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En la computación existe el concepto de los “anillos de protección”, un mecanismo diseñado para separar las diferentes tareas del computador según los privilegios que necesitan.
El Bloc de Notas de Windows puede correr en la prioridad más baja del sistema, abrir y guardar archivos son la tareas más complicadas que realiza. Un browser como Firefox tiene un poco más de complejidad asociada ya que necesita de una conexión a Internet para poder mostrar la mayoría del contenido. Finalmente, el sistema operativo en sí sería quien mayores privilegios necesita: tiene el control sobre todos los otros programas y se encarga de interactuar con el hardware.
Si trabajáramos con 3 anillos de protección veríamos entonces que el Bloc de Notas está en el anillo 2 (el más exterior), Firefox está en el anillo 1 y parte del sistema operativo se encuentra en el anillo 0 (al interior de los anillos concéntricos). A medida que el número del anillo va decreciendo, el número de privilegios necesarios para acceder a él va aumentando.
Podemos decir que nuestro cuerpo funciona de la misma manera. Al igual que en un computador, hay tareas que no requieren de muchos privilegios (mover un dedo, girar la cabeza) y hay otras a las que la mayoría de los seres humanos no tenemos acceso (modificar nuestras memorias a voluntad, controlar la emisión de endorfinas).
¿Qué pasaría si encontráramos la manera de manejar nuestro organismo de la misma manera que manejamos un computador, programando tareas, ejecutando acciones y eliminando los virus indeseados? ¿Y qué pasaría si el gobierno estuviera desarrollando un sistema así?
Estas ideas, acompañadas de Trusted Computing/Palladium, la vida del típico programador californiano y la transmisión de los virus en humanos son algunos de los temas que aborda Cory Doctorow en su cuento 0wnz0red, publicado en Salon en Agosto de 2002.
[Foto: aleksiaaltonen, Flickr]
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