“Por favor, enséñame cómo hacer un WALL-E”
Voy poco a cine: la última película que vi fue Capote. Y nunca había ido a ver una película animada. Las alquilaba o las veía inevitablemente en reuniones familiares, junto a niños que ya las habían visto diez o más veces y recitaban las líneas de memoria. Cada que pienso en esas películas escucho un coro-de-niños-Shrek, un coro-de-niños-Buzz Lightyear, un coro-de-niños-Remy. Así que decidí ir al estreno de WALL-E: en un estreno los niños no harían coro con los diálogos de los personajes. Además había visto la noticia sobre el acuerdo de colaboración que firmó la NASA con los estudios de Walt Disney en el marco de WALL-E con el fin de promover entre los niños el interés en la ciencia y la tecnología. Y quise probar si era verdad.
No es que tuviera muchas expectativas: yo esperaba que WALL-E fuera una tierna película para niños sobre dos robots que se enamoran. Nada más. Pero ahora puedo decir confiadamente que WALL-E (un film animado para todas las edades) es una de las mejores películas de ciencia ficción que he visto en mucho tiempo. Y no solo es mi opinión. Recientemente Gary Westfahl dijo en la revista Locus que WALL-E “hace lo que la mejor ciencia ficción debería estar haciendo”, una historia bien construida, ambientada en el futuro, que te involucra y te hace a pensar.
Entre los temas que trata WALL-E está el miedo a que los avances tecnológicos hagan que la gente sea débil, inútil, inmóvil (los humanos en la película son obesos, están sentados todo el tiempo en sillas que los transporta a su destino, no hacen más que hacerle caso a las imágenes individualizadas que se proyectan en su cara e incluso la comida es líquida, para evitarles el esfuerzo de masticar), el peligro de que los robots que el hombre creó para su servicio terminen rebelándose contra él mismo, las posibilidades del viaje al espacio (sobre todo para los robots, que vuelan en el vacío del espacio como ningún astronauta podría), entre otros. El interés de la NASA era generar curiosidad en temas como la tecnología robótica, los sistemas de propulsión y la astrofísica. “Las grandes ideas para la futura exploración del universo comienzan con la imaginación”, dijo Robert Hopkins, director de comunicaciones estratégicas de la NASA, refiriéndose al acuerdo de colaboración con WALL-E.
Y recordé esa frase cada que los niños, en vez de repetir los diálogos de los personajes, le preguntaban a sus mamás cómo podría construirse un centro comercial en la luna si allí las cosas flotan, por qué los robots podían volar en el espacio, a qué distancia de la tierra uno empezaba a flotar, por qué el Axioma (el crucero espacial donde vivían los humanos) podía viajar tan rápido de un lugar a otro. Y pensé en los futuros exploradores espaciales que se inspirarían en la película cuando una niña muy pequeña le dijo a su abuela que, por favor, le enseñara cómo hacer un WALL-E.
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