Descarga #4: Flores de Invernadero por Mike Resnick
“Mi papá vivió hasta la edad madura de los 89 años. Los últimos dos años de su vida los pasó en una unidad de cuidados intensivos. Cada que lo visitaba, me impresionaba el equipo de enfermería, lo mucho que trabajaban para mantener a sus pacientes cómodos y felices (y, sí, vivos). Cuando establecieron la Seguridad Social, la esperanza de vida promedio en Norteamérica era de 64 años. En la actualidad se acerca a los 80 años. Extrapolen otro siglo de progresos médicos y ya no sabremos cuánto tiempo esperamos vivir. Pero eso no tiene nada que ver con la calidad de vida, simplemente con la duración. Combiné esa idea con mis observaciones sobre el equipo de enfermería, y escribí “Flores de Invernadero”, historia nominada al Hugo en el año 2000.” –– Mike Resnick, para Descarga Fractal #4.
Para “Flores de Invernadero” de Mike Resnick decoramos el espacio con flores, un souvenir para los asistentes, un pequeño recordatorio de una gran historia y una gran conversación. Arcade Fire sonaba de fondo: “Mi cuerpo es una celda/que no me deja bailar con los que amo/pero mi mente tiene la llave…”. La música me recordó a mi abuela en la cama del hospital diciendo de que se la llevaran, que los médicos querían hacerle daño, que la habían amarrado a la cama. Mi abuela tratando de liberarse de su cuerpo. Y en la melancólica voz de Win Butler, mientras cantaba: “Libera mi espíritu/libera mi espíritu/libera mi cuerpo”, yo escuchaba la voz de ella. Ella no quería dejar su cuerpo, sólo liberarse del hospital. Lo que creyera con su mente –la llave de esa celda de 98 años– era un primer paso. Y el más importante, indispensable, era el marcapaso recién implantado en su corazón. Una tecnología que le devolvió a la vida.
Es el tipo de resurrección al que tenemos acceso en 2008. El cuento “Flores de Invernadero” nos llevó a preguntarnos sobre la ciencia médica y la conservación de la vida dentro de unos cuántos años.
Dentro de unos cuantos años, en este mismo blog, probablemente estaremos hablando sobre la oferta comercial para alargar la vida: clonación y reemplazo de partes del cuerpo, criónica, procedimientos para vivir miles de años tipo SENS, transferencia de la conciencia y comerciales de televisión sobre sesiones de animación suspendida con un 10% de descuento.
En “Flores de Invernadero”, la medicina mantenía con vida a los ancianos casi indefinidamente. Con vida pero en la cama. La medicina se enorgullecía de haber alargado casi un siglo o más la vida de estos ancianos. Pero ellos, como las flores de un invernadero, no podían moverse a voluntad, no podían expresarse, no podían decidir si querían seguir viviendo o no.
“¿Cuánto le cuésta al estado mantener una situación así?” se preguntaba alguien del público. “Con tantos ancianos vivos en esas condiciones, ¿cómo se afecta la productividad?”. Alguien dijo que cuando la gente pierde las capacidades se vuelven objetos. Y que mantenerse con vida en esas condiciones era algo que el anciano no deseaba. Que era, más bien, un deseo de los familiares. Un acto egoísta surgido del apego.
“Es que la medicina es una mezcla de compasión y culpa”, respondió alguien del público. “No lo hacemos por que el otro esté bien sino por el temor de no poder cargar con la culpa de la muerte del otro”.
En la historia, el señor Goldmeier, uno de los ancianos vegetales de la unidad de cuidados especiales, habló. Habló con su voz seca y rasposa, sorprendiendo al enfermero que lo cuidaba. El señor Goldmeier no entendía por qué lo mantenían con vida, sufriendo. Le dijo al enfermero: “He visto cosas terribles, cosas que ningún hombre tendría que ver […] He estado en lugares donde los hombres suplicaban la muerte y enloquecían lentamente cuando ésta no llegaba. El enfermero le preguntó dónde había ocurrido eso, y el señor Goldmeier respondió: “Aquí, en estas salas”.
En general para los asistentes era más importante la calidad de vida que el alargamiento de la vida. Y hubo diversos comentarios al respecto: alguien dijo que prolongar la vida era prolongar el sufrimiento. Alguien dijo, refiriéndose a la industria farmacéutica y a las prótesis, que la inmortalidad es un negocio. Alguien dijo que cada vez hay más ancianos en la sociedad y que los países que tienen las necesidades básicas solucionadas, no tienen hijos. Alguien puso el tema del miedo a la muerte. ¿Hasta dónde nos puede llevar el miedo a la muerte?
“Transferencia de la conciencia”, respondió alguien del público. La posibilidad de transferir la mente, la personalidad o la conciencia a una máquina. Es uno de los temas de los que tanto habla Ray Kurzweil (de quien publicamos una entrevista aquí) y que podría significar el fin de la historia humana. A esto él lo llama la Singularidad Tecnológica y considera que ocurrirá aproximadamente para el 2045. La transferencia de la conciencia significaría la inmortalidad.
Le preguntamos al público si ellos descargarían la conciencia en una máquina y casi todos dijeron que sí. Pensamos en posibilidades: hacer back-ups de uno mismo (como en la novela Tocando Fondo: en el Reino Mágico de Cory Doctorow), vivir en el ciberespacio mientras el cuerpo está en un estado criónico o dejar el cuerpo físico del todo y vivir para siempre en un mundo virtual (bueno, hasta que a alguien le de por subir de nuevo el back-up).
“¿Pero cómo sería de tediosa la vida si fuéramos inmortales?” se preguntó alguien del público. “La muerte es la que le da sentido a la vida. La muerte es un proceso necesario para darle paso a algo nuevo. Para apreciar más la vida”.
“No sería tediosa” respondió alguien. “Si estuviéramos limitados a estas leyes físicas que conocemos, sí te aburrirías. Pero en un mundo virtual estas leyes cambian, se crean nuevas leyes constantemente… y tu estado emocional no dependería de tu cuerpo sino de tu creatividad”.
Arcade Fire sonaba de fondo: “Aférrate al veneno de tu edad/no lamas tus dedos para voltear las páginas (de la biblia)”. La sesión estaba terminando y las flores en el espacio ya se estaban empezando a secar. Había que poner esas flores en agua o botarlas. Y me quedé pensando en que no importaba qué tanto las cuidara, esas flores, que habían decorado una Descarga sobre la imortalidad, inevitablemente se iban a marchitar.
Mike Resnick nació en Estados Unidos en 1942. Vendió su primera novela de ciencia ficción hace 40 años y sus primeros cuentos muchísimo antes. Según la revista Locus, ha ganado más premios por sus cuentos que cualquier otro escritor, vivo o muerto, y cuando se añaden novelas y libros de no-ficción, queda de cuarto puesto en la lista. Ha ganado 5 Premios Hugo (de 31 nominaciones), un Nebula (de 11 nominaciones) y otra cantidad de premios de países tan diversos como Francia, Japón, España, Croacia y Polonia. Ha participado como Invitado de Honor en unos 30 congresos de ciencia ficción, y ha sido Maestro de Ceremonias en una docena más. Es autor de más de 50 novelas, casi 200 cuentos, y un par de obras de teatro que escribió junto con su esposa Carol, a quien conoció en la Universidad de Chicago y con quien ha estado casado desde 1961. Ambos también escribieron durante más de una década una columna mensual sobre perros pastor de raza pura, actividad en la que es un experto, ya que se dedicó a la cría y presentación de esos animales en exposiciones caninas. En 1962 nació la hija de ambos, Laura, quien también es una popular y galardonada escritora de ciencia ficción y literatura fantástica. Mike Resnick vive en Cincinnati, Ohio.
[Fecha: 14 de Agosto, 2008]
[Fotos: Nicolás Peñaloza]
opiniones (1)
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