(fractal 09) Charla: La influencia de la generación Beat en la ciencia ficción
Esta es la transcripción de la charla presentada por Fernando Gómez, el editor de la Revista DONJUAN, en Fractal’09.
1 (Intro)
El primer crimen de Burroughs fue nacer. El planeta y la humanidad se hubieran ahorrado una tonelada de escándalos, la desintegración del universo, un homosexualismo que veía con especial apetito a los niños y un asesinato a sangre fría. Sus 84 años de existencia estuvieron dedicados al consumo de cocaína, opio, heroína, barbitúricos, bencedrina, mescalina, yagé, nuez moscada, cortisona, toracina y otras mil drogas que incluyen antihistamínicos, veneno de cobra y la carne putrefacta de un ciempiés gigante que aparece en todas sus pesadillas. Su abuelo inventó la archifamosa máquina Burroughs, la primera máquina calculadora, y recibió una herencia que le permitió ir por la vida sin tener que sufrir por los gastos del día a día y por asuntos tan ordinarios como el trabajo; pudo ser publicista o un relacionista público exitoso, pero prefirió trabajar como exterminador de cucarachas y ser un drogadicto de tiempo completo. Estudió literatura en Harvard y realizó algunos estudios de medicina en Viena y en antropología en México. Fue el guía espiritual de Jack Kerouac y Allen Ginsberg. Sus novelas más experimentales destrozan el lenguaje y lo inventan de nuevo. Todas exhiben momentos y escenas tan atroces que en ocasiones el lector se siente cómplice de un pervertido. Su novela más famosa, El almuerzo desnudo, fue prohibida por obscena en los Estados Unidos durante varios años. Vivió en México (en realidad escapó a México para huir de un juicio por drogadicto), donde acabó con la vida de su esposa de un certero tiro en la frente, pasó varios años en Tánger y en Nueva York, en Nueva Orleáns y en Europa, terminó sus días en un pueblo perdido de Kansas porque era el único lugar donde era libre de usar su colección de armas y salir al patio de su casa a disparar como un loco, realizó expediciones por Perú, Panamá, Ecuador y Colombia en busca del yagé, la planta sagrada de las tribus indígenas del Putumayo, porque iba en busca de la traba definitiva, en busca de un pase que le abriera “horizontes en vez de cerrarlos” y liberara su “carne temerosa, asustada y envejecida”, pero se largó de este país con una sensación de asco y un desprecio que no se molestó en disimular en sus escritos. En la novela Tierras de occidente dice que los mejores rateros del mundo están en Colombia porque fueron hábilmente entrenados en su primera infancia y en algún momento menciona un centro de aberraciones genéticas en Medellín. En Las cartas de la ayahuasca dice: “Esta gente desconoce el concepto mismo de la responsabilidad”. Y en otra afirmó: “En Ecuador y en Colombia nadie admite que le pase nada a su maldito país. Como la gente de provincias en los Estados Unidos. Recuerdo a un oficial del ejército, en Puerto Leguizamo, que me decía: ‘El noventa por ciento de la gente que viene a Colombia ya no se marcha de aquí’”.
“Hemos de suponer que quería decir que caían rendidos ante los encantos del lugar. Yo pertenezco al diez por ciento que nunca regresa”.
Nunca regresó porque su reino era la Interzona, un lugar intermedio entre los lugares más apestosos de Marruecos y los barrios bajos de la ciudad de México, donde “la gente cagaba en las calle y después se acostaba encima mientras las moscas le entraban y le salían de la boca” y “algunos emprendedores, entre los que no eran infrecuentes los leprosos, hacían fogatas en las esquinas de las calles y cocinaban unos revoltijos horribles, apestosos, indescriptibles, que ofrecían a los transeúntes”, en esta clase de sitios de asco y pesadilla, viven sus personajes más aterradores, un lugar donde las alucinaciones por la droga son el pan de cada día, un lugar donde los hombres pueden comunicarse telepáticamente con su caballo, los policías pueden atrapar a los criminales con muñecos vudú y un científico puede soñar con la creación de un hombre con un agujero por el que puede cagar, drogarse, hablar e insultar al prójimo. (Ver “El almuerzo desnudo”, página 153).
2 (El paranoico)
Burroughs pertenece a una generación de paranoicos que siempre piensa en el desastre nuclear y en la CIA, sus libros siempre hablan de un poder absoluto que está hecho solo para joder a sus ciudadanos. (ver la Introducción a “Nova Express”).
También habla de un control capaz de enloquecer al hombre de a pie (Ver “El almuerzo desnudo”, pág 37). Esa paranoia rodea siempre al gobierno, hay alguien que siempre oculta algo (Ver “Tierras de Occidente”, pág. 23 y “En el camino”, pág 178).
3 (Burroughs personal)
Burroughs es uno de los escritores más influyentes del siglo XX; no sólo animó y encandiló a sus dos compañeros de generación: Kerouac y Ginsberg, sino que ha sido el héroe de autores de ciencia ficción como J. G. Ballard. Norman Mailer, el autor de Los desnudos y los muertos, dijo que era el único autor que estaba poseído por el genio. David Cronenberg, el director de Crash y La Mosca, llevó al cine El almuerzo desnudo y después de verla uno puede soñar mil veces con la carne de ciempiés y las aterradoras escenas en las que su máquina de escribir se convierte en una cucaracha gigante que esconde debajo de sus alas una boca con forma de ano que no deja de hablar ni de pedir droga y que, cuando está más ansiosa, le pide al escritor que golpeé sus teclas con fuerza en una especie de ritual sadomasoquista. El pintor colombo-estadounidense Jim Amaral tiene varias series inspiradas en su sexualidad descarnada; en sus cuadros, penes, glandes, vaginas, vellos púbicos, trompas de Falopio, anos, tetas y pezones descomunales se convierten en flores exóticas, por su lado, el pintor bogotano Luis Luna, se inspiró en sus experimentos lingüísticos y le añadió frases manuscritas a sus cuadros. Varios rockeros lo convirtieron en su símbolo. Kurt Cobain, el vocalista suicida de Nirvana, le sirvió de guitarrista y grabaron un disco compacto juntos. R.E.M. lo invitó a cantar y a recitar sus poemas. Fue el protagonista del video Last night on earth de U2 y Ministry también lo tuvo como actor principal del video Just One Fix, en el que con un movimiento de manos desencadena una explosión nuclear y luego aparece con una escopeta de doble cañón destruyendo letreros con palabras como SOCIEDAD, HISTORIA y LENGUAJE. Cuando murió MTV le hizo un homenaje. Burroughs se empeñó en crear un personaje de sí mismo. Todos los momentos de su biografía aparecen resaltados con rojo y en especial la muerte de su esposa, Joan. La leyenda dice que la mató en una cantina de México. Ambos estaban borrachos y drogados. Ella le pidió que repitieran la escena Guillermo Tell, se puso un vaso en la cabeza y le pidió que disparara. El vaso nunca se rompió por culpa de la bala, sino por su estrepitosa caída, el tiro atravesó su frente y Burroughs se convirtió en un asesino. Nunca fue a la cárcel porque sus abogados alegaron que fue un accidente. Todo lo que aparece escrito de él, parece sacado de una novela de vaqueros, pero tal vez el mejor perfil que existe está en la otra gran novela de la generación beat, En el camino. Este es el retrato de Kerouac: (Ver “En el camino”, Kerouac, pág 170).
4 (la gastronomía de Burroughs)
El título de la gran novela de Burroughs es un invento de Kerouac, y Burroughs solo entendió lo que significaba después de su recuperación. El almuerzo desnudo –según nos explica el viejo asesino– es el instante helado en el que todos ven lo que hay en la punta de sus tenedores. Y en su caso, además de drogas, drogas que beben de una aguja sus células sedientas, hay una serie de manjares que vale la pena repasar, por ejemplo, la deliciosa carne negra: una especie de queso putrefacto, tan irresistible, deliciosa y nauseabunda, que sus principales consumidores la comen y la vomitan y la vuelven a comer hasta que quedan exhaustos; o ese particular gusano egipcio que se mete en los riñones y crece desmesuradamente y al final el riñón no es más que una fina corteza alrededor del gusano. Y los gourmets más intrépidos y millonarios juran que la carne de ese bicho sin nombre es el mejor plato que existe sobre la tierra. O la raíz de una planta que hay en Pasto y que convierte los dientes en puré. O referencias dulces como una joroba tan blanda como un melón podrido. O los huevos fritos que desayuna Kim Carsons, el personaje principal de El lugar de los caminos muertos, en realidad, huevos que según su cosmogonía salen del culo de un grupo de reptiles radiactivos que habitan las regiones más frías del planeta, pero todo este tour gastronómico alcanza su mayor ímpetu en un restaurante de la Interzona que tiene este menú:
La sopa clara de meados de camello con lombrices de tierra al vapor
El filete de raya madurado al sol, macerado en eau de cologne y guarnecido de ortigas
La suprema de Boeuf (carne) a la Placenta en aceite de caja de cambios usado, servida con una salsa picante de yemas de huevo podrido y puré de chinches
El queso de Limburgo curado al azúcar de orina de diabético y bañado en matarratas casero flameado
Y finalmente cocinan al chef en sus propias inmundicias.
5 (El médico y las enfermedades)
Uno de los personajes emblemáticos de Burroughs es el doctor Bemway, un tipo capaz de sacarle el apéndice a uno de sus pacientes con una lata de sardinas y de quitar un tumor uterino con los dientes; sin duda Burroughs, por su relación con la adicción, o la enfermedad, es un experto en medicina. Es una de sus obsesiones más fuertes y atroces; siempre habla de caos biológicos, de enfermedades sin nombre, siempre hay un cirujano loco dispuesto a curar una enfermedad venérea con ácido sulfúrico o a mutilar órganos y desecharlos porque según sus teorías el cuerpo humano esta lleno de partes innecesarias: si se puede vivir con un riñón, ¿para qué tener dos? En sus libros hay virus venusinos que no son más que la enfermedad del catolicismo; hay enfermedades que son la manifestación terrenal de un grupo oscuro de espíritus malignos y que, entre otras cosas, poseen a los hombres para cometer atrocidades como asesinar a su propia esposa. Sus personajes son expertos en guardar porquerías bajo la tierra para crear armas químicas y matar a sus enemigos. Y también son expertos en asesinatos colectivos. En El lugar de los caminos muertos, el vaquero Kim Carsons decide eliminar al pueblo de Jehovah porque según él, “su espantosa iglesia echaba a perder por completo las puestas de sol, con su aguja dorada tiesa como una erección no deseada”. Y los acabó de la manera más cruel. La gente del pueblo, por sus creencias religiosas, no querían contaminar “la sangre de Cristo” con vacunas, y el peligroso vaquero se limitó a distribuir Biblias ilustradas gratis con las páginas impregnadas del virus de la viruela.
Incluso, Burroughs se permite un museo de las enfermedades perdidas, que libera cuando los hombres deciden acabar con una especie de lemures, las epidemias que suelta rozan entre el ridículo y el horror. (Ver “El fantasma accidental”, pág 67)
[Foto: © Christofer C. Dierdorff]
[Texto: Fernando Gómez]
El primer crimen del editor de Don Juan fue el título del artículo que no desarrolla, al parecer por desconocimiento sustancial de la ciencia ficción. Lo dije en la conferencia, lo reitero acá.