Raid D1sruptor
A partir de las imágenes de Visiones Futuristas del Futuro de Impactlab, hicimos un concurso en Twitter (@hernanpl). Los primeros que me dijeron sus imágenes favoritas ganaron su nombre en unas pequeñas historias inspiradas en esas imágenes. Los ganadores fueron Manuel (@manuelj), Laura Elena (@elenhie) y Sebastián (@Sepecat). Esta es la segunda historia, basada en la imagen “Able to kill nano-bugs from 10 miles away”, con Laura Elena como protagonista.
En el mapa aún no aparece el tipo que conociste en la sección de mobiliario geolocativo. Cuando lo detectes, vas a esparcir el Raid D1srupt0r –que ahora incluye acción de pulso electromagnético– y matar los nanobots. Sus nanobots. Harás eso antes de abrir la puerta.
Aún desconfías de él, aunque las sensaciones –la dilatación de las pupilas, el latido acelerado del corazón, la respiración entrecortada– pudieron haber surgido naturalmente. Es posible que él no haya usado esa loción. Es posible que te haya gustado de verdad.
La nanotecnología se ha usado, entre otras áreas, en la medicina (localización y destrucción de células cancerígenas, dosis deliberada de droga en zonas específicas del cuerpo, coagulación de la sangre en heridas abiertas), en el mejoramiento de la calidad de vida (gafas con filtros para rayos ultravioleta, shampoos para el tratamiento del cuero cabelludo, condones femeninos en spray), y en el arte de bromas underground (generación de ataques de risa lacrimosos, “estatua” por medio de la pérdida súbita de las funciones motoras, orgasmos espontáneos que se activan en lugares públicos…)
¿Se acuerdan de esas lociones con supuestas feromonas que te hacían más atractivo sexualmente? Al principio se vendieron de forma masiva, y luego, cuando la ciencia demostró que los seres humanos, a diferencia de los animales, no tenían feromonas, también se vendieron de forma masiva (muchas personas no aceptaron la idea de no poder hacer nada para ser más atractivas). Esto no sólo les permitió subsistir a las compañías que las fabricaban, sino también dedicar recursos a la investigación de nuevos productos. De ahí que años después una compañía lanzara al mercado negro la primera loción con nanoferomonas, máquinas a escala nanométrica que, al inhalarse, toman el control del sistema nervioso y aumentan la cantidad de dopamina y norepinefrina del cuerpo. Durante un período de quince segundos después de su aplicación, el comprador, usando el filtro nasal incluido (para evitar enamorarse de sí mismo o usarlo como droga psicoactiva) puede seducir a cualquier persona que esté dentro de un área de 10 metros.
Algunas personas no son conscientes de la influencia de las nanoferomonas, y simplemente creen que se enamoraron. Otras logran darse cuenta y se alejan. Otras se dan cuenta y se quedan. Y otras, como tú, no saben si lo que sintieron fue real o una manipulación truculenta de los centros de placer del cerebro.
Ese día en la sección de mobiliario geolocativo, descargaste los planos holográficos de tu casa y los algoritmos genéticos que habías programado para diseñar tus muebles. Luego, en la estación del lado, lo viste a él haciendo lo mismo que tú. Y sentiste atracción. No fue casual que al manipular el sofá orgánico de tu sala hacia la izquierda, lo sacaras del límite de tu espacio virtual y lo insertaras en su espacio. No fue casual que él haya hecho lo mismo. Ambos se querían conocer. Hubo una sonrisa tímida, un saludo y una conversación. Intercambiaron diseños, pagaron por el uso de las estaciones, e hicieron un trato antes de despedirse: al llegar a su casa, él fabricaría el mueble con su impresora 3-D, y cada que se sentara allí, te recordaría. Y tú, al llegar a tu casa, no harías nada. Él prometió hacerte la visita y enseñarte cómo hacerlo.
Tenías una excusa. Hace poco compraste tu propia impresora 3-D –el mejor modelo en el mercado– y sabes que tardarás toda una vida en pagarla. Pero no estás arrepentida: eres ingeniera de diseño, la impresora 3-D es tu herramienta de trabajo. Ya no te sientes mal por no haberla usado aún: fue la excusa perfecta para que él te visitara. Te imprimirá su diseño de mueble orgánico y te enseñará opciones nuevas que tú no conoces.
Prepárate. Llegará en pocos minutos.
Ese punto titilante que ves en el mapa es él. ¿No estás segura? Hazle zoom. Exacto. Te paras firmemente con las rodillas flexionadas en posición sumo, como si estuvieras matando cucarachas, y esparces el Raid D1srupt0r. Si al abrir la puerta aún sientes química, es verdad que el tipo te gusta. Puedes invitarlo a pasar. Si no, ciérrale la puerta en la cara.
Abres. Sientes un aleteo frío en el plexo solar. Una corriente cálida sube de tu espalda a tu cabeza. Hay micro-movimientos musculares en tus dedos. Te muerdes suavemente el labio inferior. Le sonríes con los ojos.
Te gusta. Es real. Le dices hola, con una sonrisa nerviosa pero decidida, y lo dejas pasar. Él entra confiado, como si ya te hubiera visitado antes. Ven, sentémonos antes de cambiarlo, te dice, llevándote de la mano hacia el sofá. Te gusta. Es real. En el sofá hablan de arquitectura. Él apoya su cabeza en el espaldar del sofá y, mirando hacia el techo, te dice que le encantaría tener una finca auto-sostenible con un diseño realmente orgánico. O sea, en forma de órgano. Tú te ríes. Normalmente no lo haces. Te gusta. Es real.
Al principio él era el que hablaba más y ahora la única que habla eres tú. Piensas que tal vez ya no le gustas. Odias los silencios incómodos, entonces le cuentas que duermes en el sofá porque el día que fuiste a comprar la impresora 3-D tuviste que regalar tu cama. No pudiste deshacerte de los proyectos de diseño de la universidad ni de las esculturas y modelos que tienes esparcidos por toda tu casa, y no había más espacio. Además, le dices, para qué cama, si en cualquier momento se puede imprimir una. Le haces un guiño y él recuerda la razón por la que vino.
Se levanta con dificultad del sofá. Arrastra sus piernas, como si llevara una bola de metal encadenada, y tiene que esforzarse para respirar. ¿Está así de aburrido? No quieres preguntarle qué le pasa, no quieres saber la verdad. Lo llevas de la mano hasta tu habitación. Él observa la impresora 3-D con detenimiento, como si fuera una obra de arte, y logra sonreír. Te dice que es la mejor impresora 3-D del mercado y que tienes que sacarle provecho. Te mira a los ojos –los suyos ya no brillan con la misma intensidad– y te dice que no se siente bien. Le preguntas qué siente, y te dice, despacio, en un tono muy bajo, que es como si estuvieran fallando sus nanobots. ¿Cuáles nanobots?, le preguntas. Los nanobots que controlan mi insulina, dice. Soy diabético.
Tratas de convencerte a ti misma de que se pondrá bien, mientras él cae de rodillas al piso y señala la impresora. Es hermoso, piensas, aún muriéndose y quiere enseñarme cómo usarla. Luego empiezas a procesar lo que está pasando: el Raid D1srupt0r destruye nanobots, sin importar cuáles sean. Como siempre, no leíste el manual. Él sigue señalando la impresora con una mano temblorosa. Observas bien, y lo que está señalando es una opción que no habías visto antes. Su mano cae al piso, y su abdomen deja de moverse. Te abalanzas sobre él: no respira, no hay pulso. Tratas de hacerle reanimación cardiovascular, pero es inútil. Estabas conteniendo el llanto, pero ahora, que no puedes hacer nada, lo dejas libre… dejas que las lágrimas caigan sobre él. Tal vez él logre sentirlas en algún otro plano. O tal vez, como en un cuento de hadas, las lágrimas lo revivan.
“ADN” es la opción que no habías visto antes en tu impresora 3-D. Te preguntas cómo funcionará. Dejas que tu cuerpo se mueva solo, tu mente en algún otro sitio. Le quitas una de sus largas pestañas y dejas que la impresora 3-D la escanee. En la pantalla aparece su código genético y una descripción de sus características: altura, edad, peso, color de ojos, inteligencia, capacidad atlética. También hay una lista de enfermedades. Tienes la opción de modificar alguna de las características, pero decides no hacerlo. Presionas imprimir en la pantalla. Te gusta. Es real.
[Imagen: Impactlab]
[Texto: Hernán Ortiz]
[Las otras historias: Shining Buddah y Faltan 13 libros para el 2009]
(fractal’09) Video: “Slipstream” por James Patrick Kelly & John Kessel
El video en dos partes de la inspiradora charla sobre Slipstream que los escritores James Patrick Kelly y John Kessel presentaron en el encuentro Fractal’09.
[fractal’09] Slipstream – James Patrick Kelly & John Kessel (intro: Sheila Williams) – Part 1 of 2 from Proyecto Líquido on Vimeo.
[fractal’09] Slipstream – James Patrick Kelly & John Kessel (intro: Sheila Williams) – Part 2 of 2 from Proyecto Líquido on Vimeo.
[Lugar: Orquideorama del Jardín Botánico de Medellín]
[Fecha: 7 de Marzo de 2009]
La universidad de la singularidad
Después de ver a Ray Kurzweil y su hijo salir de las páginas de un libro sobre depresión post-singularidad en un ejercicio de ficción especulativa, entremos al terreno de la no-ficción. Primero, un especial del programa Redes sobre la Singularidad Tecnológica donde Eduard Punset entrevista a Ray Kurzweil:
Luego, una charla de Ray Kurzweil en TED sobre la Universidad de la Singularidad — ubicada en Silicon Valley, encabezada por él mismo y patrocinada por Google y NASA.
Faltan 13 libros para el 2009 [con la aparición especial de Gustavo Rojas Pinilla y Ray Kurzweil]
A partir de las imágenes de Visiones Futuristas del Futuro de Impactlab, hicimos un concurso en Twitter (@hernanpl). Los primeros que me dijeron sus imágenes favoritas ganaron su nombre en unas pequeñas historias inspiradas en esas imágenes. Los ganadores fueron Manuel (@manuelj), Laura Elena (@elenhie) y Sebastián (@Sepecat). Esta es la primera historia, basada en la imagen “Books with their finger on the pulse of the future”, con Manuel como protagonista.
Manuel… Manueeeel… ¡Despierta! Esta versión en carne y hueso de Gustavo Rojas Pinilla sentado en una silla mecedora y tomando tinto, existe. Ahí está, sobre tu libro de Historia Política de Colombia. No dudes de tus sentidos. Extiende la mano. Tócalo.
Lástima que tu cuerpo no obedezca. Lástima que no te puedas restregar los ojos con escepticismo, o cerrar el libro de un golpe.
No estás dormido ni despierto. Esa cuarta taza de tinto sin azúcar te funcionó al revés. Quieres cerrar el libro, pero no quieres matar al ex Presidente de la República. Te estás llenando de preguntas, y para conservar tu salud mental, no quieres que el ex Presidente simplemente desaparezca.
Planeas una estrategia. Primero le dirás que apoyas su Movimiento, que es el mejor presidente que ha tenido el país y que también te gusta el tinto sin azúcar. Luego lo observarás de pies a cabeza y le dirás que él está físicamente muy bien e intelectualmente mucho mejor que cuando asumió la presidencia el 13 de junio de 1953. A partir de ese momento él confiará en ti. Y podrás preguntarle cómo hizo para viajar en el tiempo, empequeñecerse, empequeñecer la silla mecedora, empequeñecer el tinto, y aparecer en un libro de Historia Política de Colombia justo en las páginas que hablan sobre él.
Empiezas a ejecutar la estrategia. Haces contacto visual con el ex Presidente. Él mantiene la mirada, y mientras se mece en la silla, sostiene majestuosamente el tinto. No ha derramado una sola gota, o las gotas son tan pequeñas que no se ven manchas en las páginas.
Tu cuerpo empieza a reaccionar. Eres consciente del libro sobre tus piernas. De que estás sentado contra el espaldar de la cama, las piernas estiradas, la sangre estancada. Eres consciente de tus manos. Las sientes grandes y poderosas, como si tuvieras guantes de béisbol. Quieres empezar a hablar, pero en vez de moverse tu boca, se mueven tus manos. Te restriegas los ojos con escepticismo. Recuerdas la segunda instrucción que le diste al cuerpo al despertar y no la puedes detener. Ni siquiera alcanzas a ver la cara de sorpresa del ex Presidente cuando recibe el golpe del libro.
Lo vuelves a abrir en la misma página: historia política de Colombia 1953-1957. Lo único que encuentras son letras e ilustraciones. Buscas en otras páginas del libro, pero no hay nada más. Piensas que tal vez todo fue un sueño. Tiras el libro por debajo de la cama. Apagas la luz. Duermes.
Manueeeel… ¡Despierta! Mira debajo de la cama. No está el libro de Historia Política de Colombia, pero sí Coping with Post-Singularity Depression escrito por Ray Kurzweil Jr. Ese libro existe, es real.
Tú ya estás despierto. Ya puedes mover el cuerpo. Si te pellizcas, duele. Agarras el libro y te lo llevas como acompañante al baño. Es tan liviano que parece flotar. Te miras en el espejo del baño para asegurarte de que en realidad estás despierto. Te sientas en el inodoro. Abres el libro, y ves en carne y hueso al experto en inteligencia artificial-inventor-futurista-empresario-científico-bla-bla-bla Ray Kurzweil. Luce igual a como estaba a finales del siglo XX, cuando hablaba de la Singularidad Tecnológica: ese momento en el que las inteligencias no-biológicas nos iban a igualar y a superar. Estamos en la post-Singularidad, y su voz (su experiencia, su inteligencia, su personalidad) ha sido transmitida a su hijo de 2 años: el bebé que carga en brazos. Ray Kurzweil Jr también es experto en inteligencia artificial-inventor-futurista-empresario-científico-bla-bla-bla. Es el bebé que escribió el libro que tienes en las manos, un manual de superación personal para el siglo XXI que sugiere que “si no eres feliz, puedes descargar una personalidad que sí lo es”.
¡No te asustes! Tú crees que estás en el 2009, y que estudias para los exámenes finales de una universidad, pero este libro es la prueba de tu error: la capacidad de aprender a velocidades electrónicas hizo que desaparecieran las universidades. La comunicación verbal y no verbal quedó obsoleta. El texto que pisa el empequeñecido Ray Kurzweil y su hijo es puro adorno, diseños protocolarios estándar para libros. En este caso, la forma de adquirir el conocimiento es inhalando a Ray Kurzweil Jr. Estas mini-personas… realmente no son de carne y hueso. No las puedes tocar. La imagen que estás viendo de ellos, así como la imagen del ex Presidente, las produce un pico-proyector instalado en el centro de los libros. El pico-proyector apunta a tu retina. Si inhalas a Ray Kurzweil Jr, su “cuerpo” entraría a tu nariz. Lo que en realidad inhalas son torrentes de nanobots que salen del libro y llegan a tu flujo sanguíneo y toman control de tu sistema nervioso para que puedas experimentar sensorialmente el contenido.
Pero tú, Manuel, crees que puedes evitar la inhalación. Cierras el libro de un golpe. Arrancas página por página y las vacías en el inodoro. Te vuelves a sentar. Y al cabo de un minuto todo es lento. Pesado. Borroso. Blanco…
¡Despierta! Abre el cajón de los primeros auxilios. Encuentra el libro “The End of History: This Time for Sure” por Francis Fukuyama. Si aún estás cuerdo, ábrelo.
Sólo necesitas una explicación: eres el lector del pasado y del futuro posible del Universo. Por la forma en que tiemblas y gritas, supongo que el Universo se equivocó al asignarte a ti, un ser humano no-mejorado de principios del siglo XXI que trata de deshacerse del libro, que no comprende que es imposible luchar contra su destino. Manuel, si quieres volver a tu vida, debes terminar tu labor. Lo mínimo que puedes hacer para liberarte es mirar la portada y abrir el libro. Ver la proyección hasta el agotamiento. Cerrarlo y volverte a dormir. Ya casi terminas. Faltan 13 libros para el 2009.
[Imagen: Impactlab]
[Texto: Hernán Ortiz]
[Las otras historias: Shining Buddah y Raid D1sruptor]