llegaron por él una semana después. En casa, a media noche, justo como él había imaginado que lo harían.

Pasadas las 2 AM dos hombres llegaron a su puerta. Uno se detuvo junto a la puerta en silencio. El otro era más sonriente, pequeño y arrugado, tenía un saco sport con una mancha en una solapa y una bandera estadounidense en la otra. “Greg Lupinski, tenemos razones para creer que está violando el Acta de Fraude y Abuso Computacional”, dijo como presentación. “Específicamente, al exceder el acceso autorizado y por medio de tal conducta haber obtenido información. Diez años para la primera ofensa. Resulta que lo que usted y su amiga hicieron a sus registros de Google califica como un crimen. Ah, y lo que va a salir durante el juicio… para empezar, será todo lo que ha borrado de su perfil”.

Greg había repetido esta escena en su cabeza durante la semana. Había planeado todo tipo de cosas valientes para decir. Lo mantuvo ocupado mientras esperaba noticias de Maya. Ella nunca llamó.

“Me gustaría contactar a un abogado”, es todo lo que alcanzó a decir.

“Puede hacerlo”, dijo el hombre pequeño. “Pero quizás podamos llegar a un mejor acuerdo”.

Greg encontró su voz. “Quiero ver su placa”, tartamudeó.

La cara de basset-hound del hombre se iluminó mientras dejaba salir una risita perpleja. “Amigo, no soy policía”, replicó. “Soy consultor. Google me contrató —mi firma representa sus intereses en Washington— para establecer relaciones. Claro que no involucraríamos a la policía sin antes haber hablado con usted. Usted es parte de la familia. De hecho, tengo una oferta que me gustaría hacerle”.

Greg se volvió hacia la cafetera y desechó el filtro viejo.

“Le avisaré a los medios”, dijo.

El hombre asintió con la cabeza como si reflexionará sobre el asunto. “Bien, seguro. Puede entrar a la oficina del Chronicle en la mañana y soltar todo. Ellos buscarán una fuente para confirmarlo. No van a encontrarla. Y cuando traten de buscarla, los encontraremos. Así que, amigo, ¿por qué no me escucha hasta el final, bueno? Estoy en el negocio de ganar-ganar. Soy muy bueno en eso”. Hizo una pausa. “Por cierto, estos son granos excelentes, pero ¿no quiere enjuagarlos primero? Quita algo de lo amargo y hace surgir los aceites. A ver, ¿me pasa un colador?”.

Greg observó mientras el hombre se quitaba silenciosamente su chaqueta y la colgaba sobre una silla de la cocina, luego se desabotonó los puños y cuidadosamente se arremangó la camisa, deslizando un reloj digital barato en su bolsillo. Vació los granos del molino en el colador y los enjuagó en el fregadero.

Él era algo robusto y muy pálido, con la gracia social de un ingeniero eléctrico. Parecía un verdadero Googlero, realmente obsesionado con los detalles. También sabía arreglárselas con el molino de café.

“Estamos reclutando un equipo para el Edificio 49…”

“No hay Edificio 49, dijo Greg automáticamente.

“Claro”, dijo el tipo, mostrando fugazmente una sonrisa tensa. “No hay Edificio 49. Pero estamos armando un equipo para reconstruir el Googlelimpiador. El código de Maya no era muy eficiente, ¿sabe? Lleno de errores. Necesitamos una nueva versión. Usted sería el indicado y si regresa no nos importa lo que ya sabe”.

“Increíble”, dijo Greg, riendo. “Si creen que voy a ayudarlos a embarrar candidatos políticos a cambio de favores, están más locos de lo que pensaba”.

“Greg”, dijo el hombre, “no estamos embarrando a nadie. Sólo limpiaremos un poco algunas cosas. Para algunos elegidos. ¿Sabe a lo que me refiero? El perfil de cualquiera es medio tenebroso si se inspecciona de cerca. Inspección cercana es la orden del día en la política. Ser candidato es como una colonoscopia pública”. Cargó la cafetera y presionó el pistón, su cara deformada en una concentración solemne. Greg cogió dos tazas de café —tazas Google, claro— y las pasó.

“Vamos a hacer con nuestros amigos lo que Maya hizo por usted. Sólo una pequeña limpieza. Lo único que deseamos es proteger su privacidad. Es todo”.

Greg tomó su café. “¿Qué pasa con los candidatos que no limpian?”.

“Sí”, dijo el tipo, mostrando a Greg una débil sonrisa. “Sí, tiene razón. Será algo duro para ellos”. Buscó en el bolsillo de su chaqueta y sacó varias hojas de papel dobladas. Las alisó y las puso sobre la mesa. “Éste es uno de los tipos buenos que necesita nuestra ayuda”. Era una copia impresa del historial de búsqueda de un candidato a cuya campaña Greg había contribuido en las tres elecciones pasadas.

“El tipo regresa a su hotel después de un día brutal de hacer campaña de puerta en puerta, enciende su laptop y escribe ‘culos sabrosos’ en su barra de búsqueda. Gran cosa, ¿no? Desde nuestro punto de vista, que eso descalifique a un hombre bueno para servir a su país es simplemente no americano”.

Greg asintió lentamente.

“Entonces, ¿ayudará al tipo?” preguntó el hombre.

“Sí”.

“Bien. Hay algo más. Necesitamos su ayuda para encontrar a Maya. Ella no entendió para nada nuestros objetivos y parece que se fugó. Cuando nos escuche no dudo que regresará”.

Volteó a ver el historial de búsqueda del candidato.

“Supongo que regresará”, contestó Greg.

El nuevo congreso se tomó once días hábiles para aprobar la Ley de Aseguramiento y Enumeración de Comunicaciones e Hipertexto de América, la cuál autorizaba al Departamento de Seguridad Nacional y a la Agencia Nacional de Seguridad para subcontratar hasta el 80 por ciento del trabajo de análisis e inteligencia a contratistas privados. En teoría los contratos estaban abiertos a licitación, pero dentro de los confines seguros del Edificio 49 de Google no había duda sobre quién ganaría. Si Google hubiera gastado $15 mil millones en un programa para atrapar maleantes en la frontera, puedes apostar que los habrían atrapado — los gobiernos no están equipados para Hacer Bien La Búsqueda.

La mañana siguiente, Greg se revisó cuidadosamente mientras se afeitaba (a los de seguridad no les gustó la barba de hacker y no tuvieron miedo de decírselo), dándose cuenta que hoy era su primer día como un agente de inteligencia de facto para el gobierno de los Estados Unidos. ¿Qué tan malo podría ser? ¿No era mejor tener a Google haciendo esto que a algún jinete de escritorio con puños de jamón del Departamento de Seguridad Nacional?

Para cuando se había estacionado en el Googleplex, entre los autos híbridos y los atestados racks para bicicletas, ya se había convencido a sí mismo. Estaba meditando sobre qué tipo de smoothie orgánico pedir en el comedor, cuando su tarjeta no abrió la puerta del Edificio 49. El LED rojo parpadeaba estúpidamente cada vez que la deslizaba. En cualquier otro edificio habría gente entrando y saliendo, y hubiera podido colarse. Pero los Googleros en el 49 sólo salían para comer y a veces ni siquiera para eso.

Deslizar, deslizar, deslizar. De repente escuchó una voz a su lado.

“Greg, ¿podemos hablar?”

El hombre arrugado le puso un brazo alrededor de los hombros y Greg olió su loción cítrica. Olía como la que usaba su maestro de buceo en Baja cuando salían a los bares en la noche. Greg no podía recordar su nombre. ¿Juan Carlos? ¿Juan Luis?

El brazo del hombre en sus hombros era firme y lo apartaba de la puerta hacia el césped inmaculado, pasando junto al jardín de hierbas afuera de la cocina. “Le vamos a dar un par de días libres”, dijo.

Greg sintió una punzada repentina de ansiedad. “¿Por qué?” ¿Había hecho algo mal? ¿Iba a ir a la cárcel?

“Es Maya”. El hombre lo giró y lo miró a los ojos con una mirada sin fondo. “Se suicidó. En Guatemala. Lo siento, Greg”.

Greg parecía despegar y ascender hacia un lugar a kilómetros de distancia, una vista Google Earth del Googleplex, donde él volteaba hacia abajo y se veía a sí mismo y al hombre arrugado como un par de puntos, dos pixeles, diminutos e insignificantes. Deseó arrancarse el pelo, caer de rodillas y llorar.

Desde muy lejos se escuchó decir, “No necesito ningún día libre. Estoy bien”.

Desde muy lejos escuchó al hombre arrugado insistir.

La discusión continuó largo rato, luego los dos pixeles entraron al Edificio 49 y la puerta se cerró tras ellos.

Descarga Fractal #3: Engoogleados por Cory Doctorow

“Me deleita escuchar que Engoogleados se va a leer en Colombia, país que visité y me dejó profundamente impresionado […] Esta historia fue encargada por la revista Radar, que quería un cuento sobre “el día en que Google se volvió malo”. Creo que estaban pensando en una compañía que cambió su mandato, pero yo pienso que la maldad es una cosa mucho más incremental y solapada que se infiltra y luego impregna una empresa”. – Cory Doctorow, para “Descarga Fractal”

¿Qué pasaría si Google se volviera malo? La revista Radar le hizo esa pregunta a Cory Doctorow y el resultado fue “Scroogled”, cuento que leímos ayer en la tercera sesión de Descarga Fractal. Esta vez la música de fondo estuvo a cargo del colectivo UNKLE y su álbum War Stories (Historias de Guerra), música que resultó ser muy apropiada: la guerra fue uno de los temas más tratados en la sesión. La guerra como generadora de tecnología. Como impulsadora de progreso científico. Guerra y poder y privacidad y corporaciones y paranoia y el papel de la tecnología en todo esto.

¿Quién regula la información? ¿El gobierno? ¿Una corporación? ¿Y qué puede hacer Google con la información que ingresamos en su motor de búsqueda? ¿Con los mensajes de IM? ¿Con los correos que enviamos desde Gmail? Surgieron preguntas y planteamos escenarios futuros: el día en que las corporaciones sean el gobierno (los corporaciones como para-estados, como lo planteaba en los 80s Bruce Sterling y William Gibson), el día en que el gobierno declare que no compartir información es un acto antipatriótico, el día en que nadie pueda esconder secretos porque está geolocalizado y etiquetado y rastreado, el día en que Google pida la información genética como requisito para abir una cuenta con ellos y el día en que esta misma información sea olbigatoria en la cédula de ciudadanía.

Esta última especulación nos llevó al video “Google is Watching You”, sugerido por alguien del público.

“¿Leyeron el contrato de Gmail cuando abrieron su cuenta?”, preguntó alguien. Con una fuente pequeña, poco amigable de leer, y un formato plano y laborioso… ¿existen personas que lo lean? “No el de Gmail”, le respondieron, “pero yo leí el de Facebook. Todas las fotos que uno monta a Facebook son propiedad de Facebook. Ellos pueden utilizarlas como les de la gana”.

Los contratos son aburridos. Deberían ser videos animados y entretenidos que la gente pudiera disfrutar. Pero, ¿valdrá la pena criticar a Google y a Facebook cuando ya no podemos vivir sin ellos? “Toda mi vida está en Gmail”, “ya he intentado salirme de Facebook tres veces”, “a mi me inventaron que me iba a casar y tuve que explicarle a mi novia antes de que viera”, fueron algunos comentarios del público. Algunos somos Googleadictos: le hacemos preguntas al motor de búsqueda todos los días, incluso en medio de una conversación (para ver si lo que nos están diciendo es verdad), y revisamos la popularidad de nuestros proyectos por medio del ranking de Google. Y Facebook-adictos. Alguien del público, como si estuviera en un proceso de rehabilitación, dijo: “llevo tres semanas sin Facebook”… ¿en cuánto tiempo recaerá?

Entre las consecuencias negativas inherentes a Facebook está la pérdida de la voluntad: fotos vergonzosas, comentarios delatores, ingeniosos apodos de colegio de los que te habías logrado deshacer. Y esto lleva al concepto de la doble moral. ¿Por qué no quiero que eso se publique? ¿Estoy eforzándome por crear una imagen falsa? ¿En todas mis fotos tengo que estar sonriendo? Por otro lado, alguien mencionó que poner toda tu información en Facebook te podría convertir en una persona secuestrable. Esa misma persona dijo que tenía varias cuentas en Facebook, una para cada faceta de su personalidad. Y alguien le dijo: “internet es tan privado como uno quiera, uno decide lo que pone ahí”.

Pero si uno no es una persona digna de secuestrar, su vida no es tan interesante y no puede recordar passwords difíciles, ¿vale la pena ser tan paranoico con la información personal? “Proteger la información no es tanto para evitar que la vean sino porque pueden ‘ensuciarte'”, dijo alguien del público. Pero con el incremento de webcams en las calles, el uso cotidiano del GPS, la geolocalización por medio de chips RFID o Bluetooth, es difícil que no sepamos que mientras el criminal estaba en el sótano de su casa haciéndose pasar por mí, yo en realidad estaba jugando fútbol con mi sobrino.

Es una de las visiones de David Brin (científico y escritor de ciencia ficción), que en sus libros y charlas sobre La Sociedad Transparente dice que la intimidad, tal y como la conocemos, va a desaparecer. Brin dice que cualquier intento por parte de los ciudadanos de proteger su intimidad frente a los gobiernos y las empresas es inútil, así que hay que armarse (de tecnología) para que “todo el mundo pueda ver”.

Algunos estaban de acuerdo y otros no con la idea de una Sociedad Transparente, donde se sepa todo sobre los demás. Algunos estaban de acuerdo y otros no con la filosofía de Google. Pero tal vez no se trata de lo que Google o Facebook pueda decirnos sobre los demás, sino lo que pueda decirnos sobre nosotros mismos. Como decía el narrador de Engoogleados: “sabía que lo que ponía en la barra de búsquedas era más revelador que lo que le decía a su psiquiatra”.

Engoogleados se puede leer aquí.

[Foto: Bart Nagel]
[Fecha: 31 de Julio, 2008]
[Bio: Craphound]

Biografía del autor:

Cory Doctorow es el autor de “Engoogleados”, y más recientemente de la novela Little Brother y la colección de cuentos Overclocked. Ha hecho tantas cosas que es mejor dejarlo a él contar su biografía:
Hola, soy Cory Doctorow, y como cualquier otra persona con un sitio personal, el mío está horriblemente, terriblemente desactualizado. Estoy revisando esta biografía el 1 de enero de 2006. Si han pasado más de seis meses desde entonces, puedes asumir que la mayor parte de esto no es válido y no deberías utilizarlo en el programa de una conferencia o en un artículo de un diario. Mándame un email y te enviaré algo un poco más actualizado.
Hago un montón de cosas: Soy un activista, escritor, blogger, conferencista y un individuo involucrado con la tecnología.
Escribo novelas de ciencia ficción. Hasta el momento he publicado cuatro: Tocando Fondo en el Reino Mágico (2003), Eastern Standard Tribe (2004), Someone Comes to Town, Someone Leaves Town (2005), y una colección de historias cortas (A Place So Foreign and Eight More, 2003). Estas novelas se venden bien, han ganado premios y han sido publicadas por Tor Books (las novelas) y por Avalon Books (la colección). También son gratuitas en internet como una descarga publicada bajo una licencia de Creative Commons. Pueden ser compartidas libremente y, en algunos casos, mezcladas o traducidas y vendidas en países en vías de desarrollo.
Creo que vivimos en una era en la que cualquier cosa que pueda ser expresada en bits, será. Creo que los bits existen para ser copiados. Así mismo, creo que cualquier modelo de negocio que dependa de que tus bits no sean copiados es simplemente tonto, y que los legisladores que intentan evitarlo son como los gobiernos que gastan fortunas en proteger a la gente que insiste en vivir cerca de los volcanes activos. Trato de hallar maneras de usar el copiado para hacer más dinero y está funcionando: Reclutar a mis lectores como evangelistas de mi trabajo y darles libros gratis para que los distribuyan hace que se vendan más libros. Como dice Tim O’Reilly: Mi problema no es la piratería, es el oscurantismo. Lo mejor de todo es que liberar ebooks me enseña cómo hacer dinero sin restringir la copia de los bits. Es una situación en la que todos ganamos.
Escribo otras cosas: Estoy en revistas como Wired, Popular Science y MAKE. Hago trabajos como freelancer para periódicos como el New York Times, y contribuyo para un montón de sitios web, como Salon. También soy coautor de un libro de no ficción llamado: “The Complete Idiot’s Guide to Publishing Science Fiction (2000), con Karl Schroeder.
Soy Coeditor de Boing Boing, un blog muy popular acerca de tecnología, cultura y política. Mis tres coeditores y yo publicamos para cerca de 1.7 millones de lectores únicos al día (dato del 1 de Enero del 2006), y somos el blog más enlazado en internet, de acuerdo a Technorati. Es tan divertido como puede ser: Escribo lo que quiero y juego con ideas que terminan convirtiéndose en artículos y en libros.
Del 2002 al 2006, fui Director de los asuntos Europeos para la Electronic Frontier Foundation /EFF), una institución sin ánimo de lucro que busca la libertad en las leyes tecnológicas, en política y en los estándares. Trabajé en las Naciones Unidas, en organizaciones de estándares, en gobiernos y en universidades y organizaciones sin ánimo de lucro para agitar, para balancear el acercamiento a las leyes del copyright que no coarten el derecho fundamental de la gente a la privacidad, a la libre expresión de las ideas y a objetivos semejantes. Me retiré de EFF después de trabajar con ellos 4 años, en enero del 2006, para enfocarme más en la escritura, pero permanezco como un agregado de la Electronic Frontier Foundation y he seguido trabajando de cerca con mis colegas de ahí.
He trabajado en diversos páneles de directores y de grupos de consejeros, incluyendo el de Participatory Culture Foundatios, el Open Rights Group, la MetaBrainz Foundation Technorati, Inc, Onion Networks y otras; también en el comité de conferencias para la O’Reilly Emerging Technology Conference. Soy co-fundador de la compañía P2P de código abierto llamada OpenCola, la cual fue vendida a OpenText en 2003.
Nací en Toronto, Canadá, el 17 de Julio de 1971. Viví ahí hasta los 29 años, con excepción de un breve periodo en Baja California, México y en el norte de Costa Rica. Mis padres son maestros de escuela Trotskistas: Mi madre se retiró recientemente de la educación de niños pequeños y mi padre se retiró como maestro de ciencias de la computación. Desde una edad muy temprana, mi padre me puso en contacto con la ciencia ficción y con las computadoras, y nunca tuve la menor duda de que mi vida estaría llena de ambas cosas. Aprendí a escribir en el teclado antes que a mano (lo cual explica mi pésima letra), y he pasado la mayor parte de mi vida detrás de un teclado. Tengo un hermano maravilloso, Neil, y una fantástica cuñada: Tara Lee.


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HERNÁN ORTIZ. Co-fundador de encuentro Fractal y Proyecto Líquido. Trabajo con historias. E-mail: hernan (arroba) proyectoliquido.net
Twitter: @hernanpl

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