Descarga #5: “Daisy al Sol” por Connie Willis

La historia de Mike Resnick de la sesión anterior me hizo preocupar por la vejez. Y esta sesión la historia de Connie Willis me hizo preocupar por la vejez del sol. O mejor aún, por el Apocalipsis que ocasionará el sol cuando, antes de cumplir los diez mil millones de años, se caliente y se vuelva miles de veces más brillante, evapore nuestros océanos, derrita la superficie de nuestro planeta y haga que la vida en la Tierra sea imposible. Faltan cinco mil millones de años aproximadamente para que eso ocurra, pero si pasara ahora sería un fenómeno que asustaría a cualquiera. Bueno, a cualquiera menos a Daisy, la protagonista del cuento que leímos en la quinta sesión de Descarga.

Con música de fondo de Flaming Lips, experimentamos por medio de los ojos de Daisy una visión pre y post apocalíptica de un mundo donde el sol se convierte en nova y amenaza la supervivencia de la especie humana. ¿Pero por qué el sol no se había hinchado, ni se había tragado a la Tierra? Tal vez todos estaban equivocados. Tal vez el sol simplemente se había apagado y era la razón por la que caía una nieve cenicienta todo el tiempo. Pero si esto era verdad, la tierra debería estar congelada y… ¿por qué no hacía frío? Daisy no sabía qué pasaba con el sol, pero no le tenía miedo.

—Ha habido cambios en el Sol —dijo su padre—. Ha habido más tormentas solares, demasiadas. Y el Sol libera una cantidad anormal de neutrinos. Son señales de que estallará…
—¿En cuánto tiempo? —preguntó la madre.
—Un año. Cinco años a lo sumo. No se sabe.
—¡Tenemos que impedirlo! —gritó la madre de Daisy, y desde su lugar Daisy levantó la mirada al sol, asombrada por el miedo de su madre.
—No podemos hacer nada —dijo el padre—. Ya ha comenzado.
—No lo permitiré —replicó su madre—. No a mis hijos. No permitiré que suceda. No a mi Daisy. Siempre ha amado el sol.
Al escuchar las palabras de su madre, Daisy recordó algo. Una vieja fotografía, y la inscripción escrita por su madre con tinta blanca en la parte inferior. Era la fotografía de una niñita con traje de baño amarillo, con el pecho plano y el estómago protuberante típico de la edad. Tenía el balde y la pala, y los dedos de los pies hundidos en la arena caliente, entrecerrando los ojos por el resplandor del Sol. Y su madre había escrito en la parte inferior de la foto: “Daisy, al sol”.
El padre le había tomado la mano a la madre y seguía reteniéndola. Había pasado el brazo sobre los hombros de su hermano. Tenían las cabezas bajas, preparadas para el golpe, como si pensaran que iba a caerles encima una bomba.
Daisy pensó: Todos nosotros, dentro de un año o tal vez cinco, seguramente cinco a lo sumo, todos nosotros otra vez niños, calientes y felices, al sol. No lograba tener miedo.

Daisy no lograba tener miedo del sol, pero sí de ella misma. Daisy tenía miedo de crecer.

Era ella misma, que trataba de aplastarse los senos contra el pecho después de que su madre le había dicho que estaba creciendo, que necesitaría usar sujetador. Había tratado de volver a convertirse en la niñita que había sido antes, pero aunque los apretaba con la palma de las manos, seguían estando ahí. Una barrera, imposible de atravesar.

Daisy tenía miedo de crecer, de lo que podían hacerle los hombres, de la menstruación. Su familia le tenía miedo al sol. El hermano, asustado, leía compulsivamente libros sobre el sol. La mamá evitaba el contacto con los neutrinos emitidos por el sol. La abuela buscaba hacer cortinas desesperadamente para tapar la luz del sol. “¿Valdría la pena esconderse del Apocalipsis?” se preguntó uno de los asistentes. Alguien respondió: “Sería absurdo, uno igualmente se va a morir”, y otro dijo: “No, pero miren a la abuela. Ella ponía las cortinas porque eso la hacía sentir útil. Era su forma de hacer algo por evitarlo. La hacía sentir mejor. Era algo psicológico”.

El Apocalipsis puede ser un proceso de liberación de miedos. Más que algo que sucede por fuera, puede ser una forma de inducir cambios internos, una preparación para pasar a otra experiencia y cerrar un ciclo. Es lo que parecía sugerir Daisy…

“¿Pero ustedes que harían en ese caso?” preguntó alguien. Y no hubo más que silencio en la sala.

[Fecha: 21 de Agosto, 2008]

[Fotos: Nicolás Peñaloza]


Connie Willis nació en Denver, Colorado, en 1945. Es una reconocida escritora de ciencia ficción, autora de la novela El libro del día del Juicio Final (ganadora del premio Hugo y Nebula como Mejor Novela de Ciencia Ficción), Los sueños de Lincoln (ganadora del Premio John W. Campbell por Mejor Novela de Ciencia Ficción), Por no mencionar al perro (ganadora del Premio Hugo por Mejor Novela), entre otras novelas y cuentos. Es reconocida como una de las autoras más galardonadas del género: de hecho la semana pasada ganó por décima vez el Premio Hugo con su novella “All Seated on The Ground”. También ha ganado seis veces el Premio Nebula, otros cuantos premios en España e Italia y fue nombrada Mejor Escritor de Ciencia Ficción de los Noventas por la revista LOCUS.
Se describe a sí misma como “político-adicta, adora las películas, House, The Office, Spider-man, P.G. Wodehouse, Shakespeare, Dorothy Parker, el chocolate, y Harrison Ford, no necesariamente en ese orden.”
Fue a la Univerisidad de Northern Colorado, donde recibió un B.A con una doble especialización en Inglés y docencia en primaria. Está casada con Courtney Willis, un profesor de física de esa misma universidad, y tienen una hija, Cordelia, que es científica forense.
Además de escribir, Connie Willis ha enseñado en una cantidad de talleres de escritores como el de SUNY Brockport y el prestigioso Clarion, en Michigan y Seattle. En 1980 tomó la decisión de escribir tiempo completo, y ese mismo año obtuvo su primera nominación al Premio Hugo por “Daisy al sol”, cuento que leímos en la quinta sesión de Descarga Fractal.


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HERNÁN ORTIZ. Co-fundador de encuentro Fractal y Proyecto Líquido. Trabajo con historias. E-mail: hernan (arroba) proyectoliquido.net
Twitter: @hernanpl

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